Toda la cultura de la humanidad cabe en una sola palabra: agua. El ser humano siempre ha buscado su compañía a la hora de establecer sus asentamientos y ella es la base de toda la creación humana. Cuidar el agua es proteger nuestra cultura, al hacer un uso responsable de ella estamos respetando nuestra memoria. Por eso no hay cultura del agua, ni antigua ni nueva, porque sencillamente: el agua es la cultura.

Para garantizarnos el acceso seguro y cómodo al agua debemos avanzar hacia un modelo sostenible basado en el conocimiento compartido, el oficio, los recursos tecnológicos, la capacidad de innovación, la experiencia y el trabajo en red.

Éstas son las principales herramientas de un modelo de gestión basado en la eficiencia, la sostenibilidad y el compromiso con la sociedad. Un modelo que ha de permitirnos avanzar hacia una economía circular y autosuficiente y alcanzar un modelo de desarrollo más limpio y sostenible. Todo ello partiendo de una base: el respeto al medio ambiente, la conservación de la naturaleza.

El agua es la sangre de la naturaleza y discurre por sus venas, que son los ríos. Por eso es fundamental proteger la naturaleza para garantizarnos el acceso al agua, a la energía y a los alimentos. Cuidar la naturaleza, proteger el medio ambiente: hace apenas dos décadas estos conceptos empezaron a ganar protagonismo como corriente social. Eran una moda: hoy son una prioridad en las agendas de los líderes políticos y en una de las estrategias básicas de las grandes compañías.  

El cuidado del agua es una de las mayores aportaciones al cuidado del medio ambiente, porque ella es nuestro gran patrimonio común: el agua es de todos y todos tenemos derecho a acceder a ella. Pero también tenemos el deber de protegerla y conservarla desde un uso responsable basado en el ahorro.

En 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció el acceso al agua potable y de saneamiento como un derecho humano universal. Incluido entre los principales Objetivos del Milenio de la ONU para el período 2000-2015, en los últimos años se ha realizado una gran labor al respecto reduciendo notablemente la población mundial que no tiene garantizado dicho derecho. Pero todavía son muchos, demasiados los que siguen sin acceder de una manera cómoda y segura al agua potable.

Este año el lema de Naciones Unidas para celebrar el Día Mundial del Agua (22 de marzo) es “Agua y Empleo” reconociendo la función esencial del agua en la vida del planeta y en todas las actividades del ser humano, desde las económicas a las vinculadas con la alimentación, la salud, la cultura, la lucha contra la pobreza y el cuidado de los ecosistemas naturales de los que depende la vida en el planeta, toda la vida. Porque el agua es todo: todo es agua.