Europa, España y Cataluña han dicho sí a la ley de amnistía. Europa bendijo la amnistía en el Informe de la Comisión de Venecia aprobado el pasado 15 de marzo. Cataluña ha mostrado su apoyo en las elecciones celebradas el pasado 12 de mayo. Y las Cortes Generales la han avalado el 30 de marzo de 2024, por una mayoría cualificada, cuantitativa y cualitativa: la mayoría absoluta de 177 votos favorables, pertenecientes a quince de los diecinueve partidos presentes en la Cámara y procedente de todos los grupos parlamentarios excepto las dos derechas. Y, como quería la Comisión de Venecia, tras un largo debate parlamentario: siete meses y siete debates plenarios –sin parangón en cualquier otra iniciativa legislativa tramitada en nuestro Parlamento hasta la fecha (aunque habría que descontar los dos plenos del Senado dedicados a la ignominiosa patochada del conflicto de atribuciones).

Europa –antaño loada, ensalzada y vindicada pero hoy denostada por contradecir el relato de ruido y furia– ha dicho sí a la amnistía. La Comisión de Venecia proclamó alto y claro que la amnistía asegura la igualdad entre los españoles, preserva la separación de poderes, excluye actos de terrorismo y garantiza la función judicial. Aún más. Europa ha pregonado a los cuatro vientos que la amnistía apuntala “la normalización, institucional y política de Cataluña”. A estas alturas nadie lo duda.

El perdón, los indultos y la amnistía han normalizado la política en Cataluña como se evidenció el pasado 12 de mayo al obtener el PSC 42 escaños –la primera victoria en votos y escaños en cuarenta y cinco años del Partit dels Socialistes de Catalunya. Y no solo: existe mayoría de izquierdas y mayoría no independentista en el Parlament de Cataluña. Se anuncian nuevos tiempos para Cataluña; tiempos de diálogo y de acuerdos, de futuro, reencuentro y progreso,

Nuevos tiempos en Cataluña y también para todos los españoles. El futuro que se abre ante nosotros tiene una deuda de gratitud con los españoles que han sabido ver grandeza y generosidad en el perdón, los indultos y la amnistía: la generosidad necesaria para superar un conflicto que nunca debió quebrar la convivencia ni llegar a los estrados de la justicia. Gratitud para con los españoles que ya empatizaron con esta problemática realidad y con los que lo harán en el futuro cuando comprueben que la amnistía da paso a la Cataluña del diálogo, del acuerdo y del buen gobierno con una meta única: justicia y bienestar para los catalanes.

Sin embargo, para un constitucionalista de profesión, razón y corazón, los antecedentes que han acompañado este alumbramiento resultan bien dolorosos al constatar que el PP ha intentado todo tipo de tretas y ardides protagonizando un bochornoso y dantesco espectáculo de grosera manipulación de nuestras instituciones para oponerse a la tramitación de la ley de amnistía. No han escatimado en estratagemas de todo tipo: desde la pueril exigencia de voto por llamamiento de los diputados hasta la perversa e inútil apelación al transfuguismo; desde una reforma exprés del Reglamento del Senado hasta la más que irresponsable invocación de un quimérico y tramposo conflicto de atribuciones entre el Senado y el Congreso; desde boicotear enmiendas transaccionales en Comisión hasta proponer la ilegalización de los partidos nacionalistas. Para los anales quedará la irresponsable agresión al prestigio del cuerpo de letrados de las Cortes Generales especialmente en el Senado donde llegó a avalarse y tramitarse un disparatado conflicto de atribuciones fundado en una fraudulenta reforma constitucional que nadie en la academia se había atrevido a imaginar. El intento de incendiar las instituciones no ha impedido que en la intimidad el PP valorara el apoyo a la amnistía o descartara que los actos amparados por ella pudieran calificarse como terrorismo. Pura hipocresía.

Finalmente, bajó el telón, el espectáculo acabó y este ejercicio falsario llegó a su fin. Pero muchos interrogantes quedaron en el camino y sin respuesta. Feijóo subió a la tribuna como había hecho en las dos últimas ocasiones en que se discutió la amnistía pero no contestó a preguntas insoslayables: ¿por qué no mencionó la amnistía ni una sola vez durante la campaña catalana? ¿por qué retiraron el conflicto de atribuciones iniciado en el Senado despreciando el supuestamente muy solvente informe de sus letrados? ¿por qué la opinión de Europa ya no es hoy tan importante como lo era hace siete meses cuando se inició la tramitación de la amnistía?

Obviamente, Feijóo no reconoció el desafuero de su estrategia de fractura constitucional y continuó, una vez más, con la matraca del “procés” y la “amnistía” en su carrera desenfrenada por un tacticismo electoral orientado a la captación del electorado de la extrema derecha – engullida en su día por Aznar – inconsciente del riesgo real de acabar devorado por la bestia neofascista que recorre España y Europa y que amenaza un futuro europeo basado en los pilares de la dignidad y la justicia.

Artemi Rallo Lombarte
Portavoz socialista en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y ponente de la Ley de amnistía