Alberto Núñez Feijóo lo ha vuelto a hacer: votar en contra de la gente. El líder del Partido Popular, que se cree el gran salvador de España, se ha alineado otra vez con los intereses de la patronal y de los poderosos para rechazar una medida que habría mejorado la vida de millones de trabajadores: la reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas semanales.

El contraste es obsceno. Feijóo, que llegó a acumular tres sueldos a la vez como senador, líder del PP y presidente del grupo parlamentario popular en el Senado —lo que le permitió alcanzar los 14.750 euros mensuales—, se permite el lujo de decirle a los españoles que la jornada laboral debe seguir siendo la misma que en 1983. Qué poco le importa España y los españoles. Qué poco le importa la vida de la gente trabajadora.

El PP, Vox y Junts han votado en contra de que se reduzca la jornada laboral a 37,5 horas, alineándose una vez más con las patronales CEOE y Foment del Treball. Su mensaje es claro: la jornada laboral debe seguir como hace 42 años, cuando España era otro país y la realidad laboral no tenía nada que ver con la actual.

Mientras en países como Francia e Italia la jornada se sitúa en 35 horas, en Alemania en 34 y en Austria en 33, España sigue clavada en las 40 horas semanales gracias al bloqueo de la derecha. Y todo ello a pesar de que la productividad ha aumentado un 53% desde 1983, mientras que los salarios solo lo han hecho un 22%. La riqueza generada por los trabajadores no ha ido a sus bolsillos, sino a las rentas del capital. Reducir la jornada laboral no es un lujo, es justicia social. Es devolver a los trabajadores parte del tiempo que han entregado a costa de su salud, su familia y su vida personal.

No es la primera vez que Feijóo se pone del lado de las élites contra la mayoría social. Ya votó en contra de la reforma laboral que ha generado más empleo y de mayor calidad en España. También rechazó la subida del Salario Mínimo Interprofesional. Ahora, como era previsible, se opone a reducir la jornada laboral.

Lo más insultante es que Feijóo se permite dar lecciones mientras vive cómodo con varios sueldos públicos. ¿Cómo puede alguien que jamás ha tenido que preocuparse de llegar a fin de mes decirle a las cajeras, sanitarios, repartidores o camareros que no merecen trabajar menos horas y vivir mejor?

Feijóo está más preocupado por atacar a la familia del presidente Pedro Sánchez que por defender a todas las familias españolas. Y ahí está la incoherencia de la derecha: se llenan la boca hablando de conciliación y de apoyar a la familia, pero votan contra la medida que más facilitaría la conciliación de millones de hogares.

Conviene que muchos votantes del PP se lo piensen bien. Porque si eres clase media trabajadora y sigues votando a Feijóo, estás votando contra ti mismo. No hay justificación posible. Lo que no es bueno para la gente, nunca puede ser bueno para el país.

Y ojo: la mayoría social está de acuerdo con esta medida. El 72% de la ciudadanía apoya la reducción de jornada. Incluso entre votantes del PP y Vox hay más apoyo que rechazo. La realidad es tozuda: también los votantes de derechas quieren más tiempo para ellos mismos, para sus familias, para vivir mejor.

Los medios de la derecha tratan de focalizar el rechazo en Junts per Catalunya. Y sí, Junts también tiene una gran responsabilidad: es un partido de derechas, y la derecha, se llame PP, Vox o Junts, nunca va a votar a favor de nada que sea bueno para la clase media trabajadora.

De Vox poco hay que añadir. A Santiago Abascal, que jamás ha trabajado en su vida fuera de la política, lo de reducir la jornada laboral le da igual. No es su prioridad porque no sabe lo que significa depender de un salario. Su modelo se parece más al de Javier Milei en Argentina, cuyo secretario de Trabajo defiende jornadas de 12 horas diarias y eliminar las vacaciones. Que tomen nota quienes piensan que a España le iría mejor con un gobierno de Feijóo y Abascal.

Según recuerdan los sindicatos UGT y CCOO, 12 millones de personas se habrían beneficiado de esta medida. Reducir la jornada a 37,5 horas no solo supone más tiempo libre, conciliación y salud, sino también 15 días laborables menos al año y un incremento salarial del 7% para quienes ahora trabajan 40 horas.

El rechazo de la derecha no es solo un “no” a la medida. Es una auténtica bofetada a millones de trabajadores que llevan años sosteniendo este país. Una bofetada a las cajeras, sanitarios, transportistas, camareros, personal de limpieza… a todos aquellos que generan riqueza mientras los de arriba siguen aumentando sus beneficios.

La reducción de jornada es una conquista social, aprobada en Consejo de Ministros por Pedro Sánchez y defendida con firmeza por Yolanda Díaz. No es una ocurrencia. Es una medida razonable, fruto del diálogo con los sindicatos, respaldada por estudios económicos y probada en otros países con éxito.

El objetivo no es solo trabajar menos, sino trabajar mejor. La medida mejora la salud mental, reduce el absentismo, favorece la estabilidad laboral y facilita la conciliación. En definitiva, es apostar por un país más moderno, más justo y más humano.

La incoherencia de Feijóo llega al extremo de que, hace apenas unos meses, defendía la posibilidad de avanzar hacia una semana laboral de cuatro días. Ahora vota contra reducir apenas 48 minutos semanales. Es un volantazo más de un político que carece de principios y que solo se mueve por la obsesión de no darle ninguna victoria a Pedro Sánchez, aunque eso signifique perjudicar a millones de personas.

Lo que está en juego no son dos horas y media menos de trabajo a la semana. Lo que está en juego es el modelo de sociedad que queremos construir. Se trata de decidir si España va a seguir anclada en 1983 o si va a dar un paso hacia adelante, como han hecho ya las principales economías europeas. El Gobierno lo tiene claro: avanzar hacia un modelo productivo que ponga a las personas en el centro. La derecha, en cambio, sigue atada a la patronal y a una visión obsoleta de la economía.

Feijóo, el de los tres sueldos, ha votado contra la gente. Ha votado contra 12 millones de trabajadores, contra las familias que necesitan más tiempo, contra un país que quiere avanzar. España merece más. Merece tiempo, salud y conciliación. Merece un modelo laboral que no sea un castigo, sino una oportunidad para vivir mejor.

Quienes hoy bloquean el progreso, como tantas otras veces en la historia, acabarán en el lado equivocado. Porque el futuro, les guste o no, es un país donde se trabaje menos, se viva mejor y se reparta de forma más justa la riqueza que todos generamos.

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