“Es impresionante, en dos manzanas, la cantidad de locales: uno, dos, tres, cuatro, cinco… es brutal”, afirmó en Tetuán (Madrid) en plena campaña electoral la líder de Vox en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio. Un alegato en contra de las casas de apuestas, en el que denunció la cercanía de estos negocios a colegios. “Vox va a estar en frente”, aseguró después de oír el relato de un vecino del barrio madrileño.

“España cuenta con la tasa más alta de Europa de ludópatas entre 14 y 21 años. Por eso, Vox pide hoy en todos los parlamentos autonómicos que se endurezca la ley para proteger a nuestro menores, familias y barrios”, escribieron ese mismo día, el pasado 6 de noviembre, en la cuenta oficial de la formación ultraderechista. De esta manera, los ultras se sumaban a las denuncias del PSOE y Unidas Podemos, que llevan ya varios años exigiendo que se regularicen las casas de apuestas.

Sin embargo, hace menos de un mes la película era totalmente distinta. 9 de octubre de 2019. El PSOE plantea una proposición de ley en el Parlamento andaluz para limitar las salas de juegos y apuestas y prevenir el juego patológico que afecta “a muchas jóvenes de esta comunidad”. Una iniciativa que no sale adelante por los votos en contra del Partido Popular, Ciudadanos y Vox. En ese momento, la extrema derecha justificó su decisión argumentando que la medida se trataba de una propuesta “oportunista” y un “discurso sentimentalista”.

El proyecto incluía, entre otras cosas, “asistencia y apoyo” a ludópatas, restricción de la publicidad de casas de apuestas tanto en la televisión como en la radio pública andaluza, o la fijación de una distancia mínima de 500 metros entre locales de juego y “colegios públicos o privados, parques infantiles, lugares de ocio juvenil, polideportivos o estadios deportivos”.

Por otra parte, pese a las recientes palabras de Monasterio, lo cierto es que Vox no incluye en su programa electoral mención alguna a la regulación de las casas de apuestas. De hecho, se trata de un tema en el que la extrema derecha intenta evitar pronunciarse a toda costa, porque, visto lo visto, están llenos de contradicciones.