En los últimos días un terrible crimen ha ocupado los principales medios informativos de todo el mundo. El historiador y experto en guerras napoleónicas, Oleg Sokolov, ha confesado el brutal asesinato de su joven amante, Anastasia Yeshchenko.

Oleg Solokov, asesino confeso de Anastasia Yeschenko, no fue solo un estudioso de Napoleón

Oleg Sokolov, asesino confeso de Anastasia Yeshchenko, no solo fue un estudioso de Napoleón sino también un gran entusiasta de la recreación histórica. (Fuente: www.elheraldo.es)

Lógicamente el crimen ha pillado a muchos por sorpresa pues nadie imaginaba tal comportamiento en Sokolov y por ello en esta ocasión hablaremos de asesinatos sorprendentes cometidos o padecidos por personajes de nuestra historia. Escritores que de una manera u otra acabaron implicados en la escena del crimen.

En el auge de nuestra cultura, el famoso Siglo de Oro, es cuando más casos conocemos y en gran medida por la cotidianeidad de la violencia en todas las capas de la sociedad. Este hecho hacía que la agresividad estuviese presente en todo tipo de eventos como los autos de fe, las ejecuciones y escarnios públicos, torturas, haciendo del asesinato algo penado por la ley pero aceptado por las costumbres.

Empezaremos por el bando perdedor, aquellos escritores o poetas que fueron asesinados: El más conocido de todos es sin duda Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana  su muerte ocurrió en el atardecer del 21 de agosto de 1622 en plena calle Mayor de Madrid

Sobre las causas de este asesinato se han escrito numerosos libros, pues el caso sigue presentando infinitos interrogantes.

El carácter satírico y provocador de Villamediana le había proporcionado múltiples enemigos, entre los que se encontraban, aristócratas (duramente zaheridos por sus afilados versos), poetas (a quienes no se amilanó en despreciar), alguaciles (a los que acusó de rufianería), las familias de sus amantes (entre las que podían estar cualquiera de los grupos antes mencionados), su propia familia (como acertadamente ha descubierto el investigador David González Corchado) y desde luego la élite del poder.

Recreación de cómo pudo haber sido Juan de Tassis, 2 º conde de Villamediana

Recreación de cómo pudo haber sido Juan de Tassis, 2 º conde de Villamediana

Este maremágnum de enemigos hace difícil resolver quien de ellos tenía más ganas de matar al conde, pero lo que sí parece evidente es que tal y como demostró el escritor Luis Rosales la fama postmortem de homosexual hacia Villamediana obedecía a una campaña de desprestigio que se hizo desde las más altas instancias del poder, corrompiendo a jueces y otras autoridades a base de dinero. Por lo tanto, no sería para nada descartable que la muerte de Villamediana fuese un crimen de estado.

La versión más romántica alude a unos amoríos entre la reina Isabel de Borbón y el poeta, pero no parece ser la hipótesis más firme, la complejidad de este asesinato hace pensar en maniobras de mayor calado.

Otra víctima de las armas fue el escritor valenciano Carlos Boyl Vives de Cañamás, un poeta de origen aristocrático que fue apuñalado en la puerta de la catedral de Valencia en 1618.

Lógicamente de este otro episodio nos ha llegado muchísima menos información y aún sigue siendo un crimen sin resolver. Cierto es que el estudio en profundidad sobre la muerte de este escritor está aún por hacer, pero los datos biográficos que de él nos han llegado quizá pudieran aportar algo de luz.

Este poeta despuntó sobre todo gracias los círculos literarios de la Valencia donde llegó a fundar una especie de club literario, llamado entonces academia de ociosos, y que en este caso llevaba por nombre el de academia de Los Adorantes.

De esta sociedad literaria sabemos ciertos protocolos o normas. Pero lo que realmente llama la atención son las metas amorosas de la organización. Más allá de las letras, tenía como objetivo adorar alguna dama a la que se conocía durante los “ojeos” en misa.

Sumado a que los participantes eran nobles o aristócratas y que entre ellos primaba la cortesía más absoluta hace comprender por qué esta sociedad fue considerada como una de las más pintorescas.

Es difícil establecer un vínculo entre esta sociedad secreta y la muerte de Boyl, dado que el poeta murió 18 años después de haberse clausurado la academia de Los Adorantes. Pero esos galanteos a las damas valencianas y el haberse producido el crimen a la salida de misa en la catedral valenciana bien pudieran haber surgido como consecuencia fatídica de una sociedad en la que la honra era motivo más que justificado para todo tipo de venganzas.

Otro partícipe de la academia de Los Nocturnos fue «Secreto», pseudónimo del célebre autor valenciano Guillem de Castro y Bellvís, famoso por sus obras Las Mocedades del Cid o El curioso impertinente que acabó vinculado turbio asesinato.

Corría el año 1624 y Guillem tenía ya 55 años, vivía en Madrid y comenzaba a labrarse un hueco en los ambientes cortesanos.

Pero todo aquel prestigio se tambaleó, durante un proceso judicial contra Juan Jerónimo Montañés cuando apareció el nombre de nuestro escritor. El acusado era un delincuente ya conocido por los tribunales valencianos, y que en este caso se le juzgaba por una muerte de primer orden, el asesinato de un caballerizo del nuncio apostólico, quien por fechas sería Inocenzo Massimo.

Esta muerte tenía unas implicaciones más allá de las criminales, ya que el nuncio, como enviado del Papa a España, jugaba un importante papel diplomático. Por ello, la importancia de aquellas acusaciones revestía una enorme gravedad política.

A tanto llegó este caso que el rey Felipe IV tomó cartas en el asunto solicitando que la investigación se llevase  con  la mayor  discreción posible diciendo literalmente:

Finalmente, las sospechas sobre Guillem se desvanecieron  absolviendo para siempre las sospechas sobre Guillem de Castro, el cual, es posible que desconociese toda aquella causa judicial incoada en su contra.

Las sospechas de asesino también recayeron sobre el escritor Guillem de Castro


Las sospechas de asesino también recayeron sobre el escritor Guillem de Castro

Del asesinato que no hay dudas es el de Nicolás Velasco. Un joven que muere tras una riña en Madrid en el verano de 1621.

Hasta donde se sabe Nicolás era hijo de un criado del condestable de Castilla, en cuya servidumbre también parece que pudieran estar los hermanos Pedro, Diego y Jusepe Calderón de la Barca.

En contra de lo que pasa en otros asesinatos aquí no hay duda, los hermanos Calderón aparecen como asesinos y así lo revela la documentación de la Cámara del Consejo de Hacienda, cuando se habla de la indemnización que los hermanos han de pagar a Diego Velasco por «el perdón de la muerte de Nicolás Velasco, su hijo que se les acusó ante los señores alcaldes de esta corte».

Esto añadió más y más penurias a la mermada hacienda familiar, recordemos que los hermanos Calderón habían quedado huérfanos siendo aún menores de edad, teniendo incluso que pleitear con su madrastra, por ello en aquel fatídico verano nos encontramos con que los hermanos tenían 19, 21 y 25 años.

Durante su juventud Calderón de la Barca estuvo implicado en el asesinato de Nicolás Velasco.

Durante su juventud Calderón de la Barca estuvo implicado en el asesinato de Nicolás Velasco.

Curiosamente esta situación marcó el devenir de la historia, dado que la imposibilidad de continuar con su carrera religiosa, a Pedro Calderón de la Barca solo le quedó servir como soldado, en este caso al servicio de don Bernardino Fernández de Velasco y Tovar, sexto duque de Frías y undécimo condestable de Castilla.

Gracias a redimir su pena en Flandes conoció el asedio a la ciudad de Breda, lo que le permitió escribir su épica obra teatral El Sitio de Breda (1625) inspirando luego al mismísimo Velázquez.