Beber una cerveza tras el entrenamiento es un hábito común para muchas personas que hacen ejercicio con regularidad. Aunque esta práctica puede parecer inofensiva, algunos estudios han comenzado a analizar si el alcohol, incluso en cantidades moderadas, podría interferir con los beneficios del ejercicio físico o con los objetivos relacionados con la pérdida de peso.

En pequeñas cantidades tiene poco efecto

Uno de los principales motivos por los que las personas se ejercitan, además del cuidado de la salud, es el control del peso corporal. Según datos generales, medio litro de cerveza aporta alrededor de 200 calorías, lo que implica que, en cantidades moderadas, es poco probable que cause un aumento significativo de peso. Sin embargo, más allá del recuento calórico, surgen preguntas sobre el impacto del alcohol en los procesos de recuperación y rendimiento físico.

En un artículo publicado en el medio especializado The Conversation, el doctor Philip J. Atherton, profesor asociado, y el doctorando Matthew Brook, ambos de la Universidad de Nottingham, exponen algunos argumentos a favor y en contra del consumo de alcohol tras el ejercicio.

Los aspectos positivos

Por un lado, destacan que la cerveza contiene algunos componentes similares a los de las bebidas energéticas, como carbohidratos y ciertos electrolitos, elementos que el cuerpo necesita tras un esfuerzo físico intenso. Durante el ejercicio, especialmente en condiciones de calor, se pierden líquidos y sales a través del sudor, por lo que la reposición adecuada resulta fundamental para la recuperación.

Algunos riesgos

Sin embargo, los investigadores advierten que el alcohol es un diurético y puede aumentar el riesgo de deshidratación. Además, hay indicios de que podría afectar negativamente la reparación muscular, aumentar la probabilidad de lesiones y alterar funciones hormonales clave, como la producción de testosterona y la regulación del cortisol, hormona relacionada con el estrés.

Puede dañar el funcionamiento del hígado

Estudios adicionales en animales también sugieren que el alcohol interfiere en los mecanismos celulares que eliminan proteínas musculares dañadas y generan nuevas. Asimismo, puede comprometer el funcionamiento del hígado, un órgano clave en la gestión del glucógeno, la principal fuente de energía durante el ejercicio.

Aunque las evidencias no son concluyentes, los autores coinciden en que los efectos del alcohol sobre el rendimiento y la recuperación física deben considerarse. En términos prácticos, el consumo ocasional y moderado de una o dos cervezas tras el entrenamiento probablemente tenga un impacto limitado, pero no está exento de matices.

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