El discurso de Pablo Casado en la moción de censura presentada por VOX, parece obra del Espíritu Santo. La derecha española está tan alejada de los mínimos democráticos exigibles, que el que su líder anuncie que vota no a un partido fascista y, por ende, machista, xenófobo y golpista se nos antoja un milagro. Con su abracadabra del pasado jueves, Casado ha intentado, y parece que con muchos lo ha conseguido, borrar de nuestra memoria los dos años que lleva encamado con Santiago Abascal.

Como los buenos magos, el presidente del Partido Popular ha dejado al público con la boca abierta y la mente en blanco. Incluso los espectadores más escépticos, como Pablo Iglesias, quisieron creer por un momento que la paloma que hizo volar Casado había nacido en el pañuelo y no en un "brainstorming" con sus asesores de comunicación. La frase que obró la hipnosis fue: "Hasta aquí hemos llegado", desde ese momento todo han sido aplausos y aleluyas, a la espera de que en algún momento se produzca el chasquido de dedos que nos devuelva la consciencia.

Casado, como es lógico, intentará alargar al máximo el efecto de su magia, pero corre el peligro de que la audiencia tenga un mal despertar. Imaginen ustedes que después de tanto entusiasmo e ilusión, al abrir los ojos seguimos viendo al PP gobernando en Madrid, Andalucía y Murcia con el demonio al que nuestro héroe había asegurado exorcizar. Y, habiendo pasado ya tres días desde el anuncio de divorcio, lo cierto es que el matrimonio entre la derecha y el fascismo sigue compartiendo vivienda y cuenta corriente.

Por su parte, Abascal, que ha basado su éxito entre los intelectualmente menos afortunados presentándose como el prototipo de macho ibérico, ha demostrado ser en realidad la parte débil de la pareja. Sus pucheros en el Congreso de los Diputados, conteniendo las lágrimas al descubrir que Casado le era infiel, no eran por el amor perdido, si no por el miedo a quedar desvalido. Toda una vida de dependencia económica han hecho de él una persona servil, dispuesta a soportar sin rechistar el maltrato. Por eso no romperá con el PP en ninguna de las comunidades donde gobiernan juntos, al menos mientras no encuentre otra consorte que lo mantenga.