“¿Puedo hacerme una foto contigo?”. La pregunta, en apariencia inofensiva, puede alterar por completo el momento vital de una persona. Aunque esa persona sea Sarah Jessica Parker y esté acostumbrada a las cámaras, a las multitudes, al culto global de los fans. Aun así, su respuesta en un reciente encuentro casual no fue un sí automático. Fue una invitación insólita: “¿Por qué no hablamos un momento mejor?”.

La actriz, símbolo generacional desde su papel como Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York, ha revelado públicamente que no le gustan los selfies con desconocidos. No es por esnobismo ni por miedo escénico, sino por algo más íntimo: el deseo de que los encuentros humanos con sus seguidores sean reales, no simples capturas de pantalla para redes sociales.

“Me sobresalta”: el vértigo de una cámara sin contexto

Sarah lo explica con calma, pero con firmeza. Cuando alguien se le acerca con el móvil ya preparado para hacer una foto, se siente invadida. “Me sobresalta. Me desconcierta que la cámara sea lo primero. Ni siquiera hemos hablado aún”.

Y no es solo un capricho. Hay algo profundo en esa decisión. Un rechazo a la lógica de lo inmediato, de lo coleccionable, de esa “foto trofeo” que muchos acumulan sin recordar siquiera cómo fue el momento en que la hicieron. Para Parker, el tiempo con un fan vale más que el recuerdo visual. Prefiere que la recuerden por lo que dijeron, no por lo que posaron.

Del “clic” al contacto humano: así actúa cuando alguien se le acerca

Parker cuenta que cuando alguien le pide una foto sin siquiera decirle “hola”, lo primero que hace es ponerle freno: “¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?”. A veces, rechaza la imagen, pero nunca la interacción. De hecho, si el momento lo permite, vuelve sobre sus pasos para charlar con la persona que se le acercó, interesarse por su vida o presentarle a sus hijos si los lleva con ella.

No quiere que la vean como inaccesible, sino como una figura que, por el contrario, busca una conexión sincera, aunque breve, con quienes la siguen y la admiran. La selfie, en su opinión, lo distorsiona todo.

Más allá del glamour: una reflexión sobre los límites

Muchos fans sienten que pagar una entrada, ver una serie o compartir publicaciones en redes sociales les da derecho a una parte del tiempo, del cuerpo y de la atención de sus ídolos. Pero figuras como Parker están empezando a decir basta.

Quieren límites. Quieren relaciones humanas, no coreografiadas. Quieren sentirse personas incluso cuando están en lugares públicos, haciendo la compra o tomando un café. Y están dispuestas a afrontar la reacción de quienes no entienden que su vida privada no es una extensión del personaje al que aman en pantalla.

Lo que plantea Sarah Jessica Parker no es un discurso contra la tecnología ni contra el cariño de los fans. Es un pequeño manifiesto por lo humano: “Prefiero una conversación”, repite. Y en esa frase está toda la revolución. En un mundo donde todo se documenta, que alguien te mire a los ojos y te pregunte tu nombre puede ser el mayor acto de rebeldía.

Tal vez la próxima vez que veas a un famoso y quieras acercarte, piénsalo dos veces. Quizás no necesitas esa selfie. Quizás solo necesitas decir: “Hola. Me encanta tu trabajo. ¿Tienes un minuto?”.

Y quizá, si lo haces así, acabes teniendo no solo una foto... sino una historia.

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