A los siete años se emborrachó por primera vez pero su familia se quedó tranquila cuando descubrió que el vino se lo había dado un vecino amigo de toda la vida. A los diez años robó las huchas del Domund a unas niñas, a los 11 fue detenido cuando intentaba hacer el puente a un coche… La vida de Gabriel Montoya Vidal, conocido como Baby o el Guaje entre sus amigos, el Gitanillo para la prensa, es una carrera continua hacia la destrucción.

En su camino se cruzó con Emilio Suárez Trashorras y sellaron su amistad con unos tiros de cocaína. Tenía entonces 15 años. Él le ‘apadrinó’ como traficante y entre negocio y negocio, ambos acabaron metidos de lleno en el 11-M. A Emilio le cayeron 34.715 años de cárcel por estos atentados como colaborador necesario. Baby se libró por ser menor de edad, pero acabó en un reformatorio. 

El reportaje que no cabía en un periódico

Manuel Jabois reconstruye su historia en ‘Nos vemos en esta vida o en la otra’ (Planeta), que acaba de salir a la venta. Se trata de un gran reportaje periodístico que no cabía en un periódico. De hecho, la idea inicial era publicar una entrevista, la primera que concedía Gabriel Montoya, que siempre había huido de la prensa.

"Es la historia de un malo que se convirtió en el tonto útil del mayor atentado de la historia de España"

Baby tenía la necesidad de narrar lo que había ocurrido y Jabois se vio seducido por la historia de este “malo” que se convirtió en una especie de “tonto útil” de la trama que llevó a cabo el atentado terrorista más sangriento de la historia de España. Y lo peor es que no lo sabía pero tampoco le importaba. 

“Todo este relato es un relato natural”, asegura a ELPLURAL.COM Manuel Jabois, que ha querido explicar cómo este chaval, que “no había escuchado la palabra islam ni por casualidad, que a duras penas sabía que se habían producido los atentados de las Torres Gemelas tres años antes, acaba involucrado en el 11-M”.

Conoció a Trashorras cuando dio una monumental paliza a un repartidor de pollos asados. Se convirtió en su mejor amigo. Para él era un “capo de la hostia” y unas cosas llevaron a otras. “No voy a decir que son pasos adecuados, pero sí llevan una lógica. Ese es el verdadero horror: un nihilismo absurdo e irracional que te lleva a participar en algo terrible”.

"Es inquietante porque este chico existe, existió y seguramente existan muchos como él"

Una de las confesiones más impactantes del libro es cuando asegura que no se arrepiente de lo que hizo pero sí de lo que pasó. “Paradójicamente es un agradecido ejercicio de sinceridad, aunque incómodo”, comenta Jabois. Baby tiene claro que ahora no lo volvería a hacer pero no sabe cómo reaccionaría si tuviese otra vez 15 años, con el pensamiento de entonces y las circunstancias en las que estaba metido. “Es inquietante porque este chico existe, existió y seguramente existan muchos como él”, concluye. 

Contesta con un no rotundo a si hubo empatía entre ellos, aunque sí una relación de confianza. “Soy un entrevistador y sin llegar a la impostura o a la sonrisa falsa, me comporto de forma natural y le doy pie para que hable”. 

"Fue Mowly, fue Mowly, la que hemos montado"

El relato sigue un orden cronológico y cuando llega el 11 de marzo, no se habla de lo que pasó en Madrid ni de los trenes, sino de lo que ocurrió en un bar de Avilés. Allí se enteró Baby de que la dinamita que había trasladado junto a Emilio no era para atracar joyerías. Ambos estaban juntos en ese momento . “Eran las nueve de la mañana y en la televisión se mostraban los atentados en directo. El 99% de España, incluido el presidente del Gobierno creen en ese momento que es ETA pero hay dos tipos, uno de 16 años, diciendo fue Mowly, fue Mowly [Jamal Ahmidan, ‘El Chino’, inmolado en Leganés], la que hemos montado”.

"Tiene apariencia de estar rehabilitado, con una pareja y trabajos en precario"

Baby acabó en un centro de menores en Madrid del que no guarda buen recuerdo. Ya nadie le llama Baby, sólo su novia. Ella se enteró de su participación en los atentados cuando se encaró con unos reporteros que querían grabarle. Llegó a asustarse, pero con el tiempo lo aceptó y se marcharon fuera de Asturias.

Sin embargo, él no es el verdadero protagonista de esta historia, sino las 192 personas que murieron en los atentados y que "no salen deliberadamente pero están detrás de cada frase y de cada palabra".

"No hay agujeros negros, conspiraciones ni un golpe de Estado encubierto"

Jabois ha presentado los hechos tal y como son, reconstruidos a través del relato de Montoya y la documentación disponible. "Lo último que me faltaba es llevar a la gente de la mano diciendo dónde están los malos y dónde están los buenos, no tengo por qué estar sobreactuando ni dramatizando escenas", comenta, al tiempo que rechaza la teoría de la conspiración con contundencia. "Hay cabos sueltos pero no son cabos largos como para dudar de la autoría. Yo confío en los tribunales de justicia españoles. No creo que haya agujeros negros, conspiraciones ni muchísimo menos un golpe de estado encubierto después de haber leído toda la información de la que se dispone en la sentencia".