“La justicia está ajustando las cuentas por las responsabilidades de la crisis que supuso la práctica desaparición de las cajas de ahorros en España”, dice El País en un editorial publicado el pasado 5 de octubre informando sobre la sentencia ratificada por el Tribunal Supremo por las tarjetas black a Rodrigo Rato y otros 63 directivos de Caja Madrid y Bankia.

Pero esto no es lo que más ha molestado al que fuera presidente de la entidad y vicepresidente del Gobierno con José María Aznar. Lo que le ha dolido es que, El País, haya creado “una relación causa-efecto entre el sistema remunerativo de Caja Madrid y el volumen de préstamos inmobiliarios concedidos por las cajas de ahorros a lo largo de años”. En otras palabras, Rato lamenta que el diario crea que el sistema con el que cobraban los directivos tenga relación con que se dieran prestamos inmobiliarios y las cajas se llenaran de activos tóxicos del ladrillo.

Así lo ha expresado en una carta que ha escrito y mandado a El País en atención de su directora, Soledad Gallego-Díaz.

“Sinceramente, no creo que los defectos, incluso los posibles delitos, del sistema de remuneración tuvieran nada que ver con los préstamos inmobiliarios, su volumen o sus garantías”, explica Rato.

En su opinión, no hay un posible relación porque “existían sistemas de remuneración similares” en otras entidades y, en Caja Madrid, se desarrollaba ese sistema desde el año 1988, mucho antes de que él llegara a la presidencia.

“Un castigo penal no es un castigo divino”

En la misma carta, Rato lamenta que el medio crea que su pena de cuatro años y medio de cárcel sea algo divino. “Un castigo penal no es un castigo divino, sino un reproche legal por llevar a cabo conductas concretas previamente establecidas en el Código Penal”.

Y critica que en el editorial no se hable de que “la solvencia de las pruebas, que deban ser aportadas por la acusación, afecta a este y a cualquier caso”. “Se les han olvidado estos temas en el citado editorial pese a que forman parte nuclear de estas sentencias ‘imparables’”, escribe.

Para terminar, sentencia con un “espero que no les suceda a ninguno de ustedes”.