Aunque la ausencia de lluvias en el inicio del otoño presagiaba una nueva temporada en blanco para los amantes de las setas lo cierto es que la llegada de las tormentas ha devuelto el grado de humedad adecuado para que el suelo del bosque se cubra con los preciados frutos del hongo.

Los hongos son un organismo a caballo entre el reino animal y el vegetal que cumplen una tarea fundamental en el delicado ecosistema forestal: la reconversión de la materia muerta. Por ello, la principal tarea que debe desempeñar el buscador de setas es proteger y conservar el hongo mientras desarrolla su afición. Una afición que moviliza cada otoño a miles de ciudadanos hacia las arboledas de las comarcas forestales.

El objetivo es en origen saludable y muy recomendable: mantener contacto directo con la naturaleza y disfrutar de una jornada de campo en busca de uno de los frutos silvestres más apetecidos. Sin embargo, algunos hábitos poco responsables y perjudiciales para el equilibrio ecológico del bosque acaban demasiado a menudo convirtiendo esta sana afición en un problema medioambiental que cada año resulta más preocupante.

El pisoteo constante del suelo del bosque, el levantamiento de la hojarasca y los troncos y la destrucción del matorral son ataques directos que propician el deterioro del hábitat propio del hongo, por lo que al actuar contra él se está propiciando la desaparición de las apreciadas setas.

Especialmente grave resulta la costumbre de levantar el musgo para rebuscar bajo su manto. Porque el musgo resulta esencial para los hongos ya que protegen la superficie del suelo contra los rigores climáticos y retienen la humedad en su interior formando grandes y mullidas alfombras de aspecto esponjoso.

Ello se debe a que las hojas del musgo están compuestas por unas células (hialinas) que funcionan como las celulosas de los pañales de los niños, absorbiendo la humedad para ganar volumen y funcionar como auténticos depósitos de agua con el que satisfacen indirectamente las necesidades del resto de seres vivos, por eso los “seteros” saben que donde hay musgo suele haber setas y guardan mucho respeto hacia él.

Civismo, sentido común y responsabilidad. Esas son las tres herramientas imprescindibles del buscador de setas, además del cesto y el bastón. Luego ya cada cual aplicara su criterio a la hora de recolectarlas: si cortarlas o arrancarlas (siempre es mejor arrancarlas) o si llevarlas en un cesto o en una bolsa (mucho más indicado el cesto).

Pero lo más importante es ser conscientes de la fragilidad del suelo forestal, recoger únicamente las que conocemos bien y no ofrecen la menor duda de identificación, dejar el resto en su sitio sin voltearlas ni pisarlas y actuar en todo momento con el máximo respeto hacia el entorno. Solo así conseguiremos que esta sana afición sea compatible con la conservación de la naturaleza.