Hace un par de meses, muchas personas comenzaron a deshacerse de sus utensilios de cocina negros tras la publicación de varios informes con títulos alarmantes como: "Tira tu espátula de plástico negra: probablemente está filtrando químicos en tu aceite de cocina" o "Por qué todo el mundo está evitando los utensilios de cocina de plástico negro".

Estos artículos citaban un estudio que analizó cientos de productos domésticos hechos de plástico negro —incluidos utensilios de cocina y juguetes infantiles— y detectó la presencia de aditivos tóxicos, entre ellos retardantes de llama peligrosos. Los autores del estudio reportaron que algunos de estos contaminantes alcanzaban niveles tan altos que casi llegaban al límite de exposición diaria segura para los humanos.

Pero había un problema: los científicos cometieron un grave error de cálculo. Antes de que tires tus utensilios de cocina negros, esto es lo que debes saber.

¿Qué es el plástico negro y por qué es problemático?

Los utensilios de cocina de plástico negro, como cucharas, espátulas y recipientes reutilizables, pueden contener sustancias tóxicas porque a menudo se fabrican con plásticos reciclados provenientes de productos electrónicos. Dispositivos como computadoras, televisores, altavoces y cafeteras tienen carcasas de plástico negro tratadas con retardantes del fuego para prevenir incendios eléctricos.

Este tipo de plástico no debería entrar en la cadena de reciclaje, pero cuando los productos electrónicos se desechan de manera incorrecta, esto es precisamente lo que sucede.

¿Por qué la gente está tirando sus utensilios de cocina negros?

Las revistas científicas sobre química ambiental rara vez se vuelven virales, pero eso fue exactamente lo que ocurrió con el artículo titulado "De residuos electrónicos a espacios domésticos: los retardantes de llama en productos del hogar aumentan la preocupación sobre el reciclaje de plásticos".

El estudio, publicado en la revista Chemosphere, analizó 203 productos domésticos de plástico negro vendidos en Estados Unidos, incluyendo utensilios de cocina, envases de comida para llevar, accesorios para el cabello y juguetes. Los investigadores encontraron retardantes de llama en el 85% de los artículos. La mayoría contenía una sustancia química llamada éter decabromodifenil (BDE-209).

Este compuesto está incluido en los Convenios de Róterdam y Estocolmo, tratados internacionales que buscan proteger la salud humana y el medioambiente de productos químicos peligrosos.

El BDE-209 es altamente persistente en el medioambiente. Además, hay evidencia de que puede acumularse en el cuerpo humano, con posibles efectos adversos aún en estudio, incluyendo el riesgo de cáncer.

El error del estudio

A finales del mes pasado, los autores del estudio publicaron una corrección en la que admitieron un grave error matemático: calcularon mal el nivel seguro de exposición al BDE-209, sobreestimándolo por un factor de 10.

Inicialmente, el informe sugería que el riesgo de exposición diaria a través de un utensilio de cocina casi alcanzaba el límite máximo de seguridad establecido por la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA). Sin embargo, la cifra real era 10 veces menor, lo que indicaba que el riesgo para la población era mucho más bajo de lo que se había informado. El estudio fue coescrito por tres investigadores, dos de los cuales trabajaban en la organización Toxic-Free Future, un grupo estadounidense que aboga por productos domésticos más seguros.

En su corrección, los autores señalaron que este error "no afecta la conclusión general del artículo". La autora principal, Megan Liu, gerente científica de Toxic-Free Future, declaró a la ABC que el propósito del estudio no era determinar el nivel de riesgo, sino identificar la presencia de retardantes de llama peligrosos en productos domésticos.

“Nuestro estudio y otros similares dejan claro que se necesita más regulación para eliminar estos aditivos peligrosos y asegurar que los materiales y productos de reemplazo sean más seguros”, afirmó.

¿Cómo pudieron equivocarse tanto?

El error fue “extremadamente vergonzoso”, según el Dr. Ian Musgrave, farmacólogo molecular y experto en toxicología de la Universidad de Adelaida. “También demuestra que los revisores científicos no prestaron suficiente atención”, agregó. Toxic-Free Future se disculpó por el fallo y agradeció a los científicos que lo detectaron. Por su parte, Chemosphere, la revista que publicó el estudio, fue retirada de la base de datos Web of Science, un índice de artículos académicos revisados por pares. Según la empresa responsable de la base de datos, Chemosphere no fue eliminada únicamente por este error, sino porque en general no cumplía con sus estándares editoriales.

El Dr. Ivan Oransky, cofundador de Retraction Watch, un sitio que monitorea errores en publicaciones científicas, señaló que Chemosphere retractó 20 artículos en diciembre pasado y que su editorial había identificado “procesos de revisión por pares comprometidos”.

Así las cosas, no hay pruebas definitivas sobre cómo el BDE-209 y otros retardantes de llama del mismo grupo (PBDEs) afectan a los humanos, ya que la mayoría de los estudios se han realizado en animales. Algunas investigaciones sugieren que los PBDEs pueden alterar el sistema endocrino humano, pero los resultados son inconsistentes.

Los experimentos en ratas y ratones han mostrado que los PBDEs pueden afectar el desarrollo neurológico y, en dosis elevadas administradas durante la mayor parte de su vida, pueden provocar tumores hepáticos, según el Dr. Musgrave. Sin embargo, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha declarado que los PBDEs no son clasificables como carcinógenos en humanos debido a la falta de pruebas concluyentes.

Aun así, un estudio reciente sugiere una posible relación entre los PBDEs y la mortalidad por cáncer. Según el Dr. Musgrave, el límite de seguridad establecido por la EPA para la exposición diaria al BDE-209 es unas 100 veces menor que la dosis que no provocó efectos adversos en ratones. Y en la versión corregida del estudio, los investigadores hallaron que la exposición potencial a través de los utensilios de cocina era 10 veces menor que ese límite.

“Básicamente, es seguro. Si tienes una cuchara de plástico negro en buen estado, no hay razón para tirarla”, concluyó el Dr. Musgrave. No obstante, el Dr. Brad Clarke, investigador principal del Australian Laboratory for Emerging Contaminants, prefiere una postura más cautelosa. “Saqué todos los plásticos negros de mi casa en 2019. Ahora uso madera, acero inoxidable y silicona”, dijo. “En ciencias ambientales aplicamos el principio de precaución. Puede que no sepamos con certeza, pero podemos prever un posible resultado”.

El Dr. Clarke también destacó la necesidad de una mayor regulación en el reciclaje de plásticos. “En el peor de los casos, los contaminantes se acumulan en el ciclo de reciclaje y terminamos aumentando los niveles de estas sustancias en lugar de reducirlos”. Actualmente, el uso de BDE-209 está permitido en Australia solo para fines esenciales, como partes de aviones, automóviles y textiles ignífugos. Pero la mayoría de estas excepciones expirarán en enero de 2027, según un portavoz del Departamento de Cambio Climático, Energía, Medioambiente y Agua. La excepción para autopartes se mantendrá hasta 2036, y el uso de BDE-209 en aviones seguirá vigente hasta el final de la vida útil de la aeronave.