Abotargados de dulces, de cenas y comidas familiares, de buenos deseos y mensajes multimedia, pasan estas fechas navideñas. Es curioso recordar cómo, esta tradición, internacionalizada por el capitalismo y el afán consumista de las marcas, tenía un origen religioso. Vampirizada por el cristianismo la festividad pagana del culto al nacimiento del sol con la natividad de Jesús, es interesante recordar que, en esta fiesta, había un rasgo común a las tres grandes religiones monoteístas.

Tanto la fe hebraica, como la cristiana, como la musulmana, consideraban fundamental y casi sagrada la hospitalidad: el acoger y ayudar a los que lo necesitaban. Los tres libros fundacionales de estos credos tienen pasajes sobre el tema pero, con respecto a la Navidad cristiana, hay algo curioso y es cómo se dice que nadie quiso dar asilo a “la sagrada familia”,  “no le dieron posada” dice literalmente el evangelio de San Lucas, razón por la que hubieron de cobijarse en el famoso portal de Belén, donde nació Jesús. Entre los títulos que se le dio al “niño Dios”, está el de “hijo de Dios”, pero también el de “hijo del hombre”.

Símbolo éste de que “el Mesías” era tan divino como humano, y debía ser adorado y protegido en cada criatura nacida de los hombres: los niños. Resulta curioso que, en estos tiempos, muchos de los que frecuentan los templos y sus cultos, sus misas del gallo, voten luego a quienes promulgan el odio al que viene huyendo de la guerra, la discriminación, del hambre, de la muerte, etc.  Olvidan que su nazareno también huía de la persecución de Herodes, si damos por buenas las enseñanzas religiosas, y si no su simbolismo también nos sirve, y nació casi en la intemperie, calentado por el calor de los animales, y asistido por humildes pastores y tres ajenos y foráneos reyes magos. 

Hoy siguen sucediendo degollaciones de inocentes, de niños, por la guerra; de violaciones, tráfico de personas, y toda clase de horrores que parecen propios de épocas pretéritas.

Como entonces, ahora también gente anónima alumbra la vida, jugándose la suya, en alta mar. Este viernes 28 de enero, ha llegado a nuestras costas el  barco “Open Arms”, de la ONG Proactiva Open Arms. Ha llegado a las 8:30 horas al muelle de Crinavis del puerto de Algeciras (Cádiz) con 308 inmigrantes rescatados en el Mediterráneo, en su mayoría somalíes, y niños que han huido de la guerra en Siria y Somalia. Tal vez sea casualidad pero han llegado con el alba del día de los Inocentes, que conmemora “la degollación de los santos inocentes” por la persecución de Herodes.

Hoy siguen sucediendo degollaciones de inocentes, de niños, por la guerra; de violaciones, tráfico de personas, y toda clase de horrores que parecen propios de épocas pretéritas. Sociedades presuntamente civilizadas como la europea se blindan ante esta cuestión humanitaria que, en algunos casos, como la Italia ultra católica, o la  religiosa  sociedad estadounidense, claman a los cielos por muchos muros que se construyan. Más valdrían menos golpes de pecho, menos misas, menos “siente a un pobre a su mesa”, sobre todo si se retrasmite, y más humanidad, más respeto por la vida o, si se prefiere, por el cumplimiento de los derechos humanos.

La llegada del barco “Open Arms” ha sido posible después de que el Gobierno español, tras la negativa o falta de respuesta de puertos más cercanos, como los de Malta, Italia o Francia, autorizara el desembarco de los inmigrantes, que fueron rescatados hace una semana en aguas libias y de los cuales 137 son menores. Como a la sagrada familia se les negó posada, asilo, ayuda…Siento si a alguno se le atraganta la uva antes de las campanadas, si algún acuerdo para subirse los sueldos antes de gobernar escuece, o si el adeste fidelis no suena tan angelical con las imágenes de niños ahogados en nuestras playas. Hay verdades que no resisten por mucha luz fría de neón que se ponga, por mucho espumillón o adorno que se nos ofrezca. Mi pensamiento y respeto está con los que tienen  su corazón y sus brazos abiertos para los otros. Para ellos la gloria, y paz en la tierra a estos hombres de buena voluntad, y hechos.