Hablar de Baby Rasta es hablar de historia viva del reguetón. Con más de dos décadas en la industria, Wilmer Alicea, ha sido testigo y protagonista de la evolución del género desde sus raíces en los barrios de Puerto Rico hasta convertirse en un fenómeno global.
A través de su música, Baby Rasta ha canalizado experiencias personales, superado adversidades y logrado conectar con generaciones enteras. En esta entrevista, el artista reflexiona sobre sus inicios, la transformación del reguetón, las lecciones aprendidas en su vida personal y su visión actual, marcada por la madurez y el agradecimiento.
Pregunta: Llevas 20 años en el reguetón siendo uno de los pioneros del género. ¿Qué queda de aquel joven Wilmer?
Respuesta: Ese niño sigue apasionado por la música y con ganas de seguir trabajando. Estoy en esto porque me gusta conectar con las nuevas generaciones, que me conozcan y dejar una librería de canciones únicas para el mundo.
P: ¿Qué recuerdas de esa época?
R: En aquel momento, Baby Rasta proyectaba agresividad en sus letras. Fue una etapa en la que pasé por cosas difíciles siendo chamaquito: desde la muerte de mi padre hasta situaciones complicadas en la escuela. Eso provocó que usara la música como refugio y desahogo. Si analizas aquellas canciones hoy, eran muy fuertes. No extraño nada de aquel Baby Rasta, pero le doy gracias porque logró conectar con mucha gente que vivió experiencias similares. Especialmente en los temas en los que hablo de mi infancia. Todavía hay canciones que siguen sanando heridas.
P: ¿Qué pensaría aquel joven Baby Rasta del actual?
R: Estaría muy orgulloso del hombre y artista en el que se ha convertido. Cumplí mi sueño de ser cantante. Pasé de no tener nada a encontrar mi vía de escape a través de la música. No he sido de esos chamaquitos que terminan muertos, en la cárcel o sin hacer nada en el barrio. Además, he inspirado a otros a salir del lugar en el que estaban.
P: ¿Qué tan complicado es tener una carrera tan longeva en el reguetón?
R: La clave es que no tengo que demostrar nada porque ya lo hice. Siento una gran pasión por la música y no quiero hacer otra cosa. Solo quiero hacer lo que me gusta.
P: Es un éxito absoluto.
R: Hay mucha gente trabajando en algo que no les nace y pierde su tiempo. El tiempo es oro y no regresa. Me siento bendecido por tener una familia que me apoya de forma incondicional. Soy un privilegiado y lo valoro. Estoy agradecido con la vida, el público que me hizo quien soy y con Dios, por ayudarme a encontrar mi camino y no dejarme caer en la calle.
P: Fuiste herido de bala y estuvista a punto de morir. ¿Qué se aprende de una situación así?
R: Me cambió mucho la perspectiva de vida. Traté de ser más tranquilo y alejarme de la calle, no por miedo, sino por respeto. Soy una persona a la que le costó controlar su ira. Estar conectado con Dios me ha hecho cambiar. He aprendido a tomarme las cosas con calma, sin desesperarme. Antes veía cada reto como una pelea, y la rabia no me permitía analizar las cosas con claridad. Lo que me ayudó fue dejar morir al Baby Rasta de los 90. Ahí fue cuando pude sonar en la televisión y la radio. Muchos colegas lo entendieron e hicieron lo mismo. Mi cambio hacia lo romántico y comercial provocó que el género evolucionara. Fue entonces cuando entraron artistas como Daddy Yankee con La Gasolina, Don Omar, R.K.M. & Ken-Y o Zion. El reguetón cambió.
P: Ahí es cuando el reguetón se hizo un género mundial.
R: No fue gracias a mí, pero sí formé parte de quienes lo lograron. Dimos esa visión y educamos a otros artistas. Muchos estaban por encima de mí porque yo no quería trabajar con disqueras y estaba demasiado mezclado en la calle. Hacía música, pero no soltaba el barrio. Me involucré en cosas que no debía y eso me hizo perder tiempo y terreno. Sin embargo, inspiré a otros chamaquitos para que ocuparan mi lugar. Por Baby Rasta y Gringo nacieron otros dúos como Héctor y Tito o Wisin y Yandel.
P: Antes hablaste de Dios. Hay artistas como Héctor el Father o Julio Voltio que han acabado siendo pastores. ¿Qué papel juega la religión en tu vida?
R: Mi madre me enseñó la palabra de Dios. Cuando estuve a punto de morir y me iban a abrir en canal para evaluar los daños de las balas, los doctores le dijeron a mi madre que tal vez no soportaría la cirugía. Quince minutos antes de la operación, mi madre me dijo que tenía que arreglar mis cuentas con Dios porque podía no despertar. Lo recuerdo como si fuera ayer. Vino, me dejó hablando con Dios, rezamos y se fue. Me dejó solo y ahora estoy aquí.
P: ¿Sigues la música de España?
R: Me gusta lo que está sucediendo y cómo evolucionan los géneros. Prefiero no dar nombres, pero me encantaría trabajar con algunos artistas de España. También sigo a algunos chamaquitos que no son tan conocidos, pero su estilo gangster me recuerda al sonido oscuro de los 90. Espero tener el privilegio de colaborar con artistas españoles.