La ruptura con el Gobierno central que Junts escenificó la pasada semana no tiene vuelta de hoja. Hasta hace unos días, los neoconvergentes pivotaban en las negociaciones parlamentarias y se desempeñaban como un agente independiente que daba su apoyo al Gobierno de coalición en las iniciativas que presentaban a cambio de concesiones y promesas. Pero eso cambió cuando los juntaires interpretaron que el acuerdo de investidura se estaba pasando por alto y que era momento de hacer cambiar las tornas retirando el apoyo al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Un movimiento que ha generado un dominó con piezas inesperadas, como que el Partido Popular, tras años vilipendiando a los de Carles Puigdemont, pretenda ahora establecer acercamientos con la formación independentista, valiéndose de los puntos comunes de su ideología y, especialmente, del desapego común que ambos sienten por Sánchez.
Disgustados por no haber visto aplicadas sus exigencias durante la legislatura, los neoconvergentes están ahora abiertos a dialogar con todo el mundo para hacer caer al Gobierno de coalición. Y todo el mundo también es el PP, el partido más fuerte del Congreso, a pesar de que las relaciones entre ambas formaciones hayan sido pésimas durante años. No obstante, la única fórmula que existiría actualmente para poner en peligro la continuidad de Pedro Sánchez en La Moncloa sería una moción de censura. La aritmética parlamentaria funcionaría por la mínima en caso de que Junts diera su 'sí' a este mecanismo, pero tendrían que ser Feijóo y Abascal los que movieran ficha con un candidato de consenso que, de no conseguir destronar a Sánchez, mermaría significativamente la credibilidad de un PP que se encuentra ya en horas lo suficientemente bajas.
Por su parte, los de Puigdemont son optimistas y están decididos a continuar en la senda en la que ya se han enmarcado. "Solo hay que ponerle la guinda al pastel, pero el PP tiene que moverse", exponían a El Confidencial los citados. Y mientras Junts espera al PP, los 'populares' le echan el guante a los catalanes: fuentes del PP exponen, por su parte, que tienen "disposición absoluta a cambiar al Gobierno de España desde ya, con el apoyo de cualquier partido". Los de Feijóo dejan, así, patente que están dispuestos a valerse de quien haga falta para cambiar el Gobierno, posiciones similares a las que le han criticado al jefe del Ejecutivo durante buena parte de la legislatura. No obstante, y aquí es donde se encuentra la verdadera incógnita, es conocido que Junts no quiere apoyar más a Sánchez, pero no se sabe cuál será la decisión de los de Puigdemont ante la hipotética presentación de un nuevo candidato.
El tablero político y sus fichas
A quien no se puede dejar fuera de la ecuación es a los de Santiago Abascal. El acercamiento entre el PP y Junts parece estar más cerca, pero la ultraderecha y sus 33 diputados son clave para que cualquier iniciativa contra el jefe del Ejecutivo prospere. Todos se pasan entre ellos la patata caliente y de momento no se ha concretado nada. Existen contactos discretos, pero nadie confirma ni desmiente nada oficialmente.
Otra ficha a tener en cuenta en el tablero es Alejandro Fernández, el líder del PP catalán, puente entre Génova y Cataluña. Sus relaciones con Alberto Núñez Feijóo son ciertamente tirantes. Fernández considera "imposible" una moción de censura apoyada por Junts porque "recordaría a los clásicos pasteleos" con los neoconvergentes. En este sentido, recuerda que Puigdemont fue nombrado "presidente instrumental" tras el veto de la CUP a Artur Mas. "Creo, sinceramente, que seguirle el juego a Junts y sus debilidades lleva donde lleva", valora el líder 'popular' catalán, que en las últimas elecciones autonómicas quedó en una calamitosa cuarta plaza.
Es aquí cuando salen dos nombres a la palestra: Elías Bendodo y Daniel Siera. El del vicesecretario de coordinación autonómica y local y análisis electoral del PP porque últimamente está viajando mucho a Barcelona, donde ha participado en actos con Fernández, y el del portavoz del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, porque tiene conexiones directas con el propio Bendodo. No obstante, Siera es visto recelosamente en las filas juntaires: "Fue el gran traidor en el ayuntamiento de Barcelona, el que dio los votos a Collboni. Eso no se olvida fácil", recuerdan. Las reticencias son claras y habrán de limarse si se pretende que los contactos lleguen a buen puerto.
El entorno empresarial valora positivamente el acercamiento
Por otra parte, los intereses del empresariado, con el que el PP y Junts se traen buenas relaciones, también han de tenerse en cuenta. El empresariado catalán presionó a Illa y a Puigdemont para que colocaran afines en las grandes empresas del Ibex-35 o en organismos reguladores, una estrategia en la que ha sido clave Josep Sánchez-Llibre, presidente del Foment del Treball. Que partidos de corte neoliberal que priorizan el beneficio empresarial por encima de los derechos de los trabajadores mejoren sus relaciones siempre serán buenas noticias para la patronal, por lo que la moción de censura es vista con buenos ojos desde este estamento.
El Gobierno, de su lado, también puede jugar sus cartas: Sánchez quiere poner a Junts entre la espada y la pared presionando a Míriam Nogueras con que si no aprueba el nuevo sistema de financiación autonómica, Cataluña perderá cada año 4.500 millones de euros de capacidad de gasto adicional. Salvador Illa será la punta de lanza que responsabilice a los neoconvergentes de ello. Además, pese a la ya escenificada ruptura, el Ejecutivo ha querido darle un impulso a algunas iniciativas que apoyan los de Puigdemont, como las propuestas de multirreincidencia, ELA, dana y movilidad sostenible. Es la forma de Moncloa de expresar que, por su parte, siguen con la mano tendida al diálogo pese a que los independentistas les hayan dado la espalda.
En definitiva, todo está en el aire en un delicadísimo contexto en el que nadie quiere equivocarse ni dar un paso en falso. Si las tres derechas se ponen de acuerdo, podría haber moción de censura. Si los contactos no llegan a buen puerto y Junts recula o el PP le teme a aquejar electoralmente un nuevo fracaso, la legislatura se agotará. Si ninguna de esas cosas ocurre pero la situación se queda en tierra de nadie, no se puede descartar el adelanto electoral. El rasgo común de todos, los pies de plomo.
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