El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acudía este miércoles al Congreso de los Diputados para defender su plan de aumento del gasto en Defensa y esclarecer lo sucedido el pasado 28 de abril, cuando todo el país experimentó un fundido a negro. Sin embargo, otro Pedro estaba también presente en el Hemiciclo. El de la chaqueta de pana en los mítines, el puño el alto para cantar La Internacional, el Peugeot 407 de 2005 para recorrer España y, quizá en mayor medida, el que encara a los “señores con puro”.

No tenía una contienda fácil de librar y el jefe del Ejecutivo decidía rescatar a una de sus múltiples facetas para frenar las pretensiones de aquellos que quieren utilizar el apagón como una suerte de desprestigio para las energías renovables y una oportunidad de resurgir para la energía nuclear, con fecha de muerte pacta en España. “Los que llevan días acusando al Gobierno de no dar información, llevan días dando una solución que, casualidad, coincide con su ideología y los intereses de algunas empresas energéticas que tienen propiedad en las centrales nucleares”, deslizaba Sánchez.

Y es que este posicionamiento tiene una explicación, muy alejada del debate lógico y técnico sobre las nucleares, si se atiende a quién se encuentra detrás de estas plantas. Podría decirse que los de siempre, a los que Sánchez llamaba “de cenáculo y puro”, los propietarios milmillonarios de los gigantes energéticos que también dominan otras fuentes y cuentan con lobbies fuertes que les impulsan. De su lado requieren a representantes políticos para que la fiesta se pague con dinero público y, en España, esa postura la encarna el Partido Popular (PP), Vox y Junts per Catalunya. Derecha y extrema derecha, española y catalana.

A estos, que sin pruebas y desde el primer día han culpado del apagón al Gobierno y las renovables, Sánchez les pasaba por la cara el plumero que se les ha visto estos días. “Solo pontifican con la certeza de quienes no entienden nada porque han vendido su espíritu crítico a un buen pagador”, atacaba directamente, sin dar unos nombres que Gabriel Rufián si quería reflejar el diario de sesiones: “Tellado, Buxadé, Rahola, el abogado de Puigdemont (Boye)”.

Desconfíen de quien les dice que esto va de renovables o nucleares”, pedía Sánchez a la ciudadanía. El objetivo que persiguen, arrojaba el presidente del Gobierno, no es la vuelta de la energía nuclear, sino “que sea la clase trabajadora y no ellos quienes paguen la prórroga de la vida de las centrales nucleares”. El ejemplo más claro que se atrevía a desgranar Sánchez para evidenciar esta tesis es que “ninguna de las empresas ha solicitado formalmente que se prorrogue el calendario de cierre”, fechado en 2027 a través de un pacto con las propias empresas.

Órdago de Sánchez: pagad vosotros la prórroga

Sánchez, acostumbrado a estas prácticas, arrojaba un órdago a “la gente en los cenáculos de Madrid, en la Villa, señores con puro, que tratan de ridiculizar mi proyecto”; a los que están detrás de las grandes energéticas ahora, en 2022 cuando pronunció esa frase y en un margen infinito en la línea temporal. A estos les abría la puerta a una negociación para alargar la vida de las nucleares más allá de 2027 y tan solo les ponía tres reglas que deberían cumplir.

Por un lado, que la prórroga se produzca con “garantías de seguridad para la ciudadanía”; algo que no debería suponer ningún problema para estas energéticas, que reivindican la inexpugnable seguridad de la nuclear. En segundo lugar, que el coste de esta prórroga lo asuman las empresas que posteriormente se van a beneficiar de vender la energía, es decir, “que no se a costa del bolsillo del contribuyente, sino de los ultrarricos que presiden las grandes energéticas y son propietarios de esas centrales nucleares”. Y por último, que se "garantice el suministro eléctrico", algo también sencillo para los defensores de esta energía.

Ya me dirán lo ideológico que es esto: seguridad ciudadana, seguridad en el suministro eléctrico y que lo paguen las empresas, no el contribuyente con una mayor factura de la luz”, resumía Sánchez. El órdago está lanzado y, si es falso que la pretensión de las grandes empresas es “que sea la clase trabajadora y no ellos quienes paguen la prórroga de la vida de las centrales nucleares”, sus mandatarios solo tienen que salir a recoger el guante y plantarse con un mensaje claro: vuelta a las nucleares, nosotros las pagamos.

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