Juanma Moreno se refiere a la “erótica del poder”, a su atractivo personal, a su constancia, y hasta menciona a “niñas muy monas” que se le acercan por ser presidente. Lo hace con una ligereza que refleja su posición de privilegio, alejada de las realidades que viven millones de andaluces. Mientras él disfruta de su poder, en Andalucía hay mujeres para las que mirarse al espejo se ha convertido en una tortura. Mujeres cuyas vidas se han visto irreversiblemente alteradas por un cáncer diagnosticado tarde, por una sanidad que no llegó a tiempo, por un sistema que falló debido a lo que parece una mala gestión por parte del Gobierno de Moreno Bonilla.

Porque mientras el presidente de la Junta parece haberse desconectado por completo de la realidad, convencido de que es el más listo, el más alto y casi el más guapo, hay mujeres que han perdido la salud, la tranquilidad y, en muchos casos, el futuro por los recortes y los fallos de una sanidad pública que su gobierno ha dejado caer. Él se regocija en su poder; ellas pagan el precio. Y ese contraste no es solo político: es profundamente moral.

Moreno Bonilla no conoce la realidad. Se ha elevado por encima de las preocupaciones de la gente, atrapado en una burbuja de vanidad que lo ha despojado de cualquier atisbo de empatía. A tal punto que ni siquiera escucha el dolor de las mujeres a las que mirarse al espejo les provoca angustia. Mujeres a las que la vida les cambió por completo porque un cribado falló, porque una prueba se retrasó, porque el sistema no respondió a tiempo. Como Anabel, como Dolores, como María Teresa, como tantas otras que hoy dicen, alto y claro: “No somos 23. Somos más de 300”.

La entrevista en El Español lo retrata todo. “La erótica del poder existe”, decía el titular original. “Lideras una comunidad autónoma y eso hace que mujeres se acerquen con interés”. El titular duró poco. Lo cambiaron. Pero ya estaba escrito. Y lo que se dijo dentro fue aún peor: referencias a “niñas muy monas”, a fotos “cara con cara”, a su mujer “flipada” delante de la escena. Si esas palabras las hubiera pronunciado hoy un miembro del Gobierno de la nación, habría dimitido inmediatamente.

Moreno Bonilla ya no pisa el suelo. Mientras él manifiesta que está encantado de conocerse y se considera atractivo, hay mujeres que, a día de hoy, van a pasar años en terapia psicológica para aceptar su nueva realidad física. Estas palabras del presidente, en este contexto, sobraban completamente. Se aleja tanto de la realidad que ni siquiera es capaz de escuchar el sufrimiento de aquellas a las que la vida les ha cambiado para siempre. Mujeres que han visto cómo sus cuerpos han sido destrozados por un diagnóstico tardío, por una sanidad que no respondió a tiempo, y que ahora deben luchar no solo contra la enfermedad, sino también contra la huella emocional y psicológica que deja.

Porque a Moreno Bonilla no le importan los problemas reales de los andaluces. Le importa su propio relato, su imagen pública y su perpetuación en el poder. Y eso es evidente. Incluso cuando el propio Centro de Estudios Andaluces (CES), el CIS andaluz, señala que el principal problema de Andalucía es la sanidad, el presidente sigue mirando hacia otro lado.

¿Y por qué la sanidad es el principal problema? Porque los recortes son reales. Y tienen consecuencias muy concretas: listas de espera interminables, colas a las puertas de los centros de salud, operaciones infantiles retrasadas, falta de pediatras, urgencias colapsadas. Y, sí, fallos gravísimos en los cribados de cáncer de mama.

Lo peor no es solo el daño causado. Lo peor es que no les duele. No piden perdón. No asumen responsabilidades. Se limitan a minimizarlo todo con estadísticas frías y porcentajes insultantes. Tanto, que el propio consejero de Sanidad y Presidencia, Antonio Sanz, ha tenido que salir a corregir al presidente sobre el número de mujeres que han desarrollado un tumor debido a los retrasos en los cribados.

Cuando Moreno Bonilla dice que “solo” es un 1%, no está haciendo ciencia. Está mostrando una falta de empatía absoluta. Está hablando desde la superioridad de quien cree que está por encima de todo. Para quien ha sufrido intervenciones mutilantes tras retrasos evitables en el diagnóstico, no existe el “solo”.

Han pasado dos meses y el Gobierno andaluz sigue tropezando una y otra vez en la gestión de esta crisis. Quizá porque le urge más su salvación política que aclarar las preguntas clave: cuántas mujeres desarrollaron cáncer por los retrasos, cuántas ya lo tenían cuando las avisaron, cuántas han sido revisadas y desde cuándo.

Mientras tanto, salen a la luz los audios. Mujeres de toda Andalucía contando su historia, de la que se hace eco La Voz del Sur: Dolores, en San Fernando, esperando 16 meses mientras un diagnóstico pasaba de benigno a maligno. Josefa, amputada de una mama. María Dolores, con un tumor de diez centímetros cuando por fin la llamaron. Ana, en Granada, operada de urgencia, con secuelas crónicas y una vida laboral destrozada. Carmen, que tuvo que pagar una clínica privada con todos sus ahorros para no empeorar.

Más de 300 mujeres se coordinan hoy en un grupo de WhatsApp impulsado por Amama. Más de 50 reclamaciones patrimoniales ya están en marcha. Y habrá muchas más. Porque el daño no es anecdótico ni marginal. Es estructural.

La Junta, acorralada, matiza. Dice ahora que ese 1% no era un dato del SAS, sino una “media mundial”. Que no se saque de contexto. Que no se haga política. Pero la política la hacen ellos cuando recortan, cuando externalizan, cuando dejan sin recursos a la sanidad pública y luego se sorprenden de las consecuencias.

Moreno Bonilla presentará su discurso navideño hablando de familia, ilusión y brindis por el futuro. Y al otro lado habrá mesas con sillas vacías. Mesas donde alguien falta. Y otras donde la Navidad se pasa entre hospitales, quimioterapia y cicatrices. Mujeres que saben que todo empezó con una carta que nunca llegó.

Ese es el verdadero contraste. No el de los porcentajes. No el de las medias mundiales. El contraste entre un presidente embriagado por la erótica del poder y cientos de mujeres a las que el sistema les falló cuando más lo necesitaban.

Mientras él se mira al espejo con complacencia, ellas conviven cada día con las consecuencias de los fallos en la gestión sanitaria que Moreno Bonilla no ha querido asumir. Y esa es una responsabilidad política que ningún libro, ningún titular cambiado y ninguna sonrisa pueden borrar.

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