Madrid esconde todo tipo de secretos e historias entre el entramado de calles que conforman el centro de la ciudad. Relatos de vidas pasadas asoman tímidamente en cada esquina y sus balcones han sido testigos de cientos de acontecimientos que han dejado una huella imborrable en la identidad de la urbe. El relato que hoy nos atañe es la conmovedora historia de Gabino y Guillén, dos niños huérfanos que habitaban en la ciudad durante la Edad Media y cuya amistad trascendió la vida misma, dándole finalmente nombre a una de las calles más emblemáticas de la capital española.
La historia de Gabino y Guillén se remonta al siglo XIV, en tiempos del reinado de Enrique III de Castilla. Cerca de la actual Plaza de España, en lo que antes eran tierras fértiles, se encontraban las propiedades de estas dos familias. Primero, Gabino perdió a su padre, Aparicio, en 1390. Durante el velatorio, se descubrió que la familia había contratado plañideros judíos, una práctica común pero prohibida desde hacía una década, lo que privó a Gabino de parte de su herencia. Entonces, su madre tuvo que recomprar las tierras donde vivían para asegurar un futuro para su hijo. Tristemente, muy poco tiempo después, Gabino también perdió a su madre, quedando huérfano de manera definitiva.
Las historias de estos dos niños se entrelazan cuando Gabino se encontró con Guillén, un huérfano cuyas tierras colindaban con las suyas. Ante la precaria situación, los dos jóvenes desafortunados comenzaron a forjar una amistad inquebrantable. Tal era el nivel de compromiso, cariño y lealtad entre ambos que no solo compartían sus desgracias, sino también todo aquello que poseían.
La vida que llevaron juntos
Ilustración de Gabino y Guillén generada por IA. Elaboración propia
Para sobrevivir, empezaron a ayudar juntos a sus ancianos criados en las tareas agrícolas, compartiendo a partes iguales el fruto de su trabajo. Asimismo, daban largos paseos y siempre compartían la misma mesa durante las comidas. Según indicó Antonio Capmany en su libro "Origen Histórico y Etimológico de las Calles de Madrid": "No había ni tuyo ni mío, lo producido era de ambos", unas palabras que definían a la perfección la base de la amistad de Gabino y Guillén.
Durante los días festivos en Madrid, ambos amigos tenían la costumbre de acudir a la, hoy desaparecida, capilla de San Justo y Pastor, un lugar donde se pasaban el rato admirando la historia de los niños mártires que daban nombre al templo. Conmovido por cómo vivían sus vidas estos dos niños, el capellán de la ermita, el venerable Pedro, acabó cogiéndoles mucho cariño y entablando amistad con ellos.
El final de Gabino y Guillén
No obstante, como nos recuerda el refranero español: "las desgracias nunca vienen solas", y es que la vida de Gabino y Guillén se vio truncada de nuevo cuando una terrible tormenta asoló sus tierras en la fuente de Leganitos. La violencia de aquella tormenta, con una lluvia tan intensa que arrasaba todo, destruyó salvajemente los árboles de las haciendas de los niños. Fue tal la magnitud del desastre meteorológico que los rayos dejaron ciego a un hortelano.
Ilustración de la ermita de San Justo y Pastor con Gabino, Guillén y el capellán Pedro generada por IA. Elaboración propia
Al conocerse esta tragedia, el capellán Pedro no lo dudó un instante y decidió recoger a Gabino y Guillén, matriculándolos además en el colegio de la Doctrina, una institución similar al posterior colegio de huérfanos de San Ildefonso, que es nacionalmente conocido por el sorteo de la Lotería de Navidad. Mientras los niños se educaban y estudiaban, el venerable Pedro intentó reconstruir el paraíso que los dos amigos habían perdido, sus amadas tierras. Sin embargo, solo uno de ellos, Guillén, pudo llegar a ver el resultado, ya que desgraciadamente, Gabino falleció en el colegio sin apenas poder terminar sus estudios.
Sumido en una profunda tristeza debido a la muerte de su leal compañero, Guillén regresó a su hogar. Sin embargo, la pena le impedía llevar a cabo la labor de cultivo que tanta satisfacción les había brindado a los dos amigos cuando eran pequeños. La melancolía le llevó a la capilla de San Justo y Pastor, que comenzó a ser su refugio, donde pasaba horas rezando por el alma de su amigo. Poco a poco, día a día, Guillén consumió su vida en aquel lugar, absolutamente desolado por un terrible duelo que finalmente acabó con su vida.
Un homenaje a Dos Amigos
El capellán Pedro fue quien heredó las tierras de Gabino y Guillén, y en un gesto de cariño y respeto hacia ellos, decidió llamar a la hacienda "La de los Dos Amigos" en honor a la amistad perdida de los dos niños. Este nombre ha perdurado a lo largo de los siglos, también cuando los terrenos se fueron urbanizando, nombrando entonces la calle como la de "los Dos Amigos", tal y como se conoce en la actualidad.
El nombre de esta calle, situada entre la zona de Conde Duque y Plaza de España, rinde homenaje a una gran amistad. Una amistad que consiguió al final ser eterna, ya que su historia perdurará en el tiempo tanto como dure la ciudad de Madrid. En la capital nadie podrá olvidarse de Gabino y Guillén.
Aunque no todas las historias han de tener una enseñanza, el triste relato de Gabino y Guillén, dos niños huérfanos que compartieron una amistad inquebrantable durante tiempos muy difíciles, nos muestra a todos la importancia de la amistad y la lealtad en nuestras vidas y a lo largo de los siglos. Además, nos recuerda que las historias humanas, aunque sean las de las personas más humildes, son las que nos remueven, nos marcan y las que no deberíamos dejar caer en el olvido.
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