Juanma Moreno Bonilla ya no puede salir a la calle sin encontrarse con lo que de verdad piensa de él una parte creciente de la ciudadanía andaluza. Pitadas, pancartas, abucheos, gritos de hartazgo. Su gestión de la sanidad pública está desatando protestas en toda Andalucía y también en el Parlamento. Lo hemos visto estos días: Enfermeras llorando, vecinos de Cazorla desalojados, madres increpando a Moreno Bonilla por quitarles los pediatras a sus hijos, manifestaciones en la puerta. Esta es la Andalucía real que el PP trata de silenciar y que oculta Canal Sur.
Lo comprobamos hace unas semanas en Málaga, en el Palacio de Deportes Martín Carpena. Moreno Bonilla acudió a ver un partido del Unicaja junto a Feijóo y Bendodo, confiado en que el público los recibiría con vítores y aplausos. Pero la respuesta fue muy distinta: una sonora pitada que retumbó en todo el recinto. Ya días antes, en Écija, tuvo que abandonar un acto entre protestas masivas en defensa de la sanidad pública.
Y ahora, en el mismo Parlamento andaluz, la ciudadanía ha vuelto a alzar la voz. Esta vez han sido madres de Sevilla Este, que se han concentrado para exigir algo tan básico como pediatras para sus hijos. “Presidente, ¿qué pasa con los pediatras?”, le gritaban mientras él, visiblemente incómodo, intentaba esquivar a la prensa.
Moreno Bonilla no supo qué hacer. Desconcertado, respondió con todo el desprecio del mundo: “Ahora lo vemos… ahora hablamos”. Y más tarde, en lugar de asumir responsabilidades, culpó a la oposición de “traer comités de visitas” al Parlamento. ¿De verdad considera un comité de visita a un grupo de madres preocupadas por la salud de sus hijos?
En Andalucía faltan pediatras. Faltan muchos: medio millón de niños andaluces están sin atención pediátrica adecuada. Pero en lugar de reforzar la sanidad pública, Moreno Bonilla da por hecho que quien quiera atención digna tendrá que pagarla. Estas madres no estaban ahí por ideología, estaban porque sus hijos no tienen médico. ¿Y si no defienden la salud de sus hijos, qué les queda por defender?
Las protestas se multiplican. La semana pasada, tres movilizaciones coincidieron en los alrededores del Parlamento andaluz. Una, precisamente, por la falta de pediatras. Otra, por el cierre del centro de salud de Cazorla, en Jaén. Y otra más, protagonizada por los sindicatos, por la nefasta gestión de la bolsa de empleo del SAS.
La sanidad pública en Jaén está al límite. En Cazorla, un municipio turístico de 7.000 habitantes, han cerrado el centro de salud y trasladado la atención primaria al hospital comarcal. Para llegar, los vecinos tienen que recorrer dos kilómetros por una carretera sin arcén. El hospital, además, solo funciona al 20 %. Es una barbaridad y absolutamente tercermundista. Esta es la sanidad que quiere Moreno Bonilla para Andalucía.
Cientos de vecinos se desplazaron desde Cazorla hasta Sevilla para exigir que el hospital funcione al 100 % y que el centro de salud reabra. Lo han definido como “el derrumbe total de la sanidad pública en Andalucía a manos de la empresa de demoliciones Juanma Moreno S.A.”. El Ayuntamiento incluso ofreció terrenos para un nuevo centro, pero la Junta los rechazó sin explicación. ¿Se puede ser más irresponsable?
Y mientras los pueblos pierden sus médicos, los profesionales pierden sus empleos. La bolsa de trabajo del Servicio Andaluz de Salud, que antes funcionaba con eficacia, ahora es un auténtico caos. No se actualiza desde 2021, está plagada de errores y deja fuera a miles de profesionales.
Enfermeras con 20 años de experiencia lloraron en el Parlamento porque han sido expulsadas de la bolsa y ¿de qué van a vivir ahora? Mientras faltan miles de profesionales en los centros de salud, la Junta las echa a la calle. ¿Por qué? Porque han abandonado la gestión y están hundiendo un sistema que costó décadas construir.
Los sindicatos lo han denunciado con contundencia. SATSE, CSIF, CCOO y UGT coinciden: el sistema de contratación está roto. La igualdad, el mérito y la capacidad han desaparecido. Las aplicaciones no funcionan, los listados están plagados de fallos, las notas de corte son abusivas. Es un sistema que no sirve, y lo peor: nadie en la Junta tiene intención de arreglarlo.
Nada de esto es casual. Es un modelo ideológico. Moreno Bonilla no cree en lo público. Su estrategia es clara: dejar caer la sanidad pública, desmoralizar a los profesionales, cansar a la ciudadanía y luego ofrecer la salida privada como única solución. Pero lo privado no cuida a quien no puede pagar.
La realidad se impone. Cada protesta, cada abucheo, cada pancarta es una señal de que el pueblo andaluz ha perdido el miedo y ha comenzado a decir basta. Ya no cuelan los vídeos de propaganda ni las promesas vacías. Cuando un niño se queda sin pediatra, ningún eslogan tapa el abandono.
Andalucía empieza a despertar. Las enfermeras, los vecinos, las madres… son víctimas de su desprecio de Moreno Bonilla. Y lo que está empezando a pasar en la calle es solo el principio. Porque cuando la sanidad se derrumba, lo que cae no es solo un servicio: es la dignidad de un pueblo.
Moreno Bonilla ha engañado a los andaluces y andaluzas. Prometió maravillas en campaña y no ha cumplido nada de nada. Ya nadie se cree su tono amable ni su discurso templado. Las cifras son claras, las protestas son masivas y el rechazo crece cada día. Ya no puede esconderse: la calle habla, y cada vez lo hace más alto.