Fueron solo dos minutos. 120 segundos en los que dos personas tuvieron que trabajar rápido para tomar las decisiones adecuadas. Su vida dependía de ello. Nick Hague y Alexei Ovchinin están vivos porque estuvieron calmados.

Camino del espacio

​Así lo ha reconocido Hague en una rueda de prensa posterior al desastre. Hague, junto a Ovchinin, partieron al espacio destino la Estación Espacial Internacional la pasada semana. Poco después del lanzamiento, comenzaron a comprender que algo no iba bien. 

El cohete que transportaba la nave Soyuz que transportaba a los dos cosmonautas se desviaba cada vez más de su trayectoria comenzando un vuelo parabólico que solo podía acabar de una forma: estrellándose contra suelo

Una broma al final

Hague describe una escena cinematográfica. Ambos pasajeros toman las decisiones oportunas para separar el módulo en el que se encuentran del cohete defectuoso. Cuando están a punto salir despedidos y rezar para que se abran los paracaídas y funcionen los motores de retropropulsión, ambos astronautas se miran, se transmiten confianza y se estrechan las manos. Incluso les da tiempo para bromear sobre lo corto de su experiencia espacial en ese viaje. 

Afortunadamente todo fue bien. Hague confirma que nadie resultó herido, que lo único que hay que lamentar es el destrozo del cohete y los daños en la Soyuz. Ah, y no haber podido dar ese paseo espacial que Hague tanto deseaba. Aunque, según él mismo confiesa, “es mucho mejor haber sobrevivido”.