Un informe técnico de la Delegación Territorial en Valladolid del Gobierno de Castilla y León fechado en agosto de 2004 urgía a una “intervención de gran envergadura” en el puente medieval de Simancas, un municipio muy próximo a la capital dividido en dos partes por el río Pisuerga, sobre el que en 2006 se construyó un nuevo viaducto, a metros del antiguo, por el que comenzó a circular el tráfico mientras el románico se clausuraba con la intención de restaurarlo y recuperarlo para el paso de peatones y bicicletas.

Sin embargo, ese momento, el de su reapertura, se ha dilatado ni más ni menos que dos décadas, a pesar que durante la inauguración del nuevo puente, el 29 de agosto de 2006, el entonces presidente del Gobierno autonómico, Juan Vicente Herrera, comprometió la “extraordinaria sensibilidad” del Gobierno regional a través de las consejerías de Cultura y Fomento para su restauración “lo antes posible”.

Un Bien de Interés Cultural “seriamente degradado”

La noticia que difunde este puente de la Constitución de 2024 el Gobierno de Alfonso Fernández Mañueco es la reapertura del puente de Simancas tras una intervención de 1,3 millones de euros que llega dos décadas después de aquel compromiso.

Las obras de rehabilitación y conservación, afirma este jueves la Junta, “cumplen los plazos de finalización antes de final de año”, y describe las actuaciones llevadas a cabo sobre la histórica infraestructura en sus cimientos, pilares, espolones, alzados, pretiles y pavimento. 

No explica la Junta el tiempo que se ha tardado en acometer esos trabajos, pero es imposible no recordar que el informe técnico de 2004, redactado por técnicos de Patrimonio después de una visita a la infraestructura en respuesta a la voz de alarma lanzada por el ayuntamiento, describía el deplorable estado del monumento, que “está demandando urgentemente”, decía literalmente, “un estudio en profundidad de las patologías que lo están deteriorando, así como una intervención integral”.

Los arquitectos insistían en que las cimentaciones del puente se encontraban “seriamente degradadas” y adjuntaban fotografías de “numerosos desplazamientos de sillares, lo que produce un descalce del puente que provoca a su vez movimientos no deseados a toda la estructura”.

El informe explicaba la larga historia de una chapuza tras otra sobre un Bien de Interés Cultural que durante décadas no fue considerado prioritario: el deslizamiento de esas piedras venía de largo y solo se habían adoptado “soluciones temporales como recalzar esas piezas desubicadas con sacos de tierra”.

El documento afirmaba, además, de forma muy optimista, que “en poco tiempo concluirán las obras del nuevo puente dejando entonces sin tráfico el medieval, momento idóneo para acometer la restauración”; sin embargo, desde la Consejería de Fomento se ponía sobre aviso de que entonces tendría que iniciarse el proceso de “redacción del proyecto de restauración, decisión sobre su financiación, licitación, adjudicación y puesta en marcha”.

Finalmente, pescaron el puente en el río

Como si de una predicción se tratara, la entonces portavoz del PSOE local en la oposición llegó a augurar que, retraso tras retraso en la acometida de medidas para recuperar el monumento, “como sigamos así, tendremos que pescar el puente del río para poderlo reconstruir”.

Y efectivamente, el comunicado del Gobierno autonómico en este diciembre de 2024 revela que se han reconstruido más de cincuenta metros lineales del pretil con sillares originales que “han sido recuperados del lecho del río y se han reintegrado al puente, eliminando de esta manera los reconstruidos con ladrillo y mortero de cemento”.

“Se dan por finalizados todos los trabajos”, concluyen. Cabría añadir que veinte años no es nada y que más vale tarde que nunca.