La presencia de Pedro Sánchez en la comisión de investigación sobre el caso Koldo en el Senado fue milimétricamente calculada: tanto en la fecha, caprichosamente elegida para proteger a Carlos Mazón de la reprobación moral que las víctimas de la DANA le infligieron en el funeral de Estado por el primer aniversario de la tragedia; como en las formas, con un PP que pretendía que la encerrona en la Cámara Alta sirviese de antesala a una demanda en los tribunales derivada de las respuestas del presidente. “Si miente, servirá de prueba. Si dice la verdad, también”, vaticinaban desde Génova en las horas previas a la cita parlamentaria. 

Más que un presagio, este relato, horneado en la planta séptima de la sede de los populares, era un deseo. Los nervios dentro del seno del equipo en el Senado de los de Feijóo se hicieron evidentes desde el minuto después de que el presidente de los populares anunciase la citación durante una sesión de control en el Congreso de los Diputados. El reto era evidente, pero el riesgo también. Que Pedro Sánchez saliese reforzado de la investigación en el Senado era un hipotético que no se podía descartar, por lo que escoger a un buen senador capaz de poner en aprietos al líder del Ejecutivo era una obligación. 

En la terna desfilaron nombres como Alfonso Serrano, número dos del PP de Isabel Díaz Ayuso; Luis Santamaría, inventor del término “tardosanchismo” o Rocío Dívar, una de las dirigentes más interesadas en vincular a Pilar Alegría con los prostíbulos y las saunas. Finalmente el escogido ha sido Alejo Miranda, senador por Cuenca que cuenta en su currículum con el honor de ser el artífice del hospital Isabel Zendal durante su periplo como director general en la Comunidad de Madrid de Inversiones y Desarrollo Local y de Infraestructuras Sanitarias.

No obstante, y pese a la preparación, la dedicación y las portadas de sus satélites mediáticos centradas en caldear esta cita, Génova ha sido incapaz de controlar las cosas del directo: del rifirrafe con el presidente de la comisión, Eloy Suárez, a las evasivas del presidente o los nervios de senadores como Ángel Pelayo (Vox) o María Caballero (UPN), incapaces de percutir en el objeto de la investigación al desviarse en debates estériles como la ilegalidad del estado de alarma, los pactos con EH Bildu, las “lágrimas de cocodrilo” durante el funeral de la DANA, el bulo sobre la transexualidad de Begoña Gómez, las cloacas del Estado o la necesidad de convocar elecciones anticipadas. 

Tampoco la corrupción ha servido para atacar al líder del Ejecutivo. Sánchez, mucho más tranquilo que sus interlocutores, ha hecho gala de sus dotes como orador para cumplir a la perfección con el guion diseñado por su equipo: “Esto es un circo (…) Esta es la comisión de la difamación”, ha llegado a repetir en sucesivas ocasiones el presidente, quien, empecinado en quitar peso a esta investigación, no ha dudado en enfrentarse en varias ocasiones al encargado de moderar las cerca de cinco horas de sesión, Eloy Suárez. 

De esta forma, y haciendo del cara a cara su principal virtud, Sánchez aderezaba sus acalorados debates -de una forma mucho más tranquila conforme avanzaba la mañana- con defensas cerradas del PSOE y de su persona: “El PSOE es un partido que tiene una financiación absolutamente legal y regular”, arrancaba. “En mi caso, estoy seguro de que he liquidado gastos, siempre de forma regulada y contrafactura, con dinero en efectivo. No es lo mismo el dinero negro que el dinero en efectivo”, añadía.  

Una aseveración, la del dinero negro, que marcaría buena parte de la dirección argumental de Pedro Sánchez, focalizado en recordar la corrupción histórica que ha azotado al PP -desde la sede nacional hasta la familia de Isabel Díaz Ayuso-: “Voy a decirlo claramente. A mí no me han repartido dinero en efectivo escondido en cajas de puros”, ha sido uno de los numerosos ejemplos utilizados por el presidente para recordar las “magdalenas y bizcochos” del PP y contraponer sus números con el de las “chistorras, las lechugas o los soles” del caso Koldo: “Gürtel solo hay una y está en la calle Génova”.

Del masaje…

Las cinco horas de sesión en el Senado, superadas por la mano izquierda con el control de los tiempos de Eloy Suárez, presidente de la comisión, han sido tiempo suficiente para que la sala Clara Campoamor haya presenciado momentos de todo pelaje: desde la desquiciada prosopopeya de Vox hasta los excesos jabonosos en el agradecimiento de algunos ‘grupos amigos’: “Nos une el amor a Canarias y a la fantástica isla de La Gomera”, se intercambiaba el presidente con el senador Fabián Chinea, por la Agrupación Socialista Gomera. “Usted comparece aquí antes que Mazón en la comisión de la DANA”, arrancaba Enric Morera, de Compromís, dejando claro que sería un intercambio sencillo. 

El ‘masaje’ parlamentario, que ha permitido al presidente durante varias horas jugar en campo propio, con la grada a favor, ha acabado con Junts y el PP. La derecha catalana lo hacía alejando el objeto de la investigación, y advirtiendo al presidente de que su legislatura ha alejado a socios como ellos de la aritmética parlamentaria que sigue dependiendo de forma clara de los de Puigdemont. 

Acabado el debate fabricado en Waterloo, sobre los números del Congreso y la dificultad que atraviesa la legislatura tras el cónclave de Perpignan (Francia), llegaba el momento más esperado de la cita: el cara a cara con Alejo Miranda, senador del PP encargado de enfrentarse e interrogar al president. 

… al tiroteo

Empiezo con tres apreciaciones: la primera es que nosotros respetamos su presunción de inocencia, la de su mujer, la de su hermano, la de Koldo, la de Ábalos y la de Cerdán; la segunda es que yo no voy a entrar en su juego: yo pregunto y usted responde; y la tercera es que usted a mí no me conoce de nada. Igual sabe lo que le dicen sus 948 asesores o lo que le digan los dossiers de ministros como Puente o sus asesoras de fontanería. Lo que no sabe es que yo estuve en una UCI enganchado a un respirador que respiraba por mí. Mientras muchos como yo tratábamos de sobrevivir, los suyos se hacían de oro”, remachaba Miranda en su primera intervención. 

Una declaración de intenciones que el líder del Ejecutivo capeaba con dos acusaciones: la primera, leída en la sala Clara Campoamor, no era suya, sino de Pablo Casado -cuando el otrora presidente del PP denunció el cobro de comisiones por parte del hermano de Ayuso-; la segunda, sobre la creación del Hospital Isabel Zendal, con contrataciones que Sánchez ha puesto en duda y que afectaban directamente al senador popular al ser el máximo encargado de poner en pie ese centro.

Este primer ‘careo’, aderezado con golpes en la mesa de uno y otro lado en señal de aprobación, seguía con varias polémicas más: del hermano de Sánchez al estado de alarma o el señor Ábalos como uno de los plenipotenciarios de la gestión de la pandemia. “¿Le cesó usted por corrupción?”, atacaba Alejo. “Fue por motivos políticos”, insistía Sánchez, provocando un intercambio que acababa con preguntas basadas en recortes de prensa de ‘The Objective’: “Entiendo que para ustedes eso es la biblia, pero si lo basan todo en tabloides…”, reprochaba el líder del Ejecutivo.

Mismo sarcasmo que el utilizado con la delegación madrileña del PP, a quien Sánchez se ha empeñado en retratar como método para ridiculizar a Miranda, dependiente de Ayuso. Para ello, el presidente no ha dudado en hablar de las comisiones de Tomás Díaz, hermano de la presidenta regional, o Alberto González Amador, pareja sentimental de la baronesa encausado por varios delitos, entre los que figura un fraude fiscal reconocido de cerca de 350.000 euros. 

Y así, entre comisiones de ida y vuelta, repasos del libro de familia e incluso frases de Sabina, el tiempo se consumía entre preguntas sobre Venezuela ("¿es una dictadura o no?"), el juez Juan Carlos Peinado ("¿sigue pensando que es un 'facha con toga'"? o el decoro parlamentario ("se las lleva dobladas"). Un alto nivel de ingredientes, ninguno esclarecedor, que Eloy Suárez soportaba mirando la hora y deseando que acabase (por más que se viese obligado a alargar más allá del 93 una sesión con más ruido que certezas). 

Sobre las certezas, solo una sobrevolaba la sala Clara Campoamor, aunque más por lo extraña de la petición que por la repercusión de la propuesta: “¿Aceptaría usted un ‘careo’ a tres con Aldama y Ábalos?”, proponía el PP. “Para ver quién miente”, sentenciaba Miranda, que aprovechaba sus últimos minutos para vaticinar que Sánchez, como otros antes, acabaría siendo rechazado por los que ahora le aplauden. 

Un presagio que daba pie al discurso final de Pedro Sánchez, quien destinaba sus últimos minutos a recordar las labores del Gobierno contra la lucha por la corrupción: “Estos son los hechos, la realidad; lo demás es su circo, un inmenso bulo construido sobre recortes de prensa y una caza de brujas basada en esconder la buena marcha del país. Esto no tiene nada que ver con comisión ni con investigación. Pero, ¿saben qué? Pese a que los titulares ya los traen hecho, los españoles saben distinguir esto de la corrupción sistémica del PP que acabó con la moción de censura de 2019”, sentenciaba el presidente.

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