Los gestos chulescos de Inés Arrimadas durante la Sesión de Investidura han sido la última polémica en la que ha estado envuelto la número dos de Ciudadanos. Durante varios días, la catalana fue objeto de numerosas críticas por sus formas. De hecho, el presidente de la formación naranja, Albert Rivera, decidió protegerla relevándola del puesto de portavoz de la Ejecutiva, a favor de Lorena Roldán. 

Sin embargo, esta no es la primera vez que Arrimadas está en el ojo de la tormenta. Hace poco más de un mes, la naranja era de nuevo noticia por otros extraños gestos, esta vez ocurridos durante la manifestación del Orgullo en Madrid. Ciudadanos acudió al evento, pese a que los organizadores del mismo habían repetido en varias ocasiones que el partido que lidera Albert Rivera no estaba invitado, por sus acuerdos con la extrema derecha. Los naranjas, sin embargo, hicieron oídos sordos y decidieron asistir a la marcha, con Arrimadas a la cabeza. Como era fácil de prever, los asistentes no se tomaron esta valentía muy bien, y decidieron manifestarse en contra de la formación. Y la política catalana optó por devolver los gritos con más gritos.

Que Gabriel Rufián haya sido uno de los más combativos con Arrimadas no es fruto de la casualidad. Entre ambos siempre ha existido una gran animadversión que en ocasiones ha explotado en el Parlament. Sin embargo, el episodio más tenso entre la de Ciudadanos y el de ERC ocurrió en el debate a seis que organizó RTVE el pasado 16 de abril. En la televisión pública, Rufián le aconsejó a la política naranja que se moderara, a lo que esta contestó lo siguiente: "Soy más moderada que tú desde que nací, chaval". 

Asimismo, durante un debate en el Parlament, calificó de "plástico contaminante" los famosos lazos amarillos que los independentistas han ido colocando en diferentes lugares de Cataluña a modo de protesta. En otra sesión, rompió en frente de las bancadas de los independentistas una imagen de un lazo amarillo gigante. 

Uno de sus actos que más repercusión tuvo se produjo cuando decidió viajar hasta la casa del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, situada en Waterloo (Bélgica), para protestar y desplegar una pancarta en la que se podía leer lo siguiente: "La República no existe". Un episodio que no le salió barato a Arrimadas, ya que el Ayuntamiento de la localidad belga le abrió expediente por "perturbar la tranquilidad" del barrio.