Ruth Beitia, medallista olímpica y candidata del PP a la presidencia de Cantabria, igualaba en una entrevista el pasado viernes la violencia ejercida sobre mujeres, hombres y animales con la teoría de que  "todos somos seres humanos". Cabe suponer que o bien la diputada autonómica no está muy ducha en biología o que quiso decir, teniendo en cuenta su conocida fe religiosa, algo parecido a que todos somos hijos de Dios. Lo más preocupante es que alguien que ha declarado en numerosas ocasiones su devoción por la tauromaquia, considere que las mujeres deben tener el mismo nivel de protección que los animales. 

En todo caso, lo que está quedando meridianamente claro estos últimos días, por si alguien tenía alguna duda, es que para el PP la defensa de los derechos de las mujeres y de tantos otros colectivos amenazados, lejos de ser una prioridad, es una simple moneda de cambio. Este ha sido el primer pago que hace el partido de Casado no a VOX, sino a esa parte de la sociedad cerril y zafia, cuyos votos considera indispensables para conservar el poder. El cambio de denominación de violencia de género por violencia doméstica, no es una simple cuestión lingüística, sino la declaración de los discípulos de Aznar de que nada los va a detener ante el desesperado intento de recuperar un gobierno que consideran suyo por derecho hereditario.  

De la misma manera que Donald Trump encarga informes con los que quiere refutar las evidencias científicas sobre el cambio climático, la derecha española no deja de presentar datos estadísticos con los que pretende negar que las mujeres padecen una lacra de violencia por su simple condición de serlo. Su argumento favorito es el de las acusaciones falsas, del que sin duda hay casos, pero que según los expertos tiene una incidencia mucho menor que en otro tipo de delitos. Sus principales escuderos, como Fernando Sánchez Dragó, no tienen el mínimo reparo en publicar artículos plagados de datos falsos, como el de que el pasado año hubo más niños asesinados por sus "mamaítas", que mujeres "etiquetadas como víctimas mortales de violencia de género". De todos es sabido que en asunto de mujeres Dragó confunde las sumas con las restas, pero aún así su artículo es tan detestable como su autor. 

Al margen de quienes simplemente utilizan estos argumentos en la búsqueda del voto rancio, no dejan de preocuparme esos otros hombres que viven con el miedo constante a ser denunciados por malos tratos o a padecer la violencia física por parte de sus mujeres. Quizá sea más agraciado de lo que creo y menos fuerte de lo que supongo, pero jamás me ha quitado un minuto de sueño el miedo a ser violado por un grupo de mujeres o a ser golpeado hasta la muerte por mi pareja. Tampoco nunca se me ha pasado por la cabeza que una mujer me pudiera denunciar por acoso o violencia. Pero sin duda, quienes piensan como Sánchez Dragó, tendrán sus motivos para el miedo.