Por motivos obvios Cataluña ha sido objeto de debate y discusión durante esta última campaña electoral. Lo viene siendo desde que el nacionalismo catalán puso sobre la mesa su desafío secesionista. De ahí que convenga prestar ahora atención especial a los resultados electorales del 28-A en clave catalana. Tanto por los resultados globales de estos comicios como por los que ha habido en Cataluña.

En ambos casos se constata una derrota clara, rotunda y muy contundente de las tres derechas. Una derrota aún más espectacular en Cataluña que en toda España: PP, C’s y Vox suman el 42.8% en total, con 147 escaños sobre 350, pero la suma de estos tres partidos en las cuatro circunscripciones catalanas es solo del 20.1%, únicamente con 7 diputados de 48. Las tres derechas harían bien en reflexionar al respecto, sobre todo el PP, que de 5 escaños ha pasado a tener solo 1, el de Cayetana Álvarez de Toledo, responsable personal directa de la debacle catalana de su partido. Ciudadanos, que en Cataluña no ha experimentado crecimiento alguno, a diferencia de lo que ocurrido en el resto de España, se ha limitado a mantener sus 5 escaños anteriores, y la irrupción de Vox ha sido mínima, con 1 solo diputado.

La victoria incontestable del PSOE en el conjunto de España, pasando de 85 a 123 escaños, ha tenido en buena parte su traslación en Cataluña: el PSC casi ha doblado su representación catalana al pasar de 7 a 12 diputados. La tantas veces citada capacidad de resistencia personal y política de Pedro Sánchez ha llegado de la mano de una no menos notable capacidad de resiliencia del PSOE y del PSC. Los socialistas catalanes, a los que algunos de sus rivales y gran número de supuestos analistas habían dado ya por extinguidos, han demostrado tener muy buena salud. La candidatura de Meritxell Batet se ha impuesto en la circunscripción de Barcelona, fundamentalmente gracias al voto del área y la región metropolitana y con un aumento notable, pero por ahora aún insuficiente en la capital. Son de destacar asimismo los incrementos de votos del PSC en las otras tres provincias catalanas, aunque en todas ellas se ha visto superado por ERC. El socialismo catalán sale muy fortalecido del 28-A, con el apoyo de 957.782 votos y, por consiguiente, a solo 56.680 sufragios de diferencia del claro vencedor el 28-A en Cataluña, que sin duda alguna es ERC, con un triunfo mucho más claro en la representación parlamentaria -15 a 12- que en votos, porque la vigente legislación electoral favorece de manera muy especial, tanto en Cataluña como en el resto de España, a las circunscripciones con menor número de habitantes.

Mención muy especial merece el triunfo global de ERC en Cataluña. El viraje hacia la moderación apuntado desde la cárcel por Oriol Junqueras y defendido por todos sus candidatos, un viraje cada vez más enfrentado al radicalismo desnortado de un JxCat sometido a distancia a la obediencia ciega a un Carles Puigdemont huido a Waterloo, ha permitido a  ERC alzarse por vez primera con la victoria electoral en Cataluña desde el restablecimiento de la democracia. Vencedor claro en las provincias de Girona, Lleida y Tarragona, así como de forma mucho más ajustada en el cómputo catalán total tanto en votos como en escaños, ERC ha conseguido al fin su tan codiciado “sorpasso” a lo poco que queda de la CDC pujolista, a pesar que lo cierto es que JxCat ha cosechado un resultado relativamente satisfactorio con la pérdida de 1 único escaño, pasando solo de 8 a 7 diputados y con un descenso únicamente del 1,8% de votos.

La ya más que previsible irrelevancia de JxCat en las Cortes Generales, acrecentada porque algunos de sus diputados electos están en prisión y parece ser que no serán sustituidos, deja a ERC con una gran capacidad de ejercicio para el diálogo, la moderación y la voluntad de transacción y pacto. La simple abstención de los 15 diputados de ERC garantiza ya la investidura presidencial de Pedro Sánchez, e incluso podría llegar a ser innecesaria, con lo cual JxCat puede obedecer de nuevo a Puigdemont y votar junto a PP, C’s y Vox contra la investidura del candidato socialista.

Otro dato muy relevante que se desprende de los resultados del 28-A en Cataluña es que la suma total del voto independentista queda ahora muy lejos de aquel 47 o 48% obtenido por los partidos secesionistas en las dos anteriores elecciones autonómicas. Incluso con el añadido de los 112.894 sufragios recibidos por el llamado Front Republicà (FR), que con ellos no ha obtenido ni tan siquiera un solo escaño, los votos separatistas en Cataluña han sido únicamente 1.624.632, muy lejos, por tanto, de aquellos 2,3 millones de sufragios obtenidos por el conjunto del independentismo en los dos últimos comicios autonómicos. Para llegar a alcanzar esta cifra de votos sería necesario añadirles los 625.835 votos conseguidos por la confluencia catalana de UP, esto es EnComúPodem (ECP), que bajo ningún concepto puede ser conceptuado como un grupo independentista, a pesar que lo haya insinuado en alguna ocasión su principal candidato en estos comicios, Jaume Asens, responsable sin duda en gran medida de que ECP haya perdido casi el 10% de sus votos de 2016 y haya pasado de 12 a solo 7 diputados, quedando sin escaño ninguno tanto en Girona como en Lleida y perdiendo 3 en Barcelona.

Un dato más para la reflexión. La suma de los votos de los partidos catalanes partidarios de un referéndum de autodeterminación queda muy lejos del tantas veces mencionado y nunca demostrado 80%. Como máximo, incluso contando a ECP, alcanzarían un 50%.

En el conjunto de España, y de manera muy especial y concreta en Cataluña, se abre ahora una nueva etapa política. Una etapa de esperanza y me atrevo a decir que de ilusión contenida. Ha llegado finalmente la hora del diálogo, la hora de la moderación y la reflexión, la hora de la negociación y la transacción, la hora del pacto y la reconciliación.

Felizmente superado el grave riesgo institucional, político y social encarnado por el griterío ensordecedor de las tres derechas en sus disputas internas, a Pedro Sánchez le corresponde ahora dirigir y encauzar esta nueva época.