La noche electoral en Estados Unidos se vivía con una ilusión desbordante desde el lado del Partido Demócrata, que veían a sus rivales como intentaban inocular en las gentes el virus del fraude electoral. Pero todo ese optimismo menguó cuando Donald Trump comenzaba a despegarse de Harris en el crucial estado de Pensilvania, donde se jugaban los puntos calientes del partido. El republicano llegó a los 270 delegados necesarios para el Colegio Electoral y certificó la muerte de la vicepresidenta, que huyó de la fiesta reconvertida en funeral que había preparado en la Universidad Howard donde estudió. Y lo hizo sin mediar palabra alguna.

En torno a las 00:45 horas (06:45 hora peninsular española), uno de los peces gordos del equipo de campaña anunciaba que Kamala Harris no haría declaraciones y aconsejaba a todos los presentes a abandonar el recinto porque, lamentablemente para ellos, habría de todo menos una celebración. La Mesías improvisada de todos aquellos norteamericanos progresistas no iba a dar la cara tras el severo repaso de Donald Trump en las urnas y tuvieron que esperar al nuevo día para que pronunciara unas primeras palabras.

Toda vez se calmaron los sentimientos, con el resultado aún en proceso de digestión tras un día de reflexión, volvió al lugar de los hechos. El mismo donde preveía un discurso triunfal tras ser coronada como la primera mujer -y negra- presidenta de los Estados Unidos de América. El sueño americano elevado a la enésima potencia, pero la pesadilla republicana la despertó de manera abrupta. Antes de dar la cara, telefoneó a Trump para felicitarle por el triunfo y demostrar mayor altura política que la que tuvo su adversario en 2020. Tuvo tiempo, eso sí, para enviarle una puya en este sentido: “Aunque admito la derrota electoral, no admito la derrota en la lucha por la libertad, la oportunidad, la justicia y la dignidad de las personas”.

Aunque admito la derrota electoral, no admito la derrota en la lucha por la libertad, la oportunidad, la justicia y la dignidad de las personas

Dardos a Trump

Palabras bonitas que a duras penas alimentaban el ánimo alicaído de la turba demócrata, que no podía contener las lágrimas motivadas por la sombra que envolverá a sus preciados Estados Unidos durante los próximos cuatro años. Recordó a Trump, con este gesto, que todos los candidatos deben “aceptar los resultados de estas elecciones” y a comprometerse a una “transición de poder pacífica”. La vicepresidenta expuso que es este el factor diferencial de una democracia frente a una “anarquía o tiranía”, por lo que “cualquiera que busque el poder debe respetarlo”.

En resumen, Harris recurrió al manido “no es el resultado que esperamos” mientras se dirigía a su gente, coronándolo con un mensaje de esperanza pese a lo que asoma en el horizonte: “La luz de la promesa de Estados Unidos seguirá brillando si no nos rendimos”. “Uno de los fundamentos de la democracia estadounidense es que, cuando perdemos elecciones, aceptamos los resultados. Ese principio distingue la democracia de la tiranía”, profundizaba Harris, en clara alusión al futuro inquilino de la Casa Blanca. Aprovechó la coyuntura para recordar al pueblo americano que “no debe lealtad a un presidente, sino a la Constitución” del país; evocando así las palabras de Trump que indicaban sería “un dictador” sólo el primer día de su vuelta al Despacho Oval.

Aún con todo, Harris no renuncia al “espíritu de lucha” que cimentó su campaña. Admitiendo su derrota, se dirigió “a la gente joven” que la escuchaba y que pudiera sentir “tristeza y decepción” para recordarles que “vamos a estar bien” y que, en ocasiones, “luchar por lo que se quiere necesita tiempo”. “Eso no quiere decir que no vayamos a ganar. Lo importante es no rendirnos”, pronunciaba Harris, como si de un general que alimenta el orgullo herido de sus tropas en el campo de batalla se tratara. Esta derrota, continuaba, ha de ser un punto de inflexión para los demócratas. Un momento para “organizarse, movilizarse y seguir implicados, por el bien de la justicia, de la libertad y del futuro” que pueden construir juntos.

Felicitaciones al ganador

Unas horas antes, los peces gordos del Partido Demócrata descolgaban sus teléfonos con espíritu deportivo para felicitar al vencedor. Harris hizo lo que no hizo su rival en 2020 y se recuperó la tradicional felicitación entre candidatos. En la conversación, la vicepresidenta hizo hincapié al futuro presidente en la necesidad de aquilatar una “transición de poder pacífica” y de gobernar “para todos los estadounidenses”. Al menos así lo precisaron altos cargos del equipo de campaña de la exsenadora.

Y es que precisamente este es el gran temor de los demócratas. Consideran que el panorama es desolador después de este 5 de noviembre, donde no sólo perdieron las presidenciales, sino también sufrieron el castigo del pueblo en las legislativas. Los demócratas perderán la mayoría en el Senado y todo apunta a que los republicanos contendrán el ímpetu que se presuponía a sus rivales en la Cámara de Representantes. Así, Estados Unidos se adentra en un cuatrienio de control total de las instituciones por parte de un magnate que ya avisó de que utilizaría el poder para vengarse de sus enemigos; pues hay que precisar que también el Tribunal Supremo está bajo su dominio.

El candidato republicano, que también fue felicitado por el presidente saliente Joe Biden, aludió en su campaña sobre esta “retribución” contra sus rivales políticos. Un abanico en el que se encuentran también los medios de comunicación y, por supuesto, los cargos de la oposición. Amenazas a las que se sumaba el recordatorio de que será un “dictador” en el primer día de regreso a Washington. No obstante, su primera gran medida será una gran operación de deportaciones de inmigrantes en situación irregular.

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