Hace unos años, creo que once para ser exactos, una ola de incendios asoló Galicia. Recuerdo ver la ría de Vigo a medida que se acercabas al puente de Rande desde lo alto y casi llorar. El panorama de columnas de humo a un lado y a otro, similares a aquellas que los indios apaches utilizaban para comunicarse, era interminable. 

Parecía que no se acababan porque esas señales, en el camino hacia Pontevedra, se repetían sin cesar. Era verano y la clase política que hoy gobierna y entonces estaba en la oposición enseguida salió a los medios, manguera en ristre, para denunciar al nefasto bipartito (PSOE-BNG) y culparlo de falta de previsión. Y razón, probablemente, no le faltaba, pero...

Más de una década después, tras el puente más español de todos los tiempos, una celebración familiar nos llevó de nuevo hasta el Fogar de Breogán. La imagen, una vez más, volvía a ser desoladora: algunos fuegos y mucho olor a quemado.

No obstante, he de decir que todavía incomparable en cantidad e intensidad olfativa con lo de 11 años antes. Las radios locales, eso sí, advertían el miércoles 11 y el jueves 12 de lo que podía venir, al igual que los hombres y mujeres del Tiempo en televisión: condiciones propicias para los incendios forestales.

¿Sabes una cosa Paula? Los gallegos tenemos fama de llorones, de serviles y de enervarnos hasta el límite de matar por medio metro de huerta. Eso sí, el movimiento de un dedo contra una injusticia, ya nos cuesta más.

En el regreso el domingo a las tierras mesetarias del interior nos tocó de lleno el momento más crítico del “arde Galicia co lume forestal...” que cantaban Os Resentidos. Corte de la autovía, desinformación, humo y más humo, helicópteros, caravanas de coches y unas noticias en la radio que se entremezclaban con los goles del Betis-Valencia. Hija, en este país, el fútbol manda por encima de todo. 

No lo pasó bien Paula. Su angustia iba en aumento en medio de la humareda y del olor intenso a la sangre de Galicia, porque sí, la tierriña cuando se quema sangra, como también lo hace si un petrolero vierte su viscosidad en forma de hilillos en las rías.

No te preocupes hija. Los gallegos, como en tiempos casi prehistóricos del Nunca Máis, volvemos a dar lecciones de solidaridad, de ayudarnos los unos a los otros, de poner lo que no ponen los políticos a los que les pagamos el sueldo, y decidimos, sin que nadie nos lo diga, que con unos cubos y una cacerolas podemos apagar un fuego que arrasa hectáreas y hectáreas de nuestra tierra. Y lo hacemos, claro que sí ¡como cuando recogimos los hilillos de plastilina con las manos porque no llegaba o se quedaba por el camino el material necesario para hacerlo correctamente! Y es que, además de serviles, también somos trabajadores.

Cuando tuvo lugar el episodio de la manguera hace 11 años, casi nadie se acuerda de que aquellos navajazos que casi desangran lo verde tenían un (unos) autor (autores). Lo importante era denunciar... al contrincante político por su mal hacer -insisto hija que puede que con razón-.

Este domingo, una de las primeras frases oficiales que se escucharon fue la de “terroristas incendiarios”. Estoy de acuerdo, y también lo hubiese estado hace una década. Quien provoca algo así es un terrorista, un asesino capaz de acabar con la esencia de una tierra. Otro calificativo tendrían quienes no son capaces de prever un episodio de estas características dando igual su color político, o aquellos que toman medidas inadecuadas que provocan que un petrolero se parta en dos, sin olvidar a los que hacen de los recortes todo un estilo de vida.

Pero hija, no te preocupes. Galicia seguirá ahí, menos verde, más seca, menos radiante, más playera. Con sus políticos (de cualquier y todo pelaje) menos responsables, más galleguistas, con menos capacidad de solución, pero con la virtud de sollozar, populísticamente hablando.

No te preocupes Paula. Volveremos a Galicia y papá, cuando pase la frontera poco antes de A Gudiña bajará la ventanilla del coche haga la temperatura que haga y sacando la mano por la ventana dirá aquello de “xa podo morrer tranquilo na miña terra”. 

No te preocupes pequeña. En Navidad, cuando regresemos y al entrar en la tierriña saque la mano para respirarla, me toparé con los restos del olor a monte quemado... pero dará igual. Todo esto, al igual que lo ocurrido con los "hilitos de plastilina", se arreglará con unha paguiña (una ayudita en forma de subsidio por favor).

Para eso sí habrá dinero, que para eso hay una partida específica: la de tapar bocas de gallegos. Y nos quedaremos ya tranquilos. Al fin y al cabo, aquella canción de Os Resentidos se titulaba ‘Galicia sitio distinto’. Pues eso.

*Artículo publicado en el blog Conversaciones con Paula