En el número 181 de la Travessera de Gràcia había una sucursal bancaria de Caixa Tarragona, que después cambió el letrero por Caixa Catalunya. 
En el año 2011 se echó el cierre a la sucursal y allí quedó el local, vacío. En ese momento, un grupo de gente (a partir de ahora los denominaremos, para entendernos, "los okupas") comienza a darle uso al local: lo acondicionan y destinan el espacio para organizar actividades culturales (clases de idiomas, danza, teatro, costura todos los miércoles). Lo cierto es que, para hablar de "okupas" deberíamos saber bien a quiénes nos referimos: si a aquél grupo más o menos reducido de personas que iniciaron todo el acondicionamiento y la puesta en marcha del proyecto, o la mayoría del vecindario de Gràcia que acudía a las actividades y colaboraba activamente con el espacio. Es importante señalar esto porque no había queja en el barrio de la actividad, más bien al contrario: los usuarios del espacio valoraban especialmente lo que allí se ofrecía al vecindario y, aunque pueda sonar exagerado, estaban encantados con su presencia. 
Así pasaron tres años, uno detrás de otro (con sus doce meses cada uno y con sus trescientos sesenta y cinco días) y absolutamente nadie reclamó nada a los "okupas". El banco pasó olímpicamente del local, y en el año 2014 lo vendió  a una empresa inmobiliaria (Antartic Vintage), que tiene su domicilio social muy cerquita, en el Paseo de Gracia número 55. 
Cuando la compra-venta del local se efectúa, el adquiriente sabe de sobra que -como se suele decir en el argot inmobiliario- "había bicho dentro". Y a nadie se le escapa pensar que el simple hecho de esta situación supone en casi todos los casos una opción de compra bastante interesante, puesto que si el banco necesita vender el local -y es evidente que la banca necesita deshacerse de todo lo que pueda- bajará el precio todo lo que sea menester para que el comprador le quite "el marrón" de encima. 
El nuevo propietario avisa a "los okupas" de que se terminó "el chollo". Interpone una demanda solicitando por vía judicial el desalojo del local. En el mes de julio de 2014 se dicta sentencia en este sentido, dándole la razón -lógicamente- a Antartic Vintage. La policía avisa al Ayuntamiento de la orden de desalojo y el Regidor, que en aquel momento era el Sr. Trías, sopesa la situación. 
Para el Alcalde de Barcelona no era un buen momento: a punto de comenzar la campaña electoral, lo que peor le podía venir sería un enfrentamiento con un colectivo que estaba muy respaldado por el vecindario y que, además, se enfrentaría con muchísima dureza al desalojo, El conflicto estaba garantizado y Trías no estaba por la labor de meterse en berenjenales. Intermedió con los "okupas" y les ofreció un local municipal para continuar con sus actividades; recibió el no rotundo por respuesta. Y es que hay que entender que después de tres años de acción pacífica, dentro de los valores que defiende este colectivo está el plantar cara al sistema especulativo. Vaya, que era lógico que no cedieran ni un milímetro ante el propietario siendo un banco o siendo una inmobiliaria. 
Trías sopesó la situación y echó cuentas: ¿cuánto costaría el alquiler de un año del local? Unos 60.000 euros aproximadamente. ¿Cuánto costarían los altercados en una sola noche? Lo mismo que el alquiler en un año, y además, se pondría en su contra todo el barrio de Gràcia. Lo vio claro. 
Ya sabía que no volvería a estar al frente del Ayuntamiento, pero con todo el acoso que estaba sufriendo en aquél momento, buscarse más problemas no parecía lo más adecuado. Y, teniendo en cuenta que si se marchaba del consistorio el "marrón" le tocaría al siguiente, pues aquí paz y después gloria. 
Eso si, los "okupas" nunca supieron que "Papá Trías" acudía cada mes al casero a entregarle los más de 5.000 euros por la renta. Porque si se llegan a enterar, ¡a ver cómo lo explican a los vecinos!. Se habrían tenido que ir, por coherencia, ¿o no?
Así las cosas un año después llega Colau a la alcaldía de Barcelona. Es mayo de 2015. Y empieza a descubrir, seguramente, miles de "sorpresas" con las que no contaba. El alquiler a cargo del ayuntamiento del llamado "Banco Expropiado de Gràcia" entre ellas. Y decide cortar por lo sano: a partir del mes de enero de 2016 no se paga ni un euro más de dinero público para mantener ese local okupado. Se llevan a cabo los procedimientos oportunos -avisar al propietario con antelación y demás cuestiones legales, aunque en este sentido se encuentra con alguna "claúsula sorpresa" que Trías había dejado preparada si se daba esta situación- y en enero Antartic Vintage inicia de nuevo la reclamación de desalojo ante los tribunales. 
La Alcaldesa sabía ya, desde enero, e incluso bastante antes, que el follón se armaría en cuanto la policía se presentase a desalojar el local. Pero no hizo lo más mínimo por anticiparse: y resulta curioso, teniendo en cuenta que ella proviene precisamente de estos movimientos sociales. Lo más lógico habría sido ir preparando el terreno con "los okupas"; explicarles que "Papá Trías" les había estado pagando el alquiler, y que "Mamá Colau" no estaba por la labor de mantener aquéllo. Pero prefirió esperar, hasta que le estalló en la cara. 
Cuatro días de batalla campal están costando al pueblo de Barcelona lo equivalente a cuatro o cinco años de alquiler del local. Heridos, molestias a los vecinos y cabreos monumentales en el barrio. Ante la situación de bloqueo, tras el intento por parte de Colau de ofrecerles -como hizo Trías en su momento- otro local municipal, y la negativa de los okupas -manteniendo su posición durante estos seis años-, la alcaldesa ha decidido que sean los vecinos quienes solucionen el entuerto. Que ella se lava las manos, porque no hay manera de intermediar. 
El presidente de la asociación de vecinos del barrio ya se ha ofrecido como interlocutor, y Colau ha enviado a sus emisarios del Ayuntamiento a ver si alguien quiere negociar con ellos. Todo apunta a que este primer conflicto va a costarle un disgusto a la que fuera la imagen del activismo de la ocupación. Ironías de la vida. Sin duda, aquélla que nos hablaba a los demás desde el púlpito de la ciudadanía, denostando que otros creyésemos en la política como herramienta de resolución de conflictos; aquélla que defendía los escraches siempre y cuando a ella no le salpicasen; aquélla que dijo tantas veces "digo" para hoy decir "Diego". Aquélla, es la que hoy es política, demuestra tener menos empatía con el vecindario de la que tuvo el alcalde de Convergencia (tela), y respalda la labor policial aunque les pide, bajito que traten de ser "proporcionados en el uso de la fuerza". 
Solamente falta escucharle decir que quizás se pasó de frenada cuando pensaba que todo el monte era orégano; que la política es fácil y que era muy sencillo criticarlo todo desde fuera sin entender ni respetar los tremendos esfuerzos para mantener la convivencia y la paz social. Con tanto cambio, igual hasta presenciamos una respuesta así. Aunque de momento, sobre la mesa, solamente tenemos un cúmulo de despropósitos.