En 2008, después de la segunda derrota electoral consecutiva del Partido Popular en las elecciones generales, mi amigo Graciano Palomo publicó el libro Rumbo a lo desconocido (Historia secreta de los años más convulsos del PP).

Hablaba de Mariano Rajoy Brey y de quienes aspiraban a ocupar su sillón: Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre y Rodrigo Rato. También aparecía en la portada Francisco Camps. Un Partido Popular que entraba en barrena, con los cuchillos volando sobre las cabezas de todos y un futuro incierto. Pero llegó la crisis global y, con ella, una nueva oportunidad para la derecha. Un balón de oxígeno en forma de victoria anunciada en las elecciones de finales de 2011. Volvían los años de vino y rosas para los populares, pero esta vez, empezaban a verse algunas costuras. Caía Camps, que ya no engañaba a nadie con una trama que iba mucho más allá de tres trajes y se producía el ascenso a los cielos y la caída de Ruiz-Gallardón, preso de un giro hacia la ultraderecha, que hoy lamentablemente no sorprendería, pero que en ese momento era inviable.

Todo era un espejismo y convertía en premonitorio el libro de Palomo. Los cinco personajes de la portada están retirados de la política y, la mayoría de ellos, de muy mala manera. La moción de censura de Pedro Sánchez retiró a Mariano Rajoy Brey, que esta misma semana fue señalado por la brigada política como responsable de las llamadas cloacas del Estado. Esperanza Aguirre fue imputada. Rodrigo Rato acabó en la cárcel y Camps sigue con causas pendientes. Vamos, que se han quedado en cuadro.

Vía libre para Pablo Casado y su torpe estrategia. Después de obtener los dos peores resultados de la historia para su partido, no hay grandes rivales internos a la vista. Pero el hundimiento llegará si sigue empeñado en una estrategia equivocada. Todo indica que no rectificará. Y allí, sentado en la puerta de su casa, está Alberto Núñez Feijóo esperando ver pasar el cadáver de su enemigo.

La debacle de Ciudadanos podría ser aprovechada por el PP y todo parece indicar que los naranjas acabarán absorbidos y desaparecidos dentro de los populares. De hecho, ya hay conversaciones para presentarse juntos en Cataluña. Pero integrar a los dirigentes de un partido no es lo mismo que integrar a sus votantes. Y a río revuelto, ganancia de Vox.

Parece que todo acabará con un “ni fueron felices, ni comieron perdices, porque allí donde haya ministros, un final feliz es imposible”, como dijera Berlanga en La escopeta nacional.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com