Son diversos los temas que están marcando la agenda electoral. A pesar de que Cataluña monopoliza el argumentario de la derecha y que los equipos de comunicación hacen malabares para evitar poner en el centro asuntos de comprometido pelaje, son muchas las meteduras de pata que han provocado reabrir debates hasta ahora enterrados o alejados del escarnio público.

Listas electorales y programas políticos aparte, todo cuenta en campaña: los líderes se pelean por ocupar espacios de toda índole en televisión, las manifestaciones inundan las calles con proclamas incendiarias, los balcones se llenan de color con banderas de uno u otro signo.

Pero esta campaña va más allá. La cantidad de partidos elegibles y el baile de puestos en los sillones de altura de cada uno de ellos hacen que el combate se libre en cada rincón posible. Sánchez hizo marca personal con su Manual de resistencia (Ediciones Península) y Abascal ha hecho lo propio con Santiago Abascal, la España vertebrada (Planeta).

Si al socialista le llovieron las críticas por alguna de sus afirmaciones -todos recordarán el cambio de colchón en la Moncloa-, el líder de la extrema derecha española ha dejado declaraciones para analizar reposadamente con la lectura de su conversación con el escritor Fernando Sánchez Dragó.

Presentado al comienzo de la obra como “quizá el hombre del año”, Dragó aplaude “el hartazgo de las gentes sensatas frente a las insensateces de la corrección política”. Y es precisamente esa incorrección, ese mensaje sin pelos en la lengua, el que emana sin cesar a lo largo de las páginas de la entrevista realizada y publicada por Planeta.

El aborto es uno de esos temas que ha vuelto a ser candente por los deslices proferidos ante los medios. De forma distendida, el escritor y el dirigente político abordan este tema por encima y sin detenerse en demasía en el capítulo nueve del ejemplar. Tras divagar sobre si al hombre se le tiene en cuenta a la hora de abortar, Abascal frivoliza sobre el tema y dice: “Con el descrédito de los valores morales y modas como las del botellón o las quedadas, muchos embarazos son episódicos, casuales, caprichosos, y se producen fuera del ámbito de la pareja. Eso explica, en parte, la elipsis del varón”.

Un tono paternalista el empleado por un Abascal que, fuera de analizar al detalle la interrupción voluntaria del embarazo y proponer medidas políticas, se hace eco de las “modas” que inducen a que la mujer tenga hijos involuntariamente sin tener en cuenta la gravedad de la situación. Un argumento escandaloso sobre un tema que empieza a acumular polémicas declaraciones. El derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo o garantizar la salud de las mismas quedan aparte: botellones, pensiones y neandertales son los argumentos escogidos por una clase política masculinizada y que ha decidido no contar con la opinión de las susodichas.

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A la fuerza, desde la sede popular se ha prohibido a sus dirigentes que opinen en esta materia. Después de que Casado dijera que le gustaría que las mujeres sepan “lo que llevan dentro”, induciendo a la ciudadanía a no abortar para garantizar el futuro de las pensiones, llegó su número dos Suárez Illana para poner la puntilla.

Ante los micros de Cadena Ser, el dirigente dijo que “hay que ayudar a las mujeres que tienen que decidir si quieren ser madres de un niño vivo o muerto". Pero no se quedó ahí, Illana continuó con una retahíla de improperios que valieron la crítica de sus rivales políticos y de los ciudadanos en redes sociales: "Los neandertales también usaban el aborto. Esperaban a que naciera y entonces le cortaban la cabeza", antes de añadir que “lo que no es un embrión es un tumor”.