La cumbre de la OTAN ha dejado una imagen clara: España no cede a las presiones externas, por muy ruidosas que sean. La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, ha respondido con firmeza a las advertencias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien amagó con una “guerra comercial” contra España si no se comprometía a elevar su gasto militar hasta el 5% del PIB. Un mensaje que, lejos de intimidar, ha sido recibido con rechazo desde diversos sectores del Gobierno y sus aliados parlamentarios.

España es soberana y no admite amenazas de nadie”, afirmó Díaz, dejando claro que el rumbo de la política de defensa no se va a dictar desde Washington, y menos aún por la voz de un líder extranjero caracterizado por su tono beligerante y su visión unilateral de las relaciones internacionales. En un mensaje en la red social Bluesky, la líder de Sumar remarcó que el Ejecutivo no tiene entre sus prioridades aumentar el gasto en defensa, sino el gasto social, y que su compromiso es con el pueblo español.

Este posicionamiento ha sido compartido por otros representantes políticos, como el diputado de Compromís, Alberto Ibáñez, quien ha señalado con rotundidad: “No somos su patio de atrás. La política de defensa se decide aquí, no por un yanqui autócrata”. La expresión, cargada de crítica directa, recoge un sentir que va más allá de lo ideológico: el rechazo a que España subordine su política exterior y presupuestaria a las exigencias de un líder que ha hecho del chantaje y la confrontación sus principales herramientas diplomáticas.

El espacio político de Sumar ha ido incluso más allá y ha celebrado como una victoria política la negativa de España a alcanzar ese umbral de gasto militar. “Dijimos que no a las exigencias de Trump y hoy se oficializa que nuestro país no aumentará el gasto militar. Vamos a por otro modelo de seguridad. A coordinar recursos y capacidades europeas para enfrentar lo que nos amenaza: la desigualdad, la pobreza y la emergencia climática”, subrayaron en redes sociales. Una visión de la seguridad que se aleja de los parámetros clásicos marcados por la inversión en armamento y tropas, y que apuesta por una redefinición más social y humana de lo que implica la protección de un país y sus ciudadanos.

Mientras tanto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha celebrado como un “éxito” el consenso alcanzado en la cumbre de la OTAN, que establece un compromiso del 2,1% del PIB en gasto en defensa. Una cifra alineada con el consenso europeo, pero lejos del 5% exigido por Trump. Sánchez, además, aprovechó la ocasión para lanzar una crítica indirecta al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, insinuando que este habría aceptado “el absoluto error” de plegarse a las demandas de Washington.

Desde Sumar se ha confirmado que esta posición no es improvisada. Ya se había pactado con Moncloa que cualquier incremento sustancial del gasto militar sería inasumible para el socio minoritario del Ejecutivo. De hecho, señalan que el 5% nunca fue una posibilidad real: era, desde el principio, una línea roja.

La actitud del presidente estadounidense vuelve a dejar en evidencia su estilo intimidatorio y maximalista, poco compatible con la diplomacia multilateral y la lógica de la cooperación entre aliados. Trump, fiel a su retórica agresiva, ha optado una vez más por la amenaza antes que por el diálogo, buscando imponer su agenda en vez de construir consensos. Pero esta vez, España ha dicho no.

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