Al principio todo fue perfecto. Duolingo y tú os conocisteis en un buen momento: querías mejorar tu inglés, él te ofrecía lecciones gratis, coloridas, fáciles. Era atento, divertido, cariñoso. Te felicitaba por cada logro, te mandaba mensajes de ánimo, te decía “¡lo estás haciendo genial!”. Pero poco a poco, las cosas empezaron a cambiar. Si un día no contestabas, el tono se volvía extraño. De pronto, ese búho verde que te sonreía empezó a reprocharte: “No practicaste hoy”, “Te estás alejando de tu objetivo”, “Hace tres días que no me visitas”. Y así, sin darte cuenta, te metiste en una relación tóxica… con una app.
Duolingo es, básicamente, el ex que no supera la ruptura. Te escribe cuando menos lo esperas, te recuerda lo bien que ibais juntos y te lanza mensajes cargados de culpa emocional. “Tu racha está en peligro”, “Solo te queda un paso para no perderlo todo”, “Duo te echa de menos”. Traducido al lenguaje humano: “Te prometo que he cambiado, solo necesito que me dediques cinco minutos más”.
Esa insistencia no es casual. La compañía usa inteligencia artificial para calcular el momento exacto en el que mandarte una notificación. Lo llaman “optimización del hábito”, pero suena más a control de pareja: te escribe justo cuando sabe que vas a mirar el móvil. Luis von Ahn, el fundador de Duolingo, ha admitido que el sistema está diseñado para maximizar tu regreso. Y lo cierto es que lo consigue. No importa si estás trabajando, durmiendo o viendo una serie: cuando el búho decide escribirte, te encuentra.
Y ahí es cuando la historia de amor se convierte en un pequeño infierno digital. Duolingo te promete que “solo quiere ayudarte a mejorar”, pero cada mensaje lleva escondido un reproche. La app no te deja en paz hasta que cedes. Y cuando lo haces, te premia como si nada hubiera pasado. “¡Increíble! ¡Has vuelto! ¡Te echábamos de menos!”. Clásico comportamiento de ex: primero te hace sentir culpable, luego te da cariño para que no te vayas.
La famosa “racha” es el anillo de compromiso. Una cadena de días consecutivos que, si rompes, te deja con la misma sensación que al borrar las fotos de una relación fallida. Duolingo te advierte de que la vas a perder, te ofrece “congelarla” con gemas (o dinero) y, si aún así fallas, te lo recuerda con cierta crueldad: “Tu racha ha terminado”. No hay manera elegante de romper con él. Ni siquiera te deja hacerlo en silencio.
Hay memes del búho espiando desde la ventana, acechando detrás de un sofá o esperándote en el gimnasio con cara de pocos amigos. El propio Duolingo se ha sumado al juego, abrazando su fama de ex intenso. Su equipo de marketing explota esa imagen pasivo-agresiva porque sabe que, en el fondo, funciona. Como cualquier relación tóxica, Duolingo te hace sufrir un poco… pero también te engancha.
Los psicólogos lo explican con claridad: la mezcla de refuerzo positivo y culpabilidad es un cóctel potente. Es el mismo patrón que aparece en dinámicas emocionales dañinas: te castigan con silencio, te recompensan con atención. La app te hace sentir especial cuando cumples tu racha y te hace sentir decepcionante cuando fallas. Un ciclo de dopamina y remordimiento. Si esto fuera una relación real, tus amigos te dirían que lo bloquees.
Duolingo te dice que te quiere ver triunfar, pero quiere verte todos los días, a la misma hora, sin excepciones. Quiere tu constancia, tu atención, tus minutos. No soporta el silencio. Si no entras, vibra. Si lo ignoras, insiste. Y si lo desinstalas, te deja una última notificación, como ese mensaje final que empieza con un “solo quería saber cómo estás”.
Quizá la clave sea aprender a poner límites. Silenciar notificaciones no es ghostear al búho: es cuidarte. Perder una racha no significa fracaso: significa que tienes vida fuera de la app. El aprendizaje no necesita culpa, necesita constancia a tu ritmo. Y Duolingo, si de verdad “te quiere”, debería entenderlo.
Al final, Duolingo es ese ex al que no puedes odiar del todo. Te hizo reír, te ayudó a crecer, te acompañó en momentos difíciles. Pero llega un momento en el que tienes que decir: “No, Duo, hoy no puedo”. Y si te escribe mañana, ya decidirás si contestas. Porque el idioma que realmente hay que aprender es el de los límites digitales.
Y tal vez ese sea el final feliz: que Duolingo deje de ser tu ex tóxico y vuelva a ser lo que prometía ser desde el principio. Una herramienta para aprender, no una relación que necesitas sobrevivir.
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