Entiende la justicia en nuestro país, que el cooperador necesario de un crimen debe pagar con la misma pena que el autor del mismo. Pongamos por caso que una banda organizada de delincuentes necesitara de la participación de una empresa aparentemente honrada para llevar a cabo sus actividades delictivas. Que la policía hubiera iniciado la desarticulación de la banda, y que fuera la empresa la que ayudara, bajo su paraguas de presunta honestidad, en el relevo de los capos que dirigen el grupo mafioso. De demostrarse esta actividad, el juez (si mantiene su capacidad de raciocinio, lo que no es muy común últimamente) sentenciaría a capos y directivos de la empresa con idéntica condena.

Algo que resulta obvio en el ámbito penal, en el político pierde por completo la razón. Lo demuestran las últimas encuestas realizadas en nuestro país sobre intención de voto, en las que se augura una importante subida de Ciudadanos, la empresa aparentemente honrada que sustenta a la la banda organizada de delincuentes, es decir, al PP. La última de estas encuestas, la realizada por Metroscopia para el periódico El País, anuncia una subida espectacular del partido de Albert Rivera, que pasaría a ser la fuerza más votada en la Comunidad de Madrid, muy por delante de PSOE, PP y Podemos. 

La negativa de Ciudadanos a apoyar una moción de censura que acabe con el reinado del hampa popular, facilita no sólo que se sigan cometiendo delitos, sino la posibilidad de que se oculten pruebas, obstruyendo la investigación de los numerosos casos que mantiene abiertos la fiscalía. Las declaraciones de los dirigentes del joven partido, que se hizo espacio a fuerza de proclamar que nacía para regenerar la política española, no deja lugar a la duda: antes aliados con Capone, que permitir que gobierne unos meses el radical izquierdista Ángel Gabilondo.

Sólo se me ocurren dos motivos que justifiquen la acción de Ciudadanos. El primero es puramente de estrategia. Albert Rivera parece tener muy claro que cada día que pasa el PP en el poder, más votos se traspasan del viejo al nuevo partido de la derecha española. Poco o nada parece importarle el gravísimo perjuicio que para los ciudadanos y las instituciones tiene esta actitud. El segundo motivo es aún peor: que sueñe no sólo con sustituir al PP en el Gobierno, sino en el liderazgo de las numerosas oportunidades ilegales que de él se derivan. Pese al poco poder que ha tocado el partido de Rivera, sus armarios exhalan ya un sospechoso olor a muerto.