Aunque la investigación judicial lleva años abierta aún es pronto para determinar si Eduardo Zaplana es un ladrón o un tipo con una suerte inusual en los negocios. Los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil están seguros de haber reunido suficientes pruebas que demuestran lo primero, pero el expresidente de la Generalitat valenciana y exministro de Aznar defiende que él es un hombre honrado, aunque también es verdad que las cárceles de España están llenas de hombres honrados.

El trasiego de billetes, sociedades y escrituras de propiedad era tal en el hogar de la familia Zaplana que es fácil imaginarlos en un día tan señalado como el de hoy regalándose unos a otros áticos en Altea, pisos en la calle Serrano o relojacos de 20.000 euros. Parece que los pelucos fueron siempre la debilidad del exministro, al que la Guardia Civil llegó a incautarle en su casoplón de Madrid nada menos que 19 de los 31 de lujo que poseía.

Él mismo debió dar las primeras pistas sobre su fortuna cuando públicamente llegó a lucir sin complejos algunos de esos carísimos relojes. A la hora de mostrar signos de riqueza, siempre hubo en el garboso Zaplana una desenvoltura y un atrevimiento que rara vez acostumbran a exhibir los ricos de toda la vida.

Por ahí debieron empezar los guardias a confirmar sus conjeturas. Un tipo que, pese a dedicarse a un oficio tan bajo sospecha como la política, solo vestía impecables trajes hechos a medida debía de esconder algo, es decir, mucho, es decir, muchísimo. Parece, en fin, que escondía una fortuna.

Un señor que acude a un entierro luciendo imperturbable un Rolex de 16.000 euros pese a tener a la Guardia Civil pisándole los talones es un profesional. O bien hay que ser absolutamente inocente, y nadie en esta vida lo es, o bien absolutamente culpable y con muchísima sangre fría para asistir a un funeral –aquel 11 de mayo de 2018 enterraban al expresidente de la Diputación de Alicante Antonio Fernández Valenzuela– luciendo en la muñeca un Blaken Rolex sumergible hasta 100 metros, con cristal de zafiro, bisel giratorio para leer hasta tres husos horarios y un precio de 16.000 euros, y hacerlo además solo 10 días antes de que la Guardia Civil te detenga por cohecho y blanqueo de capitales.

Entre los corruptos españoles y muy especialmente entre los corruptos de la derecha, Eduardo Zaplana vendría a ser el número uno. Lo primero de todo porque todavía no lo han trincado. Aun así, la diferencia principal entre los corruptos de la derecha y los corruptos de la izquierda es que los primeros se hacen ricos cuando roban y a los segundos el expolio apenas les da para salir de pobres.

Si repasamos, así por encima, el patrimonio ilegítimo de los tipos de la derecha que han ingresado en la cárcel o están a punto de hacerlo y lo comparamos con los imputados, encarcelados o condenados de la izquierda, se ve a la primera que no hay color. Y alguien dirá: es que los de derechas ya eran ricos por su casa antes de ponerse a robar. Pero no, no es así.

Prácticamente el único verdaderamente rico que ya lo era antes de ser descubierto con las manos en la pasta es Rodrigo Rato. Ninguno de los demás pollos corruptos del corral conservador era rico, lo que se dice rico, antes de robar: no lo era Jaume Matas, ni Carlos Fabra, ni Iñaki Urdangarín, ni Luis Bárcenas, ni Francisco Granados, ni Ignacio González, ni Francisco Correa, ni Félix Millet, ni Miguel Blesa, ni Jordi-Oriol-Oleguer Pujol, ni Gerardo Díaz Ferrán, ni José María del Nido…

¿Dónde diablos está la profesionalidad de los corruptos de la izquierda? ¿Dónde su patrimonio oculto, sus cuentas en Suiza, sus áticos en Estepona y sus casoplones en Sotogrande? ¿Dónde? Es como si corrupción de la izquierda fuera cosa de aficionados. No solo roban poco sino que además roban mal.

O ni siquiera roban: en el caso de los ERE –que la derecha considera el gran caso de corrupción de la izquierda y su más valioso argumento para compensar política, judicial y moralmente sus saqueos– la justicia no ha encontrado todavía ni un solo socialista que se haya hecho ni siquiera medio rico con el dinero de los parados.

En rigor, el único sinvergüenza con cierto fuste que ha tenido la izquierda ha sido Luis Roldán y tampoco pilló tanto teniendo en cuenta el puestazo que ocupaba como jefe de la Guardia Civil. En un cargo como ese, un Correa, un Bárcenas o un Zaplana se habrían hecho de oro.