José Manuel Franco, secretario general de los socialistas madrileños, ha propuesto llamar a otras fuerzas de izquierdas en el marco de la candidatura del PSOE. Un movimiento estratégico inteligente que no todo el mundo ha entendido.

En tan solo un par de horas José Manuel consiguió poner muy nerviosos a los dirigentes de Podemos. Es llamativo observar cómo han quedado los de la formación morada en lo que en argot futbolístico podemos llamar un claro fuera de juego. De hecho fueron los primeros en reaccionar, como pollo sin cabeza, criticando la propuesta del dirigente socialista.
Abre paso, además, a la participación de otros movimientos de izquierdas en la candidatura del PSOE. Ya no caben excusas: el secretario general de los socialistas madrileños coloca a la formación socialdemócrata en el centro de la solución política a los problemas que nos demandan los ciudadanos.

Con la propuesta de José Manuel, no se trata de renunciar a la marca histórica, sino que se trata de convertirnos en un imán para la izquierda, manteniendo nuestras siglas, pero al mismo tiempo sumando frente a los que nos quieren dividir.

José Manuel ha tomado la iniciativa y eso significa que el PSOE ha tomado la iniciativa. Una propuesta que, por cierto, no es nueva: en los setenta aglutinamos a otras fuerzas de izquierdas (PSP, Convergencia Socialista, PSOE-Histórico) bajo las siglas del PSOE. Si Alfonso Guerra, Secretario de Organización federal entonces, no hubiese abierto las puertas a los militantes de estas formaciones no hubiesen estado con nosotros socialistas de tanto prestigio como Enrique Barón, Juan Barranco, José Bono, José Blanco o Joaquín Leguina. Y, por cierto, la suma de los socialistas situados bajo la marca del PSOE, nos llevó a la mayoría absoluta.

De la misma forma, también en los 90, logramos aglutinar a sectores como los partidarios del PTE y los de Nueva Izquierda, ahora completamente ubicados en el seno de nuestro partido. Por eso la propuesta de José Manuel, primero, se encuadra en mantener la marca socialista sumando las fuerzas dispersas de la izquierda, incluso, como en el caso de Podemos, encabezadas por dirigentes que solo piensan en el poder como fin último de la acción política. En segundo lugar -y este es el matiz más relevante-, deja perplejos a aquellos que presumen de tener la patente de la izquierda desde esas nuevas formaciones que sin embargo carecen de base ideológica. Y, en tercer lugar, coloca al PSOE, en el centro del tablero.

José Manuel Franco demuestra así ser un dirigente político. Recibe por tanto la incomprensión de propios como cualquier líder que da un paso adelante, en vez de estar agazapado detrás de la opinión publicada y pública tantas veces escasamente sofisticada.

En ese sentido, entra dentro de lo normal que a un dirigente político que despunta se le critique y más si su propuesta es al menos arriesgada. Por poner un ejemplo: a José Manuel Franco se le adjudica el haber dicho que Madrid es una nación y, sin embargo, jamás declaró tal cosa más allá de la descontextualización de un titular.

A pesar de que el PSOE en la Villa de Madrid obtuvo las pasadas elecciones municipales el mejor resultado de las cuatro grandes capitales (exceptuando Sevilla), debemos explorar propuestas que pongan al PSOE en el centro del tablero si queremos recuperar la mayoría que necesitamos para gobernar en las grandes ciudades.

No somos cándidos. ¿Ven ustedes a José Manuel Franco con cara de cándido? Ya sabemos que las otras formaciones de metaizquierda no van a aceptar estar bajo el paraguas del PSOE. De ahí que la propuesta de José Manuel les hurte el discurso de la unidad y se apropie de la legitimidad de ser la fuerza que suma y no la que divide, es decir, de gobierno.

Tener razón antes de tiempo es como no tener razón. Pero un dirigente político debe ir siempre por delante, no por detrás. Ésa es la diferencia entre el liderazgo y el seguidismo. Y José Manuel Franco es un dirigente político.