En un Hollywood saturado de franquicias y secuelas, Marty Supreme aparece como una rareza bienvenida: una película original, de época, centrada en un deporte menor y protagonizada por una de las mayores estrellas jóvenes del cine actual, Timothée Chalamet. Pero reducirla a una simple curiosidad sería quedarse corto. Marty Supreme no solo aspira a contar una historia distinta, sino que ha sido concebida y vendida como un artefacto cultural completo, desde su inspiración hasta la forma en la que se ha promocionado.
Antes de entrar en la maquinaria del hype, conviene detenerse en lo esencial: qué película es esta, de dónde nace y qué quiere contar.
Un jugador, una ciudad y una obsesión
Marty Supreme es una comedia dramática deportiva ambientada en el Nueva York de los años cincuenta, una ciudad en plena ebullición social y económica, donde el éxito parecía al alcance de cualquiera… siempre que estuviera dispuesto a pagarlo. Chalamet interpreta a Marty Mauser, un joven competitivo, carismático y profundamente obsesivo que sueña con convertirse en una leyenda del tenis de mesa profesional.
El ping-pong funciona aquí menos como deporte y más como metáfora. Cada partido es una batalla de nervios, ego y supervivencia. No hay épica clásica ni moraleja reconfortante: el protagonista avanza impulsado por una ambición que roza la autodestrucción, en un entorno donde la línea entre el talento y el fraude, entre la genialidad y el delirio, es siempre borrosa.
La película está dirigida por Joshua Safdie, en su primer proyecto en solitario tras el dúo creativo que formó con su hermano Benny. Quienes conozcan su filmografía entenderán rápidamente el tono: ritmo nervioso, personajes al límite, diálogos afilados y una ciudad filmada como una trampa. Marty Supreme se mueve en esa misma lógica, aunque con un envoltorio más clásico y un protagonista con vocación de icono.
El reparto refuerza esa sensación de extrañeza controlada: Gwyneth Paltrow, Fran Drescher, Odessa A’zion o Tyler, The Creator aparecen en papeles secundarios que orbitan alrededor del protagonista, componiendo un mosaico humano tan excesivo como reconocible.
Inspiración real: el fantasma de Marty Reisman
Aunque Marty Supreme no es un biopic en sentido estricto, la película está inspirada libremente en la figura de Marty Reisman, uno de los personajes más legendarios -y excéntricos- del tenis de mesa estadounidense.
Reisman fue campeón nacional, jugador callejero, tahúr ocasional y narrador compulsivo de su propia leyenda. Competía tanto en torneos oficiales como en sótanos llenos de humo, apostando dinero y prestigio en partidas interminables. Su vida, atravesada por el espectáculo, el engaño y la supervivencia, encaja a la perfección con el universo Safdie.
La película no pretende reproducir su biografía punto por punto. En su lugar, toma su espíritu: la idea del éxito como una carrera solitaria, la mezcla de deporte y picaresca, y el Nueva York popular como escenario donde el sueño americano se juega a pequeña escala, pala en mano.
En ese sentido, Chalamet construye un personaje que no busca caer bien, sino resultar fascinante. Marty Mauser es arrogante, brillante, inseguro y magnético. Un protagonista incómodo, más cercano a los antihéroes urbanos del cine setentero que a las estrellas deportivas tradicionales.
Una campaña que no se anuncia, se contagia
Si la película ya era singular sobre el papel, la campaña promocional ha terminado de convertirla en conversación pública. Lejos del circuito clásico de entrevistas y tráilers, Chalamet ha optado por una estrategia mucho más difusa y eficaz: convertir la promoción en performance.
Durante meses, el actor ha vinculado Marty Supreme a una estética reconocible (el color naranja como seña de identidad, guiños retro, referencias callejeras), apariciones calculadas en eventos de moda y una presencia constante en redes que evita el discurso promocional directo. No se trata tanto de “hablar de la película” como de habitar su universo.
En ese contexto surge uno de los episodios más comentados de la campaña: la relación con EsDeeKid, un rapero británico enmascarado cuya identidad real se mantiene oculta. Durante un tiempo, las redes especularon con la posibilidad de que Chalamet estuviera detrás del proyecto musical. El rumor creció alimentado por memes, coincidencias estéticas y el historial del actor coqueteando con el rap en clave irónica.
La respuesta no fue un desmentido clásico, sino algo mucho más contemporáneo: Chalamet apareció colaborando en un remix con EsDeeKid, cerrando el misterio mientras lo convertía en contenido oficial. La maniobra funcionó como síntesis perfecta de la campaña: jugar con la cultura digital, apropiarse del ruido y redirigirlo hacia la película.
Marty Supreme no va solo de tenis de mesa, ni siquiera de deporte. Va de cómo se construyen los mitos, de la necesidad de destacar en un mundo saturado y del precio de convertir la ambición en identidad. Quizá por eso su campaña ha sido tan agresiva y tan extraña: porque habla el mismo lenguaje que la película.