La acumulación de escándalos que salpican al PSOE, corregidos y aumentados con las denuncias de acoso sexual, ensancha la grieta con los socios que sustentan a la coalición. Los actores del bloque de la investidura – Junts, al margen – llevan un tiempo lanzando advertencias al Gobierno, urgiéndole a redoblar su apuesta social para frenar la cada vez más plausible opción de un cambio de signo en el Palacio de La Moncloa. Pero la sensación de desasosiego crece. Todavía no hay nadie que se mueva del encuadre, pero cada vez reclaman más firmeza, contundencia y transparencia ante el “peligro” acuciante que corre la legislatura. El PNV ha sido el último en elevar ligeramente el tono, junto con un nuevo toque de atención del socio minoritario de la coalición. No hay visos de ruptura todavía, pero ya airean en público su malestar y su preocupación ante un Ejecutivo “desnortado”.
La tensión se palpa en el ambiente. No sólo en Ferraz o en Moncloa, también en el Congreso de los Diputados. El nerviosismo entre los socios del bloque de la investidura es más que evidente. No son pocas las advertencias que colecciona el Gobierno, que se han multiplicado en este periodo de sesiones. El portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Gabriel Rufián, es una de esas voces que no teme a hacer pública su preocupación y que en reiteradas ocasiones ha puesto la ruptura encima de la mesa en el supuesto de que los casos de corrupción que salpican al PSOE escalen a cotas más altas del organigrama gubernamental o socialista. También, consciente de la situación, afila la crítica a un Ejecutivo al que dibuja como poco ambicioso. Dio buena prueba de ello este mismo miércoles, en una sesión de control al Gobierno en la que recriminó a Pedro Sánchez la falta de equilibrios entre lo macro y lo microeconómico. “A la gente no le llega”, lanzaba, a modo de recordatorio de que la izquierda no puede quedarse en la superficie y debe mejorar el escudo social frente a los discursos de la ola reaccionaria y la presunta corrupción.
De ese hilo precisamente quiere tirar Junts. Los neoconvergentes ven al Gobierno en su momento de mayor debilidad y apuestan por elevar sus máximos para sacar tajada. De hecho, tanto es así, que este mismo viernes su portavoz en el Congreso de los Diputados, Miriam Nogueras, aprovechaba la coyuntura para reclamar a la Esquerra de Rufián un frente común para redoblar la presión sobre Sánchez y forzar concesiones a Cataluña. La juntaire cree que han de convertir esa fragilidad en la fortaleza del independentismo, pero el llamamiento a los republicanos ha caído en saco roto y así se lo hacía saber a través de X – antes Twitter –, cuyo portavoz ha resucitado dos intervenciones públicas suyas en las que urgía a los neoconvergentes a dejar de mercadear con mensajes “tóxicos” como que en la Carrera de San Jerónimo no se legisla para Cataluña.
El PNV sube el tono
Pero batallas intestinas del independentismo catalán al margen, la posición de Rufián es compartida por el resto de actores del bloque. Desde EH Bildu se adhieren a los republicanos para forzar al Gobierno a echar el resto en el apartado social. Especialmente en materia de vivienda, como hicieron en el último Pleno de este periodo de sesiones. Lo mismo que un BNG que, además de presionar al Gobierno para motivar la dimisión del presidente de la Diputación de Lugo, José Tomé, por presunto acoso sexual, insta al Partido Socialista a dar un paso más y reclaman “hechos” para poner pie en pared ante los “problemas crecientes” de los de Pedro Sánchez con la corrupción.
A este barco se asoma el PNV, que siempre se ha movido en la moderación más absoluta y sin sacar el pie del tiesto. Sin embargo, este viernes, los jeltzales han trazado ya su línea roja e incluso hablan de que si la situación escala a niveles del Partido Popular en 2018, actuarán conforme a lo hicieron entonces. Así lo aseguraba la portavoz de los nacionalistas vascos en la Carrera de San Jerónimo este mismo viernes, advirtiendo de que la oleada de titulares genera un peligro “cada vez más grande” para la legislatura y acusa al Gobierno de ofrecer una imagen “desnortada”. Admite, además, que el nerviosismo no sólo se circunscribe a los socios parlamentarios, sino que el temor crece también entre las mujeres del PSOE que no entienden “qué está pasando”.
Aunque la portavoz parlamentaria de los jeltzales, Maribel Vaquero, insiste en que su posición no es de ruptura sino de responsabilidad institucional, avisa de que si la corrupción cruzara un límite ético similar a la retirada del apoyo a Rajoy, los nacionalistas vascos repensarían su posición como ya hicieran ante la sentencia de la Gürtel. Aun con todo, la situación actual no requiere – percute – de medidas dramáticas, pero demanda – al igual que el resto de socios – una respuesta contundente, clara y orientada a la restauración de la confianza tanto internamente en el PSOE como para el bloque de los aliados de Sánchez. Así las cosas, recuerda que es el presidente quien “tiene el botón” del adelanto electoral, pero también quien debe demostrar que tiene plenas capacidades para reconducir la crisis antes de accionarlo.
¿Y en Moncloa?
En el fuero interno de la coalición no cambian las aguas. Es más, se enturbian. Con Sumar en plena pugna por liderar el espacio a la izquierda del PSOE en el nuevo ciclo electoral, su máxima representante en el Consejo de Ministros, Yolanda Díaz, ha elevado el tono como nunca antes. La vicepresidenta segunda, en una entrevista concedida a Al Rojo Vivo, aseguraba que el Gobierno no puede “seguir así”, inmerso en un “insoportable” clima de “corrupción” y la proliferación de escándalos de acoso sexual que envuelven a las siglas del socio mayoritario. “Se acabaron las reflexiones y los cambios cosméticos. Toca actuar”, espetaba la también ministra de Trabajo.
Díaz admitía que este es el mensaje que también ha trasladado al propio Sánchez en estos últimos días. La ministra magenta subrayaba que el acopio de titulares es “grave” e insiste en que el PSOE debe actuar ya ante el “deterioro mayúsculo” de la coalición progresista. “Basta ya”, exhortaba la ministra de Trabajo, al tiempo que ponía sobre la mesa una “reformulación” del Gobierno como una de las posibles vías de escape a esta crisis. “Si yo fuera presidenta, estaría compareciendo. Estar callados no ayuda. Tienen que dar explicaciones”, abrochaba la vicepresidenta segunda, con una dureza inusual.
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