Si teníamos alguna esperanza, por pequeña que fuera, de que esta sindemia nos hiciera replantearnos nuestros principios y acciones como especie, más vale que lo vayamos olvidando. En rasgos generales merecemos la extinción, por mucho que existan personas capaces de entregarse por los demás y hacer cosas maravillosas. Admito mi capacidad de equivocarme, desde el cabreo, porque también es cierto que hay quienes están dando hasta su vida por salvar las de otros, y que hay mentes privilegiadas dejándose horas y talento en ayudar y encontrar soluciones colectivas. Si esto es así, más nos valdría empezar a tomar decisiones como colectividad, utilizando las herramientas institucionales y legales que tenemos, para poner en su sitio a ciertos criminales de guante blanco que se aprovechan de nuestra necesidad, aunque sea al precio de cobrarse vidas. Lo digo por el lamentable suceso con las farmacéuticas Pfizer y AstraZeneca que, ahora, por mucho que traten de controlar la opinión pública para no quedar socialmente malparadas, pretenden hacer negocio, más negocio quiero decir, mientras mueren personas por miles cada día, jugando con no distribuir las vacunas ya pagadas y comprometidas. Esto debería ser llevado a los tribunales, no sólo por incumplimiento de contrato, sino por acción criminal, sin paliativos, ya que el no cumplimiento de la distribución de los viales supone víctimas, además de posibles mutaciones del virus en las personas que pudieran interrumpir el proceso de inmunización al no recibir la segunda dosis requerida. Es una cuestión gravísima, que no debiera quedar impune.

Como en una película apocalíptica de ciencia ficción, en la que corporaciones sin escrúpulos crean enfermedades y luego juegan a lucrarse con sus vacunas al mejor postor, estamos asistiendo a que, mientras fallecen seres humanos cada minuto, las impresentables empresas del sector presionan con los precios incumpliendo sus contratos firmados. Mientras, se filtran informaciones, y lo que no sabremos nunca, de cómo se están vendiendo esas mismas vacunas a terceros países que pagan más, en lo que supone un cambalache macabro, e impropio de los acuerdos alcanzados previamente. Incluso con paquetes de vacaciones a paraísos de lujo con vacuna incluida.

La Comisión Europea podría decidir sobre un “mecanismo de transparencia y autorización para la exportación de vacunas” dijo Eric Mamer, portavoz principal de la Comisión. La Unión Europea, abrió esta posibilidad tras la disputa con los fabricantes de vacunas por la reducción de suministros, y tras permitirse plantar a los representantes europeos. Responsables de la UE dijeron el jueves que no se trataba de una prohibición de exportación; en cambio, las empresas que deseen exportar vacunas contra el coronavirus desde el continente europeo tendrían que notificar a los gobiernos nacionales y esperar autorización. El Presidente del Consejo europeo Charles Michel agregó que si “no se encuentra una solución satisfactoria” con los fabricantes de vacunas para resolver el problema del suministro, la UE debería “hacer uso de todos los medios legales y medidas de cumplimiento a nuestra disposición”. Sé que lo que voy a decir puede hacer que se me acuse de anarco-comunista, cosa que no soy, aunque me han llamado cosas peores. Sin embargo, estas situaciones evidencian, una vez más, que el sistema del capitalismo salvaje que vivimos, no sólo está en quiebra, sino que genera unas situaciones ilegales, como esta, que van no sólo contra la legalidad vigente, si no, y lo que es más grave, contra el derecho a la vida, contra los derechos humanos, en una forma de canibalismo suicida como especie que produce estupor. Una vez más, los abanderados del libre mercado nos toman el pelo, nos roban y nos dejan morir, si no podemos permitírnoslo. Mientras ponían la mano con los fondos europeos, para agilizar la investigación de la vacuna y los procesos de producción, todo era bienvenido, sobre todo el dinero público del Banco Central Europeo. Ahora, en un momento crítico, con la pandemia mutando en variaciones más peligrosas dl virus, y con la economía mundial parada, pretenden rentabilizar la necesidad y el miedo de millones de personas. No es la primera vez que, ante circunstancias parecidas, sucedió con la explosión del VIH en el tercer mundo, países determinen crear sus propios medicamentos genéricos. Sería una solución que, además, hundirían las cuentas de resultados de estas inmorales empresas. Iríamos tarde, y las farmacéuticas debieran pagar legal, penal y económicamente por ello, pero el coste en cidas y quiebra económica sería muy alto. O, tal vez, aplicando las leyes de excepción, intervenir dichas empresas y salvar vidas. Quienes tenga oídos que oigan, y quienes tengan poder, y no estén comprometidos con otros intereses, que lo ejerzan. Una pena que, todos esos recursos, no se hubieran puesto a trabajar al servicio de una agencia médica europea, y hubiéramos investigado, creado y producido desde Europa, como continente comprometido de verdad en el bien común, nuestra propia vacuna genérica. Habría que aprender la lección si no fuera porque, dentro de las instituciones, sigue habiendo mucho interesado en que lo público sirva sólo para engordar el patrimonio privado, y no en servir a la ciudadanía.