El refrán no hay peor sordo que el que no quiere oír se le puede aplicar hoy a los líderes del PP y Vox obstinados en firmar acuerdos de gobierno en ayuntamientos y autonomías repletos de negacionismos y sin referencia alguna al calentamiento global, a la sequía y a la falta de agua.

No se quieren enterar de nada que les pueda alterar sus prejuicios y romper la burbuja que han inflado a lo largo de la última legislatura, negándole el pan y la sal al gobierno legítimo de España y a todas sus iniciativas sin distinción alguna. Por eso, el anuncio de último recurso de Vox de apoyar al PP sin entrar en el Gobierno para evitar una investidura de Pedro Sánchez "con los enemigos de España" es pólvora mojada.

El 97% de la desinformación que circula en Facebook es consumida por usuarios de derechas, según el estudio encabezado por la investigadora española Sandra González-Bailón, de la Escuela Annenberg de Comunicación de la Universidad de Pensilvania, y publicado la semana pasada con datos referidos a Meta e Instagram en Estados Unidos.

El dato confirma la eficacia del bucle mediático en el que están las audiencias conservadoras en casi todos los países de los cinco continentes. En España, las consecuencias de este circuito informativo impermeable a noticias que no les resulten favorables fueron no ver venir la recuperación del voto progresista en casi todos los territorios.

A estas alturas del siglo, la evidencia del cambio climático es tan brutal que empeñarse en negarlo los desacredita aún más. La manida frase 'Siempre hace mucho calor en verano' se oye ahora casi siempre en boca de votantes conservadores que no quieren escuchar las voces de la naturaleza herida, a la fauna a la que hay que ponerle bebederos artificiales para que no muera de sed, a los árboles y a las plantas que se secan y rompen.

Agricultores, ganaderos y cazadores, sectores todos ellos en los que la derecha encuentra bolsas de votantes, sufren en toda Europa los efectos de la sequía y los fenómenos meteorológicos extremos, pero muchos hacen oídos sordos, incluso, a la voz interna de su conciencia que les recuerda que se han sobrepasado todas las líneas rojas al apostar por una agricultura y ganadería intensivas que han agotado nuestros suelos y nuestros mares.

No se quieren enterar, pero ya no se les puede gritar ni más alto ni más claro que la realidad es una y no hay hechos alternativos que valgan.

 No se quieren enterar