Kamala Harris fue una política excesivamente débil para combatir un personaje como Donald Trump. Pese a que Trump parezca un personaje radicalizado e incoherente, el análisis de su campaña pone de relieve sus fortalezas: abordar los temas que le importa a los americanos. Con una cifra de abstención de casi 13,5 millones de votantes para el partido demócrata, según EpData, hay que preguntar: ¿qué ha pasado?
La economía: la mayor preocupación de la población americana
El tema más importante para los americanos es, sin lugar a duda, la economía. Un país neocapitalista vive y respira del mundo empresarial y sus consecuencias sobre la población. Aunque el sistema bipartidista fomente un ambiente polarizado, es innegable el hecho de que Harris no supo abordar las preocupaciones de la población americana como Trump. El estudio más reciente de las mayores preocupaciones de los americanos destaca que la inflación es la mayor preocupación entre los americanos, con un 62% de entrevistados que dicen que es un problema muy serio, según Pew Research Centre.
El quinto problema más serio en los ojos de la población, con un 53% diciendo que es un problema muy grave en el informe citado, es el déficit presupuestario del Gobierno. Trump, tanto en sus agendas como en sus discursos, aborda el tema de la inflación y el déficit presupuestario directamente, a pesar de que en su mandato en 2016 trajo consigo un incremento en el déficit de 7,8 billones de dólares de acuerdo con la Comisión del Presupeusto Federal. Habló de rebajas de impuestos y del control de la inflación, mientras que comparativamente, Harris los trataba como una nota a pie de página. Además, la inflación durante el mandato de Trump fue sustancialmente más baja que durante la de Biden, provocando que, pese a las verdades acerca del déficit, están ensombrecidas por sus propuestas.
Un discurso excesivamente ideológico
Gran parte de la campaña de Harris se centró alrededor del ataque y la amenaza de Trump. La teoría de comunicación política detalla la necesidad de explotar las debilidades del oponente para fortalecer la propia posición del candidato pero, por otro lado, los teóricos de la americanización de la política advierten que el uso excesivo del ataque al oponente puede desacreditar la campaña, convirtiéndolo en una carrera de caballos donde, en vez de vencer el oponente, se busca derrumbar y destrozarlo, algo peligroso para al democracia que puede causar rechazo. En esta trampa es dónde cae Harris.
Es probable que parte de la desilusión del electorado se derive del uso excesivo de los ataques hacia el expresidente, cansando al público y desmovilizando su voto. Esto es especialmente evidente dado que líderes de opinión en redes sociales las semanas previas a las elecciones comentaban que Harris proponía poco. En realidad, su página web tiene una alta cantidad de propuestas, pero debido a su retórica y oratoria en los debates televisados, la esencia de su discurso no caló en la población; esto es un fallo de sus directores de comunicación.
Por otra parte, en dichos debates, los temas abordados con mayor fuerza fueron profundamente ideológicos. El aborto, un asunto central en la sociedad americana especialmente tras la anulación de Roe v. Wade, estuvo en el corazón de los discursos de Harris. Es un tema extremadamente polarizante y probablemente una de las grandes diferencias entre los Demócratas y los Republicanos, pero la candidata lo utilizó en exceso, dejando atrás preocupaciones centrales de la población americana. El aborto tiene la novena posición en la escala de proecupaciónes de la población, de acuerdo con el Pew Research Centre, una posición baja en comparación con la esencia de los discursos de Trump. Las teorías de marketing político recalcan la necesidad de enfocar las campañas en las preocupaciones de los americanos, pero Harris no supo centrarse en los asuntos que más movilizan a la población.
Dejando a Biden atrás
Se podría teorizar que la estrategia de la campaña de Biden fue la introducción de Harris a la mitad de la carrera. La diferencia entre cada candidato es drástica; Biden es un señor mayor, blanco, aparentemente senil, frente a Harris, una mujer joven (relativamente ya que tiene 60 años), con raíces indias. Es posible que se presentó a principios de agosto como parte de una estrategia arriesgada que trataba de salvar la campaña Demócrata, dado que el estado mental y físico del actual presidente estadounidense, sin lugar a duda, iba a causar un desastre en las elecciones.
Bien es verdad que mientras Biden estaba en la carrera, gran parte de la campaña de Trump se enfocaba en criticarle, llamándole cosas como “Joe adormilado”, pero a diferencia de Kamala, la debilidad de Biden era -y es- evidente. La política americana ha evolucionado para poner gran peso sobre la imagen del político. Esta personalización extrema se manifestó, en su estado puro, por primera vez con John F. Kennedy (aunque ya se había descubierto con Eisenhower, pero no se llevó al nivel de Kennedy) y se ha empleado desde entonces dado su eficacia. El político tiene que ser la persona perfecta, el esposo ideal, el padre prototipo, el deportista de excelencia, un orador innato, tener el círculo de amigos correcto, tener una familia impecable, y la lista continua. Estos elementos son esenciales para las campañas electorales, de acuerdo con las teorías de la americanización de la política. Actualmente, muchos de los consejeros de comunicación de los grandes políticos internacionales han bebido de estas mismas fuentes; su importancia se manifiesta en Biden y el fracaso de su candidatura.
La falta de reconocimiento de Harris de la condición del actual presidente puede ser otro gran fallo de su campaña. Indudablemente, fue su talón de Aquiles, pero ignorar el hecho podría haber sido una decisión errónea de sus consejeros. Una de las teorías del marketing político habla de un concepto llamado “auto vacunación”. Este concepto explica que el candidato debe de cubrir y defender sus debilidades antes de que sean atacadas. Ignorar a Biden no autovacuna la debilidad y permite que se convierta en un problema mayor en la mente de la población. Los que no estaban convencidos por Kamala ni por Biden, pero que tampoco se subscribían a la ideología y campaña de Trump, simplemente no votaron.