Juan Manuel Moreno Bonilla ha cruzado una línea muy peligrosa. Ha decidido blindarse del pueblo al que dice representar. Andalucía no es una finca privada, y el Parlamento no es un cortijo del PP. Aunque él pretenda convertirlo en eso, con la complicidad del presidente de la Cámara, Jesús Aguirre.

Moreno Bonilla ha promovido el acordonamiento del Parlamento autonómico, ha restringido el acceso a los Plenos y ha advertido de posibles sanciones a los grupos políticos que inviten a colectivos ciudadanos que reclaman sus derechos. Todo, para no escuchar lo que no quiere oír. Todo, para que no le estropeen la foto.

Señor Moreno Bonilla, ¿le incomoda cruzarse con madres de niños con autismo que reclaman una educación digna para sus hijos? ¿Le molesta que familiares de menores en cuidados paliativos le recuerden su promesa incumplida? ¿No soporta escuchar a sanitarios que ya no pueden más? Si no tolera el dolor de quienes sufren sus decisiones, deje la política y váyase.

Durante décadas, en los días de pleno, las puertas del Parlamento andaluz han sido punto de encuentro para vecinos, alcaldes, plataformas ciudadanas, sindicatos y familias. Personas que ven en la política una última esperanza. Gente con pancartas, con aplausos o abucheos, según lo que se debata dentro. ¿Eso es molesto? Sí. ¿Eso es democracia? También.

Pero usted ha decidido que eso se acabó. Que la calle se calle. Que la voz ciudadana le incomoda y, por tanto, debe desaparecer. Que los pasillos del Parlamento deben ser un decorado impoluto, sin madres que lloren, familias que reclamen y sin trabajadores que denuncien.

Y sí, usted está fallando. Lo comprobamos cada día. Lo vemos en las protestas masivas, en las lágrimas de impotencia, en los gritos de madres y padres que suplican dignidad. Mientras usted protege su imagen, miles de andaluces sufren el abandono más cruel.

Niños y niñas con Trastorno del Espectro Autista siguen sin los recursos necesarios. Padres del CEIP El Colorado, en Conil, han sido expulsados del Parlamento simplemente por pedir un aula específica para TEA en un centro público con más de 1.200 alumnos. ¿Sabe lo que significa ver a su hijo recorrer 50 kilómetros diarios para ir al colegio, mientras su hermano se queda en otro centro? ¿Entiende lo que es ver cómo su hijo se aísla en el recreo por falta de apoyo? ¿Sabe lo que se siente cuando su administración responde con silencio y desprecio?

Su política educativa discrimina por código postal. Premia a centros concertados y abandona la escuela pública. ¿Por qué un centro con apenas 200 alumnos tiene un aula TEA, mientras uno público con más de mil no la tiene? La respuesta es clara: falta voluntad política.

Pero no solo es educación. Es también sanidad. Es humanidad. Es compasión. El 8 de febrero de 2024, usted y su entonces consejera de Salud recibieron a un grupo de madres que pedían algo tan básico como asistencia médica 24 horas para sus hijos en cuidados paliativos. Una línea telefónica, acompañamiento médico durante la noche, atención de urgencia. Usted prometió que estaría en marcha en el primer semestre del año. 550 días después, siguen esperando. Y usted sigue mintiendo.

Estas madres no piden privilegios. Piden humanidad. Piden que no se las deje solas cuando su hijo sufre una crisis médica a las tres de la madrugada. Piden lo que usted prometió. Y usted ha respondido con silencio. Un silencio indigno. Un silencio que duele. Cuando estas madres lo interpelan en el Parlamento, usted las esquiva. Les desprecia.

Y mientras las familias esperan y sufren, ¿en qué se gasta el Parlamento andaluz su dinero? En un sillón de casi 5.000 euros para la presidencia de la Cámara. Exactamente, 4.657 euros. Mientras tú pagas un seguro medio privado porque han destrozado la sanidad pública, ellos cambian su sillón. Mientras tú pides un préstamo para pagar los estudios de tu hijo porque no hay plazas en la FP pública, ellos se sientan en butacas de lujo. Mientras esperas dos años para que aprueben una ayuda a la dependencia, ellos se acomodan… y tú encima, pagas la factura.

La Andalucía real está harta. Las protestas crecen en cada rincón. Lo vimos en Málaga, donde Moreno Bonilla fue abucheado en el Martín Carpena. En Écija, donde tuvo que abandonar un acto entre gritos por la sanidad pública. Lo vimos hace unas semanas, con madres de Sevilla. Este preguntándole por los pediatras. Medio millón de niños andaluces sin atención pediátrica adecuada, y su respuesta fue: “Ahora hablamos…”. Pero no habló.

La sanidad pública andaluza se desmorona. En Cazorla, un pueblo de 7.000 habitantes, han cerrado el centro de salud. Los vecinos recorren kilómetros para recibir atención básica. Cuando el Ayuntamiento ofreció terrenos para un nuevo centro, su Junta los rechazó. ¿Por qué? ¿Qué tipo de gestión es esa? ¿Qué clase de gobierno abandona así a su gente?

Y no son solo los pacientes. También son los profesionales. La bolsa del Servicio Andaluz de Salud está desactualizada desde 2021. Está plagada de errores. Las notas de corte son absurdas. Miles de sanitarios con experiencia, están siendo expulsados. Enfermeras llorando en el Parlamento porque no saben de qué van a vivir mañana. Los centros están saturados. Los contratos no llegan. La atención se resiente. Usted está hundiendo el sistema.

Los sindicatos lo han dicho claro: SATSE, CCOO, CSIF, UGT. Todos coinciden. La gestión es nefasta. La situación es insostenible. El mérito y la capacidad han desaparecido. Y lo peor de todo: ustedes no tienen intención de arreglarlo. Porque han decidido blindarse. Porque no quieren que la calle les moleste. Porque prefieren un Parlamento mudo, una prensa dócil y una ciudadanía resignada.

Pero no lo van a conseguir. Señor Moreno Bonilla, la calle tiene voz. Y la va a seguir usando. Porque la democracia no se construye desde la comodidad, sino desde la escucha. Desde el respeto a quienes protestan. Usted no quiere oír. Pero nosotros no vamos a callar.

Esta es la realidad: madres desesperadas, niños abandonados, sanitarios despreciados, pueblos olvidados. Esa es la Andalucía que usted no quiere ver. La que esconde tras vallas, cordones y amenazas de sanción. Pero esa Andalucía existe. Y está cansada. Muy cansada.

Y para que el pueblo no hable, también necesita que no se entere. Por eso a Canal Sur lo han convertido en altavoz oficial del PP andaluz. Donde se oculta todo lo que no quieren que se sepa. Por ejemplo, el 24 de julio taparon el anuncio y puesta en marcha de la ampliación del aeropuerto de Málaga por el Gobierno de España. ¿Esto es periodismo? No. Esto es propaganda. Y con dinero público.

Andalucía no necesita un presidente que huye del pueblo. Necesita un presidente que lo escuche y que no le dé la espalda. Y usted, Sr. Moreno Bonilla no lo es. Porque ha fallado. A los niños. A sus madres. A los sanitarios. A los pueblos. A toda Andalucía. Y por mucho que intente silenciarla, la calle no lo va a olvidar.

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