Los españoles estamos muy cansados de que el PP resuciten a ETA cada vez que necesitan una cortina de humo. Basta ya. ETA no existe desde hace más de una década y solo desde una absoluta falta de escrúpulos puede alguien seguir agitando ese fantasma para sacar rédito político. La presidenta de Madrid se cree intocable, incluso con derecho a insultar. Pero hay cosas que merecen respeto, ese respeto que ella jamás practica. Desde las tripas no se puede gobernar: para gobernar hay que tener corazón.

Y, sin embargo, Ayuso insiste en cruzar todas las líneas. La banda terrorista puso fin a su actividad armada en 2011 y anunció su disolución oficial en 2018. Más de siete años después, ahí estaba ella en un mitin en Madrid junto a Feijóo, con la cara desencajada, gritando: “Vamos a hablar claro por si no se me ha entendido: ETA está preparando su asalto al País Vasco y a Navarra mientras sostiene a Pedro Sánchez”. ¿De verdad? ¿En serio? ¿Ese es el nivel? Hay que tener muy poca vergüenza y muy poca dignidad para salir todos los días a mentir a la cara como si los españoles fueran idiotas.

Muy desesperados tienen que estar en el PP para hablar solo de ETA. Muy perdidos deben verse cuando recurren a un comodín tan burdo para tapar sus propias miserias. Ayuso llegó a decir que “ETA está más fuerte que nunca”. Pero la realidad es tozuda: ETA ya no existe. Ya no matan. Lo que sí mata, señora Ayuso, son las listas de espera eternas de la sanidad madrileña. Lo que mata es su penosa y lamentable gestión.

Hace ahora 14 años que se acabó con ETA. Y por mucho que les duela al PP, lo hizo un presidente socialista: José Luis Rodríguez Zapatero, con Alfredo Pérez Rubalcaba como ministro del Interior y con un lehendakari socialista, Patxi López. Se logró gracias al trabajo impecable de la Policía, la Guardia Civil y al temple y la firmeza de la ciudadanía. El PP puede intentar reescribir la historia, pero la historia no se borra. ETA se rindió con un Gobierno socialista. No fue con Aznar, no fue con Rajoy, no fue con Felipe González. Fue con Zapatero. Les duele, pero es la verdad.

Hasta el PP de Gipuzkoa tuvo que salir a desautorizar a Ayuso y a recordar algo tan sencillo como que “ETA ya no existe”. Lo dijo su portavoz, Larrea, remarcando que la banda desapareció “gracias a la Policía y a la ciudadanía”. Una bofetada de realidad desde su propia casa.

Lo más grave es que Ayuso falta el respeto a las víctimas y a quienes sufrieron y sufren el terrorismo. No lo merecen. Nadie que haya vivido aquellos años terribles merece que una presidenta autonómica utilice su dolor para alentar el odio. Porque eso es exactamente lo que hace Ayuso: alentar la falta de convivencia, sembrar crispación y desgastar con mentiras al adversario político. Su manera de hacer política no se basa en propuestas: se basa en insultar.

Y quizá esto explica por qué habla tanto de ETA y tan poco de lo que realmente importa. El otro día circulaban en redes unos datos contundentes: este año la presidenta madrileña del PP lleva ya 15 menciones a ETA o a Bildu en Twitter, ahora “X”. ¿La vivienda? Tres veces menos. ¿La limpieza? Trece veces menos. ¿Los atascos? Ni una sola mención. No habla de vivienda, ni de sanidad, ni de educación, ni del metro. ¿Por qué? Porque su gestión es lamentable, vergonzosa y deplorable.

Ayuso prefiere hablar de ETA para no hablar de que Madrid tiene la sanidad pública al borde del colapso. Para no hablar de los cribados de cáncer de colon. Para no hablar de que las universidades públicas madrileñas son las que menos inversión reciben en toda España. Para no hablar de que estudiar Formación Profesional en Madrid es casi imposible si no pagas una privada. Para no hablar del infierno diario que es el Metro de Madrid, donde miles de personas viajan hacinadas en condiciones indignas. Y, sobre todo, para no hablar de lo que ocurrió en las residencias durante la primera ola de la COVID-19: una tragedia que sigue pesando como una losa sobre su gestión.

Porque los datos son brutales: actas del propio Gobierno de Madrid revelaron que casi el 80% de los fallecidos en residencias no fueron derivados a hospitales. La Comisión por la Verdad calcula que más de 4.000 de los casi 8.000 fallecidos podrían haberse salvado. Esa herida sigue viva. Y Ayuso se ha pasado años intentando cerrarla con excusas políticas, pero el dolor de las familias no se borra. Cuando hubo que elegir entre proteger vidas o defender un modelo económico, se optó por lo segundo.

Ayuso tampoco habla de ética cuando se le pregunta por los “supuestos” delitos fiscales de su pareja. Igual que no habló de ética cuando Pablo Casado preguntó por los contratos de su hermano comisionista: entonces dijo que era “un ataque al PP” y no paró hasta expulsar a Casado por la puerta de atrás. Ahora asegura que ella es una “víctima de persecución política”. No, señora Ayuso. No lo es. Basta de mentir.

Ayuso está endiosada. Se cree con derecho a todo y, lo que es peor, se considera intocable. No gobierna, pontifica. No gestiona, insulta. No propone, provoca. Esta no es la responsabilidad ni la actitud que debe tener una presidenta de Madrid. No para esto le pagan los ciudadanos, que merecen soluciones, no barbaridades diarias.

En política no vale todo. No vale actuar con rencor ni desprecio hacia quien piensa diferente. No vale tratar de machacar al adversario político. Hay que respetar a los ciudadanos, a todos, voten lo que voten. Hay que ser humilde. Y, sobre todo, hay que ser demócrata. Los madrileños no se merecen a alguien que se niega a dar explicaciones, que protege a quienes atacan a periodistas y que considera que todo aquel que la critica forma parte de una conspiración.

Es terrible que Ayuso pretenda devolvernos a los años más oscuros de nuestra historia. ¿Esa es su España? Porque la España real es otra: una España plural, diversa, democrática y orgullosa de haber derrotado al terrorismo. Una España que quiere avanzar en derechos y libertades, no retroceder. Una España que quiere dirigentes con sentido común y, sobre todo, con corazón.

Por eso es tan repugnante que Ayuso use a una organización terrorista derrotada para tapar su modelo Quirón: deteriorar lo público para favorecer lo privado. ¿Dónde están sus límites, señora Ayuso? ¿Todo le vale?

En el PP ya no hablan de empleo, porque las cifras del Gobierno de Pedro Sánchez son históricas. No hablan de economía, porque España es líder en crecimiento en Europa. Con la Navidad a la vuelta de la esquina, las tiendas están llenas, los bares llenos, los restaurantes llenos, y el 77% de los españoles considera que su economía va bien o muy bien. Entonces, ¿de qué van a hablar? Solo les queda ETA.

Feijóo y Ayuso deberían tener un mínimo de dignidad y, al menos, tomar nota de su compañero del PP en Gipuzkoa. Es una pena que un partido como el PP, que debería estar preocupado por las pensiones, la sanidad, la educación, el empleo y la economía, viva instalado únicamente en el ruido, la bronca y la división. Están tan alejados de la política real que acaban haciendo el ridículo. Y lo peor es que no solo se perjudican ellos: son un lastre para España.

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