Una lectura honesta pero superficial de ‘El ángel de la paz y otros relatos’ diría que el libro de Mercedes de Pablos, publicado este año en el sello Renacimiento, refleja las esperanzas, los miedos, las contradicciones y, naturalmente, los prejuicios de la que se ha denominado generación de la Transición, la de quienes llegaban a su primera juventud en los estertores del franquismo y estrenaban su primera madurez coincidiendo con los inicios de la democracia.

Sin dejar ello de ser cierto, es más importante subrayar que el talento literario de su autora consigue el pequeño milagro de que cualquier lector de cualquier generación sienta como propios esos miedos, contradicciones, esperanzas y prejuicios. 'El ángel de la paz' no es un libro generacional; o lo es solo en apariencia, pues en realidad nada de lo que en él se cuenta resulta ajeno a lector alguno de nuestro tiempo, tenga la edad que tenga.

Algunas de las piezas de ‘El ángel de la paz y otros relatos’ –el que da título a la colección, ‘La maleta’, ‘Delayed’, 'La mujer duplicada' o ‘Fátima’– exploran, investigan y reflexionan sobre la educación sentimental y política de unos ‘baby boomers’ que se propusieron no ser como sus padres, pero con los cuales, como irían descubriendo ya en la madurez, tenían muchas más cosas en común de las que imaginaron cuando eran jóvenes, modernos e indocumentados. Candorosamente indocumentados.

Tras las peripecias y descubrimientos teñidos a veces de decepción y a veces de amargura de algunas de las y los protagonistas de estos relatos, se adivina una escritora muy segura de sí misma, capaz de manejar con soltura y hasta desparpajo procedimientos narrativos que requieren no poca pericia, como el estilo indirecto, o de bucear con sutileza y perspicacia en las emociones del activista derrotado por el miedo; de la enfermera escandalizada ante la soledad del anciano dejado por sus hijos en lo que antes se llamaba asilo y hoy residencia geriátrica aunque sean la misma cosa; de la madre y el padre separados que se sienten víctimas de una hija adolescente que a su vez se siente víctima de sus progenitores; de la mujer que era un personaje de Saramago sin sospecharlo…

‘El ángel de la paz’, que da título al libro, es quizá el relato más ambicioso por lo certeramente que combina el esbozo generacional de un grupo de jóvenes comprometidos en la lucha política antifranquista con el retrato íntimo, entre descarnado e indulgente, de lo nunca dicho, nunca confesado y nunca admitido ante el espejo. El amor inconfesable por uno de sus camaradas que la activista Eloísa, casi avergonzada de sus sentimientos, mantiene celosamente en secreto ilumina, con una luz cálida y temblorosa, el mundo racional, despersonalizado y confusamente antiburgués de la célula izquierdista. El protagonista del relato es el militante Woody, pero se diría que quien en verdad da brillo, color y consistencia al tejido narrativo de ‘El ángel de la paz’ es Eloísa.

La escritura de Mercedes de Pablos huye de las mayúsculas. No hay énfasis moral, político ni literario en sus relatos, aunque sean relatos inequívocamente morales todos ellos, directamente políticos unos y más explícitamente literarios otros. De Pablos rastrea los sentimientos del otro, su punto de vista, los caminos por los que alguien llega a posiciones radicalmente antagónicas de las nuestras pero no menos bien fundadas que estas.

La suya es una literatura sobre todo moral, y ocasionalmente política en el más noble sentido de la palabra. En realidad, es difícil encontrar buena literatura que inquiete y conmueva al lector en la que lo que se cuenta en ella no transite por ese territorio en apariencia colonizado pero en verdad eternamente comanche que es la moral. El combate a veces manifiesto y a veces invisible y sordo entre el bien y el mal está de un modo u otro presente en ‘El ángel de la paz’, ‘La maleta’, ‘Procusto y el rey Salomón toman café’, ‘Antagonistas’, 'La presentación' o ‘Delayed’.

También lo está, por supuesto, en ‘Secreto de confesión’, donde De Pablos cambia súbitamente de registro para urdir un relato humorístico, costumbrista, desprejuiciado y sobre todo divertido, con ese punto berlanguiano donde crítica social, sarcasmo y benevolencia caminan de la mano y donde no faltan aciertos tan sobresalientes como esta rápida caracterización de cierto personaje: “el hermano de Trini era cazador bien avezado y tenía una escopeta en casa a la que mimaba más que a sus hijos”. ¡Chapó!, Mercedes de Pablos.