Cualquier resquicio es bueno para volver al redil. Sobre esa máxima se cimienta la estrategia de Podemos, especialmente desde la ruptura total con Sumar. Los morados quieren sacar la cabeza, para algunos quizás a base de codazos. En el espacio a la izquierda del PSOE no hay hueco para todos y la formación que dirige Ione Belarra busca priorizar su regreso a lo más alto del espacio, con choques constantes tanto con los socialistas como con Sumar y el posible relevo de Yolanda Díaz, que también buscará recoser los harapos del espectro. El fin está claro, independientemente de que el camino conlleve incluso asumir el discurso del Partido Popular o calificar a Pedro Sánchez como el “señor de la guerra”, acusándole de asumir el incremento del gasto en Defensa que exige Donald Trump.
Por sorpresa y contra todo pronóstico, el presidente del Gobierno compareció ante el país entero para reivindicar la “soberanía” de España dentro de la OTAN. Sánchez expresó el rechazo del Ejecutivo a cumplir con las demandas de Washington, liderando la oposición al magnate estadounidense y sus exigencias belicistas. Pero Podemos, como también hizo el propio PP, niegan la mayor y acusan a Moncloa de “seguir adelante con la mentira”. Las principales espadas del aparato morado, Ione Belarra e Irene Montero, se han esforzado por desequilibrar la batalla por el relato en esa dirección y hacer ver que el acuerdo con Mark Rutte fue a todas luces estético.
El tándem morado busca convertir la indignación que atribuyen al espectro progresista – a la izquierda del PSOE – en votos que conduzcan a la resurrección de un proyecto que muchos dan por amortizado. Especialmente quienes en su día conformaron los cuadros de responsabilidad del partido y se desmarcaron de una deriva que incluso califican como peligroso y caduca. Belarra y Montero han intensificado sus apariciones mediáticas tras el anuncio de Sánchez, precisamente para dibujar a un Gobierno al servicio del imperialismo trumpista al aceptar la declaración suscrita por los miembros de la Alianza Atlántica de situar las partidas militares en el 5%. “La mayor traición a la clase trabajadora”, proclaman desde Podemos.
A la cúpula morada no le valen las explicaciones del Ejecutivo ni tampoco la versión que el propio Rutte transmitió esta misma semana, que en absoluto se corresponde con el “engaño” que sugiere Podemos. Llegan incluso a calificar de genuflexión lo que en realidad ha sido un plante, discursivo y fáctico, ante el presidente de Estados Unidos. Le achacan haber llevado a España a un “régimen de guerra” de manera “ilegítima”. “No hay excepciones. Sánchez mintió y habrá duros recortes sociales para pagar esas armas y hacer las guerras que Trump ordena”, insisten, pese a que el Gobierno antepuso el Estado del bienestar a un nuevo incremento.
Desde fuera del partido, la visión de la situación cambia diametralmente. Incluso para voces que llegaron a estar en lo más alto del organigrama morado y que optaron por alejarse de la deriva que instauraron Pablo Iglesias e Irene Montero. De hecho, creen que este argumentario valida el gasto del 2,1% que acordó el presidente del Gobierno.
En cualquier caso, en declaraciones a ElPlural.com, exdirigentes de la formación progresista creen que sólo les queda agarrarse a la “literalidad” del texto, porque la contraofensiva de Trump les ha dejado “poco carril” para moverse. Una estrategia que consideran poco natural y dirigida a gente “muy hiperventilada”. “Son la izquierda toxica”, rematan.
A la caza de Bustinduy
Los cuchillos morados no sólo vuelan en la dirección del PSOE. También los teledirigen sobre la plataforma de Yolanda Díaz. En las últimas semanas ha emergido con fuerza el nombre de Pablo Bustinduy como el sastre encargado de “recoser” las alianzas a la izquierda de los socialistas. Desde entornos de la izquierda se valora más que positivamente al actual ministro de Consumo, que en tiempos estuvo en la sala de máquinas de Podemos. Su despliegue contra la compañía Ryanair, la persecución a empresas de seguridad o a compañías como Alquiler Seguro y Booking le han puesto en el candelero.
Precisamente su trabajo le ha situado en el epicentro del espectro progresista, pero también en el punto de mira de sus excompañeros. A lo largo de esta semana, Podemos ha redoblado los ataques contra el ministro magenta tras filtrarse como posible sustituto de Díaz al frente de Sumar. Importantes voces del espacio morado comenzaban la cacería con duros ataques o directamente faltas de respeto, como es el caso de Pablo Echenique, quien aseguró que “hay que ser sinvergüenza para hacer lo que hace” Bustinduy.
El que fuera dirigente de Podemos no entiende que su excompañero eleve el tono contra las “cloacas y el lawfare” cuando afectan al PSOE, pero aprovechara los ataques contra Pablo Iglesias para “trabajar con Errejón” para acabar con el ideólogo del partido. De hecho, la orden ha sido la de recordar aquellos movimientos con el exportavoz de Sumar para recordarles sus vínculos errejonistas.
La campaña de acoso no sorprende para quienes ya están fuera del paraguas morado. De hecho, creen que Podemos quiere imponer por la fuerza a Irene Montero para liderar el espacio progresista, pero no aceptan que ese perfil ya no es electoralmente rentable porque “su tiempo ya pasó” y ese es precisamente el problema. Es, en resumen, el modus operandi habitual del partido que ideó Iglesias, que “dispara a cualquiera que asome las orejas”.