Empiezo a tener indicios de padecer estrés pretraumático ante la certeza casi absoluta de que vamos al desastre climático a una velocidad que se acelera semana a semana y mes tras mes. Yo me consideraba un optimista, pero desde hace ya un tiempo el pesimismo se apodera de mis pensamientos y de mis sueños.

El síndrome de estrés pretraumático es muy poco frecuente por ahora. El corrector ortográfico me lo subraya en rojo y me da como opción “postraumático''. En los buscadores me ocurre lo mismo y me sale la advertencia “quieres decir postraumático” y cuando insisto apenas me muestra tres referencias de artículos que lo mencionan, pero siempre referido a realidades ajenas al clima.

Todos estos avisos no hacen más que confirmarme que soy un auténtico bicho raro y que más pronto que tarde tendré que acudir a un terapeuta climático si lo encuentro, aunque en Estados Unidos hay hasta una asociación de psiquiatras por el clima que trata a jóvenes con ansiedad climática. 

Menos mal que Google me aclara que la eco-ansiedad, según el portal de salud de Harvard, no es una enfermedad mental todavía. Lo mío es mucho más grave: siento ya remordimientos de conciencia por mi ducha diaria, por tirar de la cadena por aguas menores o poner el lavavajillas.

Como mi economía se resiente por la inflación y no estoy en condiciones de gastar como mínimo 50 euros en una sesión de terapia, por ahora, me inclino por una autoterapia doméstica y analizo qué ha podido provocar este estrés previo al colapso que algunas noches se convierte en pesadilla.

Vuelvo sobre algunas de mis últimas lecturas y los recuerdos se alinean con coherencia: vivo en Sevilla y leo que el agua embalsada en la cuenca del Guadalquivir va por el 22%, el peor dato de todas las cuencas españolas, cuando la media de los últimos diez años es del 52,2%. Me estreso especialmente al ver que el presidente de la Junta de Andalucía ante semejante dato y ante la sequía absoluta de Doñana se lamenta por lo secos que están los campos de golf y proyecta ¡legalizar y aumentar regadíos para la corona norte del parque nacional!, mientras trata de echar balones fuera y culpa de la sequía al Gobierno central.

Sigo con mi ejercicio de introspección y encuentro una cita de la psiquiatra Lise Van Susteren que no me resisto a parafrasear en beneficio propio: “Si no tienes estrés pretraumático al desastre climático, o estás mintiendo o vives en un estado de negación”.

Esto último me tranquiliza, el raro no soy yo, lo raro es que no haya más andaluces con el síndrome previo a la tragedia climática que tenemos encima.