El patriotismo de boquilla es una seña de identidad de la derecha española. Es sobreactuación y exhibicionismo. Su falso amor por el país se escenifica poniendo banderas, y cuanto más grandes, mejor. No es más que patrioterismo, que es el alarde excesivo e inoportuno de patriotismo. Defienden símbolos, pero nunca lo que ellos simbolizan. O deberían simbolizar, porque se los han apropiado hasta el punto de convertirlos en un arma de división.

Las nimiedades las convierten en ocasiones en grandes escándalos. No han cesado en sus ataques contra el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, por su supuesta reunión con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, en el aeropuerto de Barajas​. A continuación han trasladado el debate al Parlamento europeo, a iniciativa del grupo de Ciudadanos. Los insultos entre eurodiputados españoles progresistas y de derechas han sido sonados. Y finalmente se ha impuesto la tesis de que las sanciones puestas contra Venezuela “es un tema de norma europea que deben aplicar y controlar los Estados miembros”, o sea en este caso España. Hasta ahí, lo acostumbrado. Pero resulta inaceptable el comportamiento de la patriótica derecha puertas afuera, donde muestra una y otra vez deslealtad a la España que dicen defender.

Con tal de ir contra el actual Gobierno, ofrecen a España como moneda de cambio. Como hiciera el expresidente José María Aznar, en plena crisis global, haciendo lobby en contra del país, desaconsejando las inversiones extranjeras. Ese es su patriotismo.

Una cosa es lograr el apoyo por parte de los grupos afines para debatir, y otra muy distinta es el interés que pueda suscitar el tema de esa supuesta crisis. Una cuestión eminentemente local, que en Europa no tiene consecuencias prácticas.

La que no suele colgar banderas ni competir por ver quién es el que la tiene más grande, es la izquierda. A la hora de la defensa de los intereses comunes de los españoles, suele estar a la altura. Y como muestra, aquella Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en 2007 celebrada en Chile, en la que el Rey Juan Carlos interpeló así al entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez: «¿Por qué no te callas?» fue la frase pronunciada por el rey de España, Juan Carlos I.

En ese momento, Chávez estaba acusando a José María Aznar de haber apoyado el golpe de Estado contra él. No importaba la mayor o menor influencia de Aznar en ese golpe, importaba que se estaba atacando, desde el extranjero, a una institución del Estado español. 

El refranero español es muy rico y muy sabio, y suele explicar la realidad con gran claridad. Obras son amores y no buenas razones, reza uno de los dichos populares. A la derecha habría que pedirle menos patriotismo de hojalata y más hechos. Y ante el ataque indiscriminado en cualquier foro, hay que recordarle que los trapos sucios se lavan en casa. Aunque en el caso que nos ocupa, pese a que la derecha se empeñe en lo contrario, la ropa parece estar muy limpia.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com

@enricsopena