“Ya, esto es para que vaya a España, ¿no?” Fue la respuesta del Papa Francisco ante el regalo que le entregó la periodista Eva Fernández, de la COPE. Se trataba de dos muñecos, se entiende que realizados por niños, de San Ignacio y del apóstol Santiago, que lo invitan al Jacobeo y a Loyola 2021.

Los medios identificados con el catolicismo llevan unos meses ofendidos porque el Papa, después de casi siete años de pontificado, no se ha dignado a visitar España. Algo parecido a lo que pasa desde hace años en Argentina, país de origen de Jorge Bergoglio, donde su figura está muy politizada.

¿Cuáles son las razones por las que España debería estar por delante de otros países en las prioridades del Vaticano? Algún indicio tenemos en la columna de Alfonso Ussía en La Razón, que se puede resumir en un somos los mejores del mundo: Somos el país con más mártires, con los mejores escritores, con las mejores órdenes religiosas y con las mejores iglesias, viene a decir el columnista, que con la misma facilidad que ofende a Mamen Mendizábal con un tuit insultante y machista, se ofende porque Su Santidad no viene a España.

El agravio comparativo es con las sucesivas visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y al hilo de la visita de este último, habría que preguntarse si es que el Papa Francisco no viaja a España para evitar la corrupción y el despilfarro que se dio en la visita de Joseph Ratzinger a Valencia. Quizá no quiera que se gasten más de 3 millones de euros en urinarios, 1 millón y medio en el altar o 500 mil euros en maceteros. Eso sin contar los más de 7 millones de euros en megafonía y pantallas para el seguimiento de la visita. A veces es mejor hacer autocrítica antes de disgustarse.

Mientras tanto, se entiende por qué el Papa ha viajado a Tailandia, que también es una forma de comprender por qué no viene, de momento, a España. En el paraíso del turismo sexual, ha denunciado in situ la esclavitud femenina e infantil. Los hay que lo preferirían en su zona de confort, que no se mojara y que se dedicara solo a recibir vivas de la gente en la calle.

Pero este es un Papa diferente. Seguramente, no ha cubierto todas las expectativas que había generado en los primeros meses de pontificado, pero el cambio es evidente. Por alguna razón, un Papa que renuncia al lujo o que da visibilidad a los pobres, molesta a algunos que hasta hace poco se golpeaban el pecho en la misa. Esos que esperan más glamour del Pontífice y no que invite a comer al Vaticano a 1500 indigentes para que le cuenten sus historias. Pues los ofendiditos han tenido mala suerte. Esta vez, les ha tocado un Papa católico.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com

@enricsopena