Democracia, Transición, Consenso y Memoria. Son las principales aristas que han tejido el discurso de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, en el 47º aniversario de la Carta Magna, cuya intervención ha supuesto una apelación más que directa a velar y blindar el modelo social y europeo que España ha construido desde hace ya cinco décadas, tras la muerte de Franco y los complejos pasos subsiguientes. Ante el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y las principales autoridades del Estado, expuso que el contexto actual presenta una serie de retos que requieren de “consenso, diálogo y ambición democrática”. En definitiva, un cóctel de todo lo positivo que salió de la Transición.

Armengol abrió fuego con otra efeméride que engarza con este Día de la Constitución: los 40 años de la adhesión de España a la Unión Europea y que se cumplirán el próximo 1 de enero. Fechas señaladas en la historia reciente y que nacieron de un espíritu similar: “Entendimiento, consenso y trabajo en equipo para lograr el bienestar colectivo”. Así, subrayó que este 2025 ha sido un curso trufado de conmemoraciones que obligan a los principales actores políticos y sociales a tomar perspectiva con el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco y, por ende, el fin de la terrible dictadura. Una oscuridad que dejó paso a la luz de la democracia y del periodo de libertad y progreso más largo de la historia de España.

De ahí, que Armengol pusiera el acento sobre el papel de Europa como “puerto democrático” durante el periodo de la Transición, que no fue sino un horizonte que permitió a la sociedad española caminar sin descanso hacia las libertades. En apenas diez años – recordaba -, el país pasó “de la dictadura a las elecciones libres, de no tener derechos a construir al Estado del Bienestar” e incluso de mirar al proyecto común europeo a “formar parte” de él. Un proceso que se edificó sobre un “curso intensivo de negociación, cesión y pacto” que debe seguir siendo el ADN de la política actual.

Contra los "ecos totalitarios"

Un mensaje que encaja con el cada vez más poderoso – y peligroso relato – reaccionario que pone en cuarentena los valores democráticos. Frente a ellos, Armengol esbozó que España se ha convertido en un referente europeo no sólo en cuestiones sociales como la igualdad de género, sino también en términos de “sostenibilidad, transición energética o políticas migratorias” que orbitan en torno a los “derechos humanos”. “Hace 50 años queríamos entrar en Europa y ahora somos Europa”, resumía la presidenta del Congreso, que aprovechaba para reivindicar los valores comunitarios de igualdad, solidaridad y redistribución que han arraigado en la sociedad española y definen su progreso.

Armengol siguió el hilo conductor del europeísmo hasta la arquitectura constitucional española, exponiendo que muchos derechos esenciales como la igualdad ante la ley, la redistribución de la renta, protección de la salud, pensiones, cultura y o medio ambiente, articulan el mismo eje democrático. De ahí, que sea indispensable – precisó – evitar que la Constitución se atornille a su concepción y pueda evolucionar con arreglo “a la sociedad que somos”, tal y como ocurrió con la reforma del artículo 49 de la Carta Magna y que sitió a las personas con discapacidad en el epicentro de una Ley Fundamental moldeada al “siglo XXI”.

Reclamó más ambición democrática para no quedarse en la superficie. Insistió en que en la Constitución tienen cabida “nuevos derechos y nuevas libertades”. En definitiva, “propuestas que beneficien a la mayoría”, recordando que en 2025 se han alcanzado otros consensos relevantes, tales como la renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género o las medidas para atender a pacientes con ELA. Acuerdos que, a su modo de ver, deben ser la norma y no una excepción porque entiende que las Cortes Generales han de ser “un paradigma del diálogo y un espacio del que la sociedad se sienta orgullosa”.

No obstante, hay un ruido creciente – no sólo en España, sino en Europa – que desafía a las sociedades democráticas. Urgencias como la crisis de la vivienda, la desigualdad, la proliferación de los bulos, el racismo, el cambio climático o la violencia machista ponen en jaque los cimientos del entendimiento que nació hace 50 años. A ellos se le suman otros recordatorios de la necesidad de actuar como los incendios del último verano o la DANA del pasado 29 de octubre de 2024. Por ello, urgió a la sociedad a defender los principios democráticos frente a quienes ven “una ventaja en la pérdida de libertades”.

Llamada a los jóvenes

Por ello, dedicó la parte final de la alocución a la juventud, representados en la fiesta constitucional por los alumnos del colegio Vázquez de Mella que han sido invitados al acto. A ellos les recordó que la democracia no es un ente etéreo y resistente al paso del tiempo. No es un legado garantizado, por lo que se ven obligados a “ofrecerles una vida que merezca ser vivida, un espacio de progreso y libertad donde los valores que nos definen no estén en cuestión”. Así, advirtió de que es inadmisible que una generación viva peor que la anterior porque es el mensaje que “podemos permitirnos”.

En consecuencia, urgió a redoblar esfuerzos en “un solo equipo” y con el objetivo de blindar el “bienestar colectivo”; cerrando su discurso con un verso de María Beneyto que, a su parecer, funciona como metáfora del contexto político actual. “Dices que hay niebla, pero no te das cuenta de que, tras ella, sigue el sol”, recitó, antes de percutir en que no hay que detenerse ni acomodarse para evitar que la niebla oculte los avances logrados y, así, seguir construyendo un futuro común.

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