Desaparecido. Así, sin rodeos. Esfumado, mientras Tarifa sufre dos incendios en una semana con miles de personas desalojadas y durmiendo fuera de sus casas. La Mezquita-Catedral de Córdoba, uno de los mayores tesoros de nuestro patrimonio histórico, dañada por el fuego. El recinto arqueológico de Itálica, Zahara de los Atunes, Jabugo en Huelva, San Nicolás del Puerto en Sevilla, todos arden. Y el humo no solo cubre nuestros montes, también envuelve el silencio de un presidente que brilla por su ausencia.
Moreno Bonilla, el que se ha subido dos veces el sueldo en un año, no ha encontrado tiempo ni para dar la cara. Ni una comparecencia. Ni una visita a los afectados. Ni una foto, y eso que él nunca pierde la ocasión de posar. La realidad es que no sabemos dónde está. Y lo que es más grave: tampoco parece importarle a él que lo sepamos.
Hace días que no se le ve en redes sociales. Ni un mensaje de apoyo a los damnificados. Ni una solo imagen en los lugares afectados. Mientras tanto, Mañueco, presidente de Castilla y León, tardó tres días en regresar de sus vacaciones cuando ardía su comunidad. Moreno Bonilla ni eso, ni siquiera sabemos desde qué playa o terraza nos ignora. Allí donde esté, no ha visto ni el humo.
Feijóo dijo que “la vacaciones están sobrevaloradas”. Pero en su partido nadie parece tomarse en serio esa frase. No hay un solo presidente autonómico del PP que haya renunciado a su descanso aunque su tierra esté en llamas. Ninguna catástrofe los pilla trabajando. Y Moreno Bonilla no es una excepción. Lo único que parece importarles es que sus vacaciones no se interrumpan.
No. Moreno Bonilla no ha aparecido en Córdoba para interesarse por los daños en la Mezquita-Catedral. Hablamos de un monumento Patrimonio de la Humanidad, símbolo de nuestra historia y de nuestra identidad. Cuando ardió Norte Dame, todos los medios del planeta interrumpieron su programación. Aquí, Canal Sur siguió retransmitiendo una corrida de toros como si nada.
Cuando regrese, deberá explicar por qué no cumplió con su responsabilidad de proteger y vigilar la Mezquita-Catedral de Córdoba. Los técnicos de la UNESCO ya habían advertido del riesgo que corría este monumento, símbolo indiscutible de la historia y la cultura de Córdoba y Andalucía.
Lo más grave es que dicha advertencia llegó esta misma primavera, y aun así, no se adoptó ninguna medida. El incendio del pasado viernes 8 de agosto no fue consecuencia de causas naturales, sino de una evidente negligencia. ¿Por qué se utilizaba una capilla de la Mezquita-Catedral como almacén de sillas de madera y barredoras eléctricas? Según las primeras hipótesis, estos elementos podrían haber sido el origen del fuego que afectó al monumento.
Resulta inaceptable que los andaluces nos hayamos enterado del peligro que corría este bien histórico por los informes de la UNESCO y no por el gobierno andaluz, que tiene la competencia directa en su protección. No se tomaron medidas preventivas ni de supervisión para dar cumplir las recomendaciones internacionales. Quedan muchas preguntas por responder, y no se entiende la prisa del señor Moreno Bonilla por cerrar el caso sin asumir responsabilidades.
En paralelo, nuestro montes arden con un dispositivo de extinción que los sindicatos han calificado como el peor en 20 años. UGT, CCOO, CGT y CSIF lo advirtieron: falta personal, faltan medios y falta planificación. No es demagogia, es la realidad que ellos sufren jugándose la vida en cada incendio.
¿Por qué no se contrató a todo el personal necesario? ¿Por qué no hay suficientes medios aéreos? ¿Por qué no se abrieron todas las torres de vigilancia? ¿Por qué se dejaron sin gastar en 2023 un total de 154 millones de euros destinados a prevenir incendios y en 2024 otros 229 millones más? ¿Por qué no se entregaron EPIs y trajes ignífugos nuevos? Preguntas que Moreno Bonilla debería responder, pero que prefiere ignorar.
En Tarifa, dos incendios en plena temporada alta han obligado a desalojar a 3.500 personas. Estos fuegos han dejado al descubierto las costuras de un modelo turístico que crece sin freno, pero sin infraestructuras adecuadas ni vías de evacuación seguras.
Moreno Bonilla ha intentado aparentar actividad publicando un tuit sobre una llamada del Rey. ¿De verdad un gesto protocolario puede sustituir la presencia física de un presidente? ¿Es suficiente un mensaje en redes para quienes han tenido que abandonar sus casas o negocios? Evidentemente, no.
Lo de Moreno Bonilla no es un caso aislado. Mañueco volvió de sus vacaciones en Cádiz al tercer día de incendios en Castilla y León. Ayuso sigue de vacaciones en Miami mientras se quema Tres Cantos. Ninguno de los tres cree que una tragedia de este calibre deba alterar su descanso. Y lo peor, los medios afines a la derecha tapan o minimizan lo que ocurre. Más que informar, parecen dedicados a protegerles.
Nadie discute que cualquier persona necesite descansar. Pero ser presidente implica aceptar que no siempre podrás hacerlo como y cuando quieras. Hay emergencias que exigen tu presencia. Y si no estás dispuesto, vete, abandona la política y deja paso a otro.
Un presidente no es solo un cargo para cortar cintas y posar en fotos. Es una responsabilidad que exige estar cerca de los ciudadanos, sobre todo en los momentos más duros. Y eso es justo lo que Moreno Bonilla ha decidido no hacer.
Andalucía necesita un presidente que de la cara cuando hay problemas. Que defienda su patrimonio cultural como un tesoro, no como un estorbo. Que respalde a los bomberos forestales con recursos, no con palabras vacías. Que no abandone a los vecinos cuando las llamas amenazan sus casas. Moreno Bonilla ha demostrado estos días que esa no es su prioridad. Y cuando un presidente no está en las malas, tampoco merece estar en las buenas.
En política, estar o no estar lo cambia todo. Puedes dar discursos, publicar tuits y hacer promesas. Pero lo que te define es tu respuesta en los momentos críticos. Andalucía arde, su patrimonio se quema y su presidente está en paradero desconocido. Este es el verdadero retrato de Moreno Bonilla este verano: el del político que prefiere las vacaciones al deber, y que confunde gobernar con desaparecer cuando más se le necesita.