Sí, la extrema derecha norteamericana desprestigia a Joe Biden hablando sobre su avanzada edad. Efectivamente, muchas de las imágenes compartidas en redes sociales están retocadas o sacadas de contexto. Tal vez los lapsus oficiales no sean tan prolíficos ni importantes. Pero no, no es cosa de Donald Trump ni de la Fox. El presidente de los EEUU, a sus 81 años, deja síntomas de estar siendo arrastrado por las consecuencias de la edad en cada viaje, en cada paso, en cada conversación.
Cuando el país más poderoso del mundo tiene como candidatos a la Casa Blanca a dos aspirantes que suman cerca de 160 años, la cifra del documento nacional de identidad deja de ser algo que no se pregunta por pudor a una herramienta política con la que atizar al rival. Y Donald Trump no lo tuvo difícil. A base de un discurso plagado de bulos y fiel a su estilo, repitiendo los mantras de la campaña, sacudió de principio a fin a un Joe Biden despistado, inconexo, que con cada tartamudeo hacía temblar a sus asesores.
Esta vez, por mucho que se empeñase posteriormente Kamala Harris en tratar de guardar el honor de quien escribió grandes páginas en blanco y negro, la situación es diferente. Los votantes de la CNN, canal en el que se emitió el primer cara a cara de la larga carrera presidencial, lo tenían claro: el 67% de los telespectadores veía como claro ganador al candidato republicano. El otro 33% se negaba a asumir la verdad.
Por primera vez, la fontanería de asesores y pesos pesados del partido demócrata empieza a valorar opciones. Hasta el momento el plan era claro: seguir con Biden, camuflar al máximo sus debilidades y confiar en que el efecto antiTrump hiciese el resto. Ahora, visto lo visto, no se descarta una convención rápida con la que solicitar al actual inquilino del Despacho Oval que renuncie, se aparte elegantemente y entregue las opciones de rematar la campaña a alguien con más aspiraciones. El tiempo corre y los demócratas lo saben. El tiempo corre y Biden lo nota.
Más allá de los lapsus
Pese a que el protagonismo del debate organizado por la CNN se lo llevaron los lapsus del presidente norteamericano, los temas que se debatieron fueron muchos y de alta importancia para conocer el rumbo de los EEUU tras la cita con las urnas el próximo mes de noviembre. Especialmente curiosa fue el episodio sobre la guerra en Ucrania, donde Trump demandó dejar de invertir dinero y acusó al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, de irse con 60.000 millones de dólares en cada visita a Washington.
El magnate y otrora presidente, además, insistió en negarse a condenar el asalto al Capitolio y evitó todas las preguntas incómodas de los moderadores de la cita: Jake Tapper y Dana Bash. Lo hizo entre el silencio y la burla, como sucedió cuando ambos le preguntaron cuál era su plan para proteger a la “América negra” y su respuesta fue que nunca había tenido sexo con una estrella porno.
A nivel visual, el tono anaranjado del candidato republicano se imponía al blanco cadavérico de su rival, Joe Biden, quien, a través de un hilo de voz tembloroso, agrietado y ciertamente ronco transmitía aún más inseguridad a su ya de por sí notoria falta de recursos y memoria para seguir el frenético ritmo del envite dialéctico que imponía el magnate neoyorquino.
El de Pensilvania, además, se mostró incapaz de rebatir todos los bulos y argumentos gruesos de Trump. Tampoco los moderadores del debate se mostraron tajantes frente a la mentira, dejando que el republicano pudiese controlar a la perfección el ritmo del debate con su habitual sarcasmo y atrabiliario estilo: “No puedo contestar porque no sé que ha dicho. Creo que él tampoco lo sabe”, dijo con sorna en uno de los momentos de lapsus de Biden, al poco de empezar. Un clip de vídeo, de apenas 30 segundos, que fue lo más comentado tanto en el postdebate como en las redes sociales. Muy revelador.
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